Frases de Héctor Abad Faciolince - Página 7

Frases de Héctor Abad Faciolince (página 7 de 7)

145. La gloria y la tragedia del amor son tan sencillas. Yo no me explico por qué les dan tantas vueltas los poetas, los psicólogos y los tratadistas, siendo un asunto tan simple, que para mí es así: dos se aman, y sin dejar de amarse (sin dejar de amarse, lo subrayo), poco a poco, casi sin darse cuenta, se desaman hasta llegar a odiarse. "La oculta" (2014)

Simple


146. Desde que abrió el negocio se dio cuenta de que los libros perdían fascinación para él, se despojaban de su halo sagrado: habían dejado de ser unos objetos puros, maravillosos (la música callada, la voz de los muertos que se escucha con los ojos) y habían terminado por convertirse en algo con precio, es decir, sin valor: en una mercancía. "Angosta" (2004)

Libros


147. Cada mujer piensa que en ella el ciclo termina, que en ella al fin su nuevo amor llegó al puerto que era. Y no es así, siempre estarás dispuesto a zarpar otra vez. Sólo la última, la que enviude, podrá decir que te tuvo hasta el final; pero esa ingenua no sabráque te tuvo hasta el final sólo por falta de tiempo. "El amanecer de un marido" (2008)

Amor infinito


148. Hay una sabiduría del ayuno que los occidentales no conocemos; no es el martirio lento de la dieta; es una abstinencia que resalta uno de los placeres más grandes de la existencia: la de suprimir una molestia, saciar un deseo, calmar un apetito. En Occidente, cada vez más, los deseos se cumplen demasiado pronto; somos una cultura sometida a una especie de ejaculatio praecox "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Ayuno


149. La caridad cristiana ha tumbado más templos y borrado más mitos y ritos que todas las demás religiones juntas (supuestamente más bárbaras). Escombros en México, escombros en Guatemala, escombros en Colombia y Perú, escombros en Norteamérica, escombros en Egipto, eso han dejando las hordas cristianas (asesinas de dioses a nombre de otro Dios supuestamente menos furibundo) al entrar en contacto con otras religiones. "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Caridad


150. Las desigualdades surgen por el esfuerzo o la astucia de algunos, incluso por la maldad; por los vicios o por la pereza o la simple mala suerte de otros. O por herencia, que es el caso mío, pero quién tenga hijos no quiere dejarles a ellos lo que recibió o lo que consiguió. A veces por la malicia, a veces por el mérito, a veces por la suerte. "La oculta" (2014)

Desigualdad


151. Está en la mitad del camino de la vida, en la línea de sombra, en esa siesta de la existencia en la que, según Shakespeare, ya no hay juventud ni todavía hay senectud, pero se sueña con ambas. Todavía no ha perdido la ilusión de realizar los planes para los años por venir, pero ya comienza a añorar la efervecencia de los años juveniles. "El amanecer de un marido" (2008)

Mitad


152. Nuestro supuesto temor reverencial por los muertos, nuestro respeto a los antepasados, es una pía idea humana que casi nadie cumple. La regla es el saqueo, la destrucción, el robo, la apropiación de lo ajeno, la desacralización de lo que era para otros sagrado. Las nuevas religiones, fingiéndose más sabias, más sensatas y más santas, desalojan a las viejas a fuerza de codazos, de espaldas o de alfanjes. "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Destrucción


153. El golpe definitivo contra las piedras de la muerte coincidía con la entrada en el Averno, destino ineluctable de todos los suicidas, según nuestra amorosa religión verdadera. Cuenta una leyenda angosteña que todos los suicidas, al caer, se convierten en arbustos o guijarros y luego en árboles, en pájaros o en piedras. Esta intuición poética obedece probablemente al hecho incontrovertible de que allí es imposible rescatar los cadáveres. "Angosta" (2004)

Poética


154. Si hubiera dioses que miraran a los hombres, ellos nos adorarían, por este pertinaz e inútil esfuerzo nuestro por oponernos a la muerte, y por robarnos o ganarnos cualquier trozo de vida. Aunque a veces agobie su indiferente transparencia, el cielo es maravilloso, cuando miramos hacia arriba; pero mucho más variada e interesante es la tierra cuando la observamos desde el cielo, y cuando vemos abajo reflejado el paciente trabajo de los seres humanos. "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Dioses


155. Cuando yo digo que haré algo, lo hago, no como tú que vives en el reino del tal vez, del ya se verá, del nunca se sabe, del puede que sí. Yo soy sí o no, no esa agua tibia e incierta que eres tú, agua tibia que hasta a los evangelios les repugna. Sé tu manera cómoda de vivir: no comprometerte con nada, no jurar, no hacer promesas, dejarlo todo en el terreno incierto y cambiante del gusto. "El amanecer de un marido" (2008)

Incierto


156. Agradezco que el baile ya no sea tan serio y tan sangriento, como agradecería que a los toros de las corridas ya no los torturaran ni mataran. Lo agradezco, pero entiendo que lo que queda de las danzas antiguas es una mera pantomima, y que el toreo sin sangre sería, sí, más civilizado, pero perdería la mitad de su bárbaro encanto. Ya los bailes rituales no son más que remedos edulcorados de lo que fueron. "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Torero


157. Pilar es la mayor y ser la hija mayor tiene ventajas y desventajas. Hay responsabilidades con las que nadie más es capaz de cargar porque los otros hermanos son muy jóvenes. Pilar no se amilana ante ninguna dificultad; ella pasa por encima de lo que sea, sin rendirse nunca. Nada le da asco, nada le da vergüenza, nada le da miedo. Cuando hay algo casi imposible de resolver, en la casa pensamos: si no lo resuelve Pilar, no lo resuelve nadie. "La oculta" (2014)

Hija


158. Quizá la única ceremonia de la religión de sus padres que para él guardaba todavía algún encanto: acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir. Polvo. No alma, no espíritu o carne que resucita, sino la pura verdad a secas: polvo, ripio de estrellas, que es la sustancia de la que todos estamos hechos, sin ninguna esperanza de que el polvo vuelva a ordenarse hasta formar al único ser humano en que consiste cada uno. "Angosta" (2004)

Ceremonia


159. Para ellos sigue siendo válido el retorcido silogismo del cabecilla musulmán que hizo incendiar la Biblioteca de Alejandría: Toda la sabiduría, toda la belleza y toda la bondad están contenidas en el Libro. Si otro libro es bello o sabio, su belleza y su sabiduría también están en el Corán. Si ya están en el Corán, no es necesario conservar esos libros. Si no están en el Corán, quiere decir que son malos y dañinos; en vez de leerlos, hay que destruirlos. "Oriente empieza en El Cairo" (2002)

Corán


160. Las bibliotecas de los críticos suelen ser estupendas, primero por la inmensa cantidad de libros (no los compran, se los mandan de regalo las editoriales, con dedicatorias lambonas de los autores, que intentan pagar con halagos y por anticipado una reseña favorable) y segundo porque la mayoría de ellos permanecen intonsos, como nuevos, no teniendo el crítico ni tiempo ni ganas de leer los libros que reseña. En Angosta se sabía que el lema de Afamador era el siguiente: reseño los libros antes de leerlos; así, cuando los leo, ya sé qué pensar de ellos. "Angosta" (2004)

Biblioteca


161. Los padres de Candela habían llegado a la ciudad de abajo a finales de siglo, desplazados de un pueblo de la costa, Macondo, que había sido diezmado, primero por las matanzas oficiales y luego por las burradas de la guerrilla, las amenazas de los narcos y las masacres de los paramilitares. Lo habían perdido todo: la casa, la inocencia, el entusiasmo, la fantasía, la confianza en la magia y hasta la memoria. De su aldea de casas de barro y cañabrava, de los espejismos del hielo, la astrología y la alquimia, sólo recordaban la lluvia interminable o la sequía infinita en la parcela ardiente donde intentaban en vano cultivar raíces de yuca y de ñame para los sancochos sin carne. Habían llegado a Angosta con lo puesto, salvo un pescadito de oro que su madre había heredado de un bisabuelo, y lo cuidaba como la niña de sus ojos, después de un viaje a pie de veintiseis días por ciénagas, selvas, páramos y cañadas. "Angosta" (2004)

Macondo

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