01. El lugar era un conjunto esplendoroso de colores otoñales con gavillas de lirios de variadas tonalidades. El recordaba muy bien el momento en que los habían plantado, esperando esta época para que revelaran su color. Rosas tardías trepaban y colgaban y el obscuro sol daba mayor intensidad al amarillo de los árboles. Parecía la bóveda de un templo dorado. El recién llegado se detuvo silencioso mirando a su alrededor. "El jardín secreto" (1911)
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02. Permitir que penetre en la mente un pensamiento triste o negativo es tan peligroso como dejar que entre en el cuerpo un microbio de escarlatina. Y si se permite que allí se quede una vez dentro, es posible que no nos podamos deshacer de él en la vida...Cosas mucho más extraordinarias le pueden suceder a quien, cuando le viene a la mente un pensamiento desagradable o descorazonador, tiene el buen juicio de acordarse a tiempo y expulsarlo, poniendo en su lugar otro pensamiento grato y decididamente valeroso; y es que no puede haber dos cosas en un mismo lugar: Donde haya una rosa, hijo mío, no crecerán villanos. "El jardín secreto" (1911)
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03. Durante una semana el sol brilló en el jardín secreto, como lo llamaba Mary. Le gustaba el nombre, pero lo que la hacía más feliz era que, al cerrar la puerta, le parecía estar en un lugar encantado. Afuera quedaba el resto del mundo y nadie sabía dónde se encontraba. Le recordaba los jardines secretos descritos en los libros de cuentos, aun cuando ella no pretendía dormir en él por cien años. Al contrario, cada día se sentía más alerta, le gustaba más estar fuera de la casa, amaba el viento, corría más rápido y podía saltar hasta cien. Probablemente otro tanto les sucedía a los bulbos del jardín. Les llegaban el sol y la lluvia y así cobraban nueva vida. "El jardín secreto" (1911)
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04. Trepó montañas para observar cómo se iluminaban los cerros vecinos con el sol naciente; mas, a pesar de que tenía la sensación de que el mundo nacía en ese instante, esa luz jamás lo iluminó. Un día, caminando por un valle del Tirol austríaco, por primera vez en diez años se dio cuenta de que algo extraño le sucedía. Había caminado un largo trecho. Cansado, se recostó sobre el tapiz de musgo que cubría las orillas de un alegre riachuelo. En cierto momento creyó sentir una leve risa producida por el ruido del agua, en la que los pájaros acudían a enterrar sus cabecitas para beber. Todo parecía tan vivo y, al mismo tiempo, la quietud era tan profunda...El valle estaba inmóvil. "El jardín secreto" (1911)