01. Nacaradas conchas se entreabrían entre la arena blanca; peces brillantes cruzaban rápidos como saetas, para volver a repetir sin cesar la misma maniobra y el deslumbramiento de su paso, que era un relámpago de plata; las estrellas de mar y las anémonas se plegaban suavemente o se desplegaban con la magnificencia de una flor extraña y radiante, sin tallo ni hojas.