Frases de Charles Maturin - Página 2

01. Las olas, al retirarse, dejaban de vez en cuando la arena tan seca como la del desierto; y los árboles y arbustos se estremecían y se sacudían en incesante agitación, como el oleaje de un temporal en plena noche. "Melmoth el errabundo" (1820)

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02. (...) Entonces desapareció todo obstáculo; los padres y los familiares dejaron de oponerse, y la joven pareja se unió. Jamás hubo nada tan hermoso: parecían ángeles que hubieran anticipado sólo unos años su celestial y eterna unión. "Melmoth el errabundo" (1820)

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03. Todos los santos, de Mahoma a Francisco Javier, no han sido sino una mezcla de locura, orgullo y autodisciplina; esto último podía haber tenido mucha menos trascendencia, pero esos hombres se vengaron siempre de sus propios castigos imponiendo los máximos rigores a los demás. "Melmoth el errabundo" (1820)

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04. (...) Me vi abrumado de felicitaciones, bendiciones y abrazos. Yo lo recibí todo con manos temblorosas, labios fríos, cerebro vacilante y un corazón que se me había vuelto de piedra. Todo desfilaba ante mí como un sueño. Observaba aquel desfile sin pensar siquiera en quién iba a ser la víctima. "Melmoth el errabundo" (1820)

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05. Desvió la mirada, pero no lloró; o si lo hizo, rechazó las lágrimas como lo haría un demonio, con sus zarpas ardientes, cuando ve llegar una nueva víctima para la tortura y, arrepintiéndose de su arrepentimiento, rechaza la mancha de la compunción y se apresta a su tarea con renovada diligencia. "Melmoth el errabundo" (1820)

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06. Él es sólo un hombre, también, y siente quizá la misma desesperación que devora a los desventurados que le suplican que les libere de ella. Luego se arrodillan ante las imágenes de los santos...Los invocan; a veces, los injurian. Suplican su intercesión, se quejan de su ineficacia, y acuden a algún otro cuyos méritos imaginan más altos a los ojos de Dios. "Melmoth el errabundo" (1820)

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07. El haber prolongado la extensión de la vida no conduce al villano, que por ello se hace también víctima, a un aumento de su felicidad; al contrario, le arrastra de un modo más evidente a la esencia de la existencia: el dolor, el sufrimiento, la desesperación. Sólo podrá liberarse de la condena cuando encuentre a alguien que esté dispuesto a asumir su destino. "Melmoth el errabundo" (1820)

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08. El prisionero soportó la primera y segunda sesiones con valor inquebrantable; pero al aplicarle la tortura del agua, que desde luego resulta insoportable para todo ser humano, tanto a la hora de sufrirla como de describirla, exclamó en un jadeante intervalo que lo revelaría todo. Le soltaron, le reanimaron, le confortaron, y al otro día hizo la siguiente confesión... "Melmoth el errabundo" (1820)

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09. El jardín, con su serena belleza bañada por la luna, su celestial inocencia, su teología de estrellas, era para mí a la vez un reproche y un consuelo. Traté de reflexionar, de analizar...Los dos esfuerzos fracasaron; y quizá en este silencio del alma, en esta suspensión de todas las voces clamorosas de las pasiones, es cuando más preparados estamos para oír la voz de Dios. "Melmoth el errabundo" (1820)

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10. He conocido prisioneros en la Bastilla que las alimentaban y las tenían por compañeras... ¿Por qué no empiezas tú también? Sé de una araña que descendía a un golpecito con el dedo, y de una rata se acercaba cuando traían la comida diaria para compartirla con su comparo de cárcel. ¡Qué encantador, tener sabandijas por invitados! Sí, y cuando les falla el festín, ¡Se comen al anfitrión! "Melmoth el errabundo" (1820)

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11. El horrible rugido del hambriento animal hizo temblar a los verdugos cuando ataron la cuerda alrededor del cuerpo de la gimiente víctima. Entre vanos forcejeos, súplicas de misericordia y alaridos de desesperación, fue atado, izado y bajado a la arena. En el momento de tocar el suelo, cayó petrificado, aterrado. No profirió un solo grito...No fue capaz de respirar siquiera, ni de hacer un movimiento...Cayó, con todo el cuerpo contraído, como un bulto; y allí quedó, igual que una protuberancia de la tierra. "Melmoth el errabundo" (1820)

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12. Los momentos que pasé durante su ausencia fueron, creo, los más horribles de mi vida. El terror aumentó con la oscuridad, ya que ahora era de noche, y se había llevado la luz consigo. Mi agitación había hecho que no me diese cuenta de esto al principio. Vi que estaba a oscuras, pero no sabía cómo ni por qué. Mil imágenes de indescriptible horror me asaltaron en tropel. Había oído hablar muchas veces de los terrores de los conventos...De los castigos que a menudo se aplicaban hasta la muerte, o que dejaban a la víctima en un estado en el que la muerte habría sido una bendición. "Melmoth el errabundo" (1820)

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Influencias

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Charles Maturin

Charles Maturin

Predicador protestante, dramaturgo y escritor irlandés, autor de "El Castillo de San Aldobrand" (1816), "Melmoth el errabundo" (1820), "Los albigenses" (1824) y "Castillo Leixlip" (1825).

Sobre Charles Maturin

Charles Maturin nace en el seno de una familia protestante francesa de doctrina calvinista, de padre William Maturin, funcionario de la oficina de correos y madre Fedelia Watson.

Ingresa en el "Trinity College" de Dublín y tras terminar sus estudios Charles Maturin se ordena cura en Loughrea (Condado de Galway) y tiempo después en cura anglicano en la Iglesia de San Pedro (1803).

En 1804 Charles Maturin contrae matrimonio con la cantante Henrietta Kingsbury, hermana de Sarah Kingsbury, de cuyo matrimonio con Charles Elgee nació Jane Francesca Wilde (Elgee de soltera), madre del escritor Oscar Wilde.

Sus primeras obras fueron publicadas bajo el pseudónimo de Dennis Jasper Murphy y no tuvieron mucha aceptación, aunque llamaron la atención del novelista Walter Scott, quien lo recomendó a Lord Byron.

En 1820 Charles Maturin publica "Melmoth el errabundo", su obra más importante, inspirada en parte en la leyenda del Judío Errante, una figura que es condenada a "errar por la Tierra hasta la Parusía", legendaria de cierta literatura cristiana.

Tiempo después publicó "Los albigenses" (1824) y "Castillo Leixlip" (1825) manteniendo su popularidad e influenciando a escritores posteriores de la talla de Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft.

Charles Maturin falleció en 1824 a los 42 años de edad.

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