01. No hay discurso dirigido a la multitud que no tenga el doble fin de aclarar la situación y de sugerirle algo a la masa.
02. Autorizo a vuestra excelencia a emplear todos los medios de guerra, digo todos, sea aéreos como terrestres. Máxima decisión.
03. Si el siglo XIX fue un siglo de individualismo, se espera que este, el siglo XX, será el siglo del colectivismo y así el siglo del Estado.
04. El proletariado no está dispuesto a combatir en una guerra de agresión y conquista tras la cual él simplemente seguirá igual de pobre y explotado que antes.
05. Cuando tengo una estaca en la mano y un revólver en el bolsillo, no lo tengo miedo a nadie. Soy fuerte como si estuviera sólo y precisamente porque lo estoy.
06. No estamos hablando de alzar un nuevo estandarte político, sino más bien de librar la vieja bandera socialista de aquellos que se han envuelto en sus pliegues.
07. ¿Tal vez por eso manda usted a sus adversarios políticos a la cárcel? (...) Lo encuentro muy lógico. Primero me encerraban ellos a mí. Ahora los encierro yo a ellos.
08. Me propongo detener del todo los atentados periódicos contra mi vida. No digo esto por mí, porque verdaderamente me gusta vivir en peligro, sino por el pueblo italiano.
09. La mayoría de los cargos del país están ocupados por fascistas de confianza. Lo que no hagan por fidelidad, lo harán por temor, ya que no ignoran que se les fiscaliza. La traición se castiga terriblemente.
10. Desde hace demasiado tiempo en Italia una silla se denomina un palacio. Pero esto no impide que la silla siga siendo silla. Así, nuestras divisiones, escasas y desarmadas, no tienen de divisiones más que el nombre.
11. Los prejuicios son mallas de hierro o de oropel. No tenemos el prejuicio republicano, ni el monárquico, no tenemos el prejuicio católico, socialista o antisocialista. Somos cuestionadores, activistas, realizadores.
12. Soy un defensor convencido del gobierno local, y lo soy, precisamente, porque soy un socialista revolucionario y, por tanto, enemigo del Estado. El municipio es el último bastión desde el cual puede oponerse el ciudadano a la firme y creciente invasión del Estado.