Frases de Augusto Monterroso - Página 3

01. En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

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02. Soy autodidacta y empecé a estudiar desde muy joven literatura universal. (...) Durante años me encerré en la Biblioteca Nacional de Guatemala, porque tenía la idea de que si me convertía en escritor, debía conocer mi idioma. Le dediqué muchos años a mi formación. Fueron, han sido y seguirán siendo todavía muchas las horas de lectura y reflexión. Tuve que ir a la biblioteca porque era muy pobre y no tenía dinero para comprar libros nuevos.

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03. Todo escritor es libre de involucrarse o no en los problemas del hombre de su tiempo, vale decir en la política. Es cuestión de temperamento, hasta de vocación. Y ha habido escritores que han puesto su vida y su obra al servicio de las causas en las que han creído, con admirable espíritu de sacrificio. Yo, en lo personal, he hecho un deslinde entre literatura y política y pretendo no mezclarlas: la literatura como arte y la política como acción.

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04. Nunca he sido un amante del arte. Si a mi hija no se le hubiera ocurrido ser pianista yo no tendría ahora este problema. Pero soy su padre y sé mi deber y tengo que oírla y apoyarla. Soy un hombre de negocios y sólo me siento feliz cuando manejo las finanzas. Lo repito, no soy artista. Si hay un arte en acumular una fortuna y en ejercer el dominio del mercado mundial y en aplastar a los competidores, reclamo el primer lugar en ese arte.

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05. El problema del escritor es hacer una obra de arte, porque escribir es indiscutiblemente un arte. Se empieza y no se termina nunca de escribir, de aprender. Lo que parece un trabajo muy arduo: el estudio de la gramática (y dentro de ella, de la sintaxis y de cada una de las partes que la forman), se convierte en algo muy agradable que uno busca; no es que se lo esté imponiendo, uno quiere aprender cada vez más para hacer mejor su trabajo, y eso se convierte en un placer, en una forma de vida incluso.

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06. No tengo un horario de trabajo. Lo anterior no quiere decir que esté atenido a la inspiración. Siempre procuro trabajar en las mañanas. Cuando son las ocho, probablemente ya he leído dos horas. Me despierto temprano, pero no me levanto sino que me pongo a leer. El inicio del día es el único espacio en el que estoy tranquilo. No suena el teléfono, no hay muchas actividades que hacer, sino solamente leer. De manera que cuando son las ocho de la mañana, yo ya he trabajado, aunque parezca mentira.

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07. Siempre se está uno retroalimentando. En este oficio, la escritura y la lectura van muy unidos. Al leer uno se está alimentando, y aquí viene otra cosa: que la lectura por sí sola no es suficiente. Uno puede volverse "un ratón de biblioteca": alguien que vive en un mundo aparte o que no vive en este mundo. El escritor debe conocer también a las personas. Leer, leer y leer solamente no convierte a nadie en un gran escritor. También tiene que vivir. Uno puede ser mejor escritor si uno ha vivido el amor y el odio; ha vivido aventuras, ha pasado necesidades, ha sido feliz en la vida real; no en la de la ficción.

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08. Mis amigos más cercanos han aprendido en carne propia que la frialdad en el aplauso es peligrosa y puede arruinarlos. Si ella no hiciera una señal de que considera suficiente la ovación, seguirían aplaudiendo toda la noche por el temor que siente cada uno de ser el primero en dejar de hacerlo. A veces esperan mi cansancio para cesar de aplaudir y entonces los veo cómo vigilan mis manos, temerosos de adelantárseme en iniciar el silencio. Al principio me engañaron y los creí sinceramente emocionados: el tiempo no ha pasado en balde y he terminado por conocerlos. Un odio continuo y creciente se ha apoderado de mí. Pero yo mismo soy falso y engañoso. Aplaudo sin convicción.

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Augusto Monterroso

Augusto Monterroso
  • 21 de diciembre de 1921
  • Tegucigalpa, Francisco Morazán, Honduras
  • 7 de febrero de 2003
  • Ciudad de México, México

Escritor, novelista, ensayista, cuentista y traductor hondureño, autor de "Obras completas (y otros cuentos)" (1959), donde aparece el famoso microrrelato "El dinosaurio" y "El eclipse", "Movimiento perpetuo" (1972) y "La letra e: fragmentos de un diario" (1987).

Sobre Augusto Monterroso

Augusto Monterroso nace en Tegucigalpa, hijo del guatemalteco Vicente Monterroso y de la hondureña Amelia Bonilla y su infancia y adolescencia transcurren en Guatemala.

Al estallar en 1944 las revueltas contra el dictador Jorge Ubico, fue encarcelado al tomar el poder el general Federico Ponce Vaides, pero al poco tiempo logró escapar y se exilió en la embajada de México.

Tras la Revolución de 1944 en Guatemala, obtiene un cargo en el consulado de Guatemala en México, donde permaneció hasta 1953.

Tras la caída de Jacobo Árbenz en 1954 se exilia en Chile, donde trabaja como secretario del escritor Pablo Neruda.

En 1956 se establece en forma definitiva en México, donde trabaja en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y como traductor en el Fondo de Cultura Económica.

Augusto Monterroso es considerado un maestro de los microrrelatos, muestra de ello son los textos "El dinosaurio" y "El eclipse" que aparecen en su obra "Obras completas (y otros cuentos)" (1959).

Entre las numerosas distinciones que se le otorgaron, destacan el premio Magda Donato (1970), el Premio Xavier Villaurrutia (1975), la condecoración del Águila Azteca (1988) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2000).

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