01. Nuestro arte de observar se compone, en general, de tres procedimientos diferentes: primero, observación propiamente dicha, o sea, examen directo del fenómeno tal como se presenta naturalmente; segundo, experimentación, o sea, contemplación del fenómeno más o menos modificado por circunstancias artificiales que intercalamos expresamente buscando una exploración más perfecta, y tercero, comparación, o sea, la consideración gradual de una serie de casos análogos en que el fenómeno se vaya simplificando cada vez más.
02. Vivir en otros es, en el sentido más veraz de la palabra, vida (...) Prolongar nuestra vida indefinidamente en el pasado y el futuro, para hacerla más perfecta en el presente, es abundante compensación para las ilusiones de nuestra juventud que se han ido ya para siempre.
03. La palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico: en este aspecto conviene plenamente al nuevo espíritu filosófico, caracterizado así como consagrado constantemente a las investigaciones verdaderamente asequibles a nuestra inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrables misterios que la embarazaron, especialmente en su infancia.
04. Estudiando el desarrollo de la inteligencia humana (…) creo haber descubierto una gran ley básica, a la que se halla sometida la inteligencia con una necesidad imposible de variar (…): cada una de nuestras principales concepciones, cada rama de nuestros conocimientos, pasa necesariamente por tres estadios teóricos diferentes: el estadio teológico (o ficticio); el estadio metafísico (o abstracto); y el estadio científico, o positivo (…). De aquí proceden tres tipos de filosofías o sistemas conceptuales generales acerca del conjunto de los fenómenos que se excluyen recíprocamente. El primero es un punto de partida necesario para la inteligencia humana; el tercero es su estadio fijo y definitivo; el segundo es simplemente una etapa de transición.