Frases de Ann Radcliffe - Página 3

01. Pensamiento y estudio son igualmente necesarios para la felicidad de un país y para la vida de una ciudad. En el primero previenen las inquietantes sensaciones de indolencia y permiten el placer sublime de crear para la belleza; en la segunda, hacen que la disipación no sea objeto de necesidad y, consecuentemente, de interés. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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02. Virtud y sabor son casi lo mismo, porque la virtud es poco más que un gusto activo y el más delicado afecto de cada uno se combina en el amor verdadero. ¿Cómo es posible entonces que busquemos amor en las grandes ciudades, donde el egoísmo, la disipación y la insinceridad ocupan el lugar de la ternura, la sencillez y la verdad? "Los misterios de Udolfo" (1794)

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03. El horror de aquella habitación se agitaba en su cabeza. En varias ocasiones se fue el color de sus mejillas y temió que el sentirse indispuesta pudiera delatar sus emociones y obligarla a salir de la habitación. La fortaleza de su resolución remedió la debilidad de su cuerpo. Se obligó a conversar e incluso a tratar de parecer animada. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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04. Las cumbres de las montañas, tocadas de un tinte púrpura, se elevaban hacia el cielo creciendo desde su base, donde estaba el valle abierto, marcado sin las líneas formales del arte y las altas ramas de los cipreses y los pinos, a veces asomando por una mansión en ruinas, cuyas columnas rotas surgían entre las ramas de un pino que parecía inclinarse sobre su caída. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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05. Entre los más tempranos entretenimientos de Emily estaba el corretear por los escenarios de la naturaleza. Prefería, eso sí, los paseos entre los bosques silvestres a los paisajes más tiernos, y aún más los refugios de las montañas, en los que el silencio y la grandeza de la soledad imprimían un temor sagrado en su corazón y llevaban sus pensamientos al Dios de los cielos y de la tierra. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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06. "Una mente bien informada", solía decir, "es la mejor seguridad contra el contagio de la locura y del vicio. La mente no ocupada está pendiente de encontrar algo, y preparada para caer en el error, para escapar de lo que la rodea. Hay que llenarla con ideas, enseñándole el placer de pensar. Así las tentaciones del mundo exterior se verán contrarrestadas por el consuelo derivado del mundo interior. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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07. El relato que oí entonces casi me convenció de que él fue el asesino. Temblé por vos, más aún porque oí a alguno de los invitados mencionar vuestro nombre de un modo que hubiera amenazado vuestra tranquilidad. Sabiendo que la mayoría de los hombres impíos son con frecuencia los más supersticiosos, decidió que ya que no podía despertar sus conciencias, podría asustarles para que no cometieran el crimen que planeaban. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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08. Mientras la instruía a resistir las primeras impresiones y a adquirir una permanente dignidad en sus maneras, que es lo único que puede equilibrar las pasiones y nos permite luchar contra nuestra naturaleza por encima de las circunstancias, él mismo aprendió la necesidad de la fortaleza, ya que más de una vez se veía obligado a ser testigo, con aparente indiferencia, de las lágrimas y luchas que su cuidado la ocasionaban. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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09. No debo dudar de la firmeza de tu afecto; sin embargo, tal es la inconsistencia del amor real, que siempre despierta sospechas, aunque no sean razonables; siempre reclama nuevas afirmaciones del objeto de su interés, y así sucede, que yo me siento revivir con una nueva convicción cuando tus palabras me dicen que cuento con tu afecto; y al desearlas, me dejo llevar por la duda y con demasiada frecuencia por la desesperación. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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10. El sol se acababa de ocultar tras las montañas por las que descendían, cuyas alargadas sombras se extendían por el valle, pero sus rayos, asomando entre los riscos, tocaban con un tono amarillo las copas de los bosques que se extendían por el lado opuesto y en total esplendor sobre las torres y almenas de un castillo que asomaba sus extensas murallas por el borde del precipicio que había sobre ellos. El esplendor de todos estos aspectos iluminados se engrandecía con las sombras que envolvían el valle. "Los misterios de Udolfo" (1794)

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Autores relacionados

Charles Maturin Frances Hodgson Burnett Matthew Gregory Lewis William Beckford

Ann Radcliffe

Ann Radcliffe
  • 9 de julio de 1764
  • Holborn, Gran Londres, Inglaterra
  • 7 de febrero de 1823
  • Londres, Gran Londres, Inglaterra

Escritora y novelista inglesa, autora de "Los castillos de Athlin y Dunbayne" (1789), "Los misterios de Udolfo" (1794) y "Gastón de Blondeville" (1826).

Sobre Ann Radcliffe

Ann Radcliffe nace en el seno de una familia acomodada, de padre comerciante William Ward y madre Ann Oates y tiene una infancia típica de la clase alta inglesa.

En 1787 Ann Radcliffe se casa en la ciudad de Bath con el periodista William Radcliffe, co-propietario y editor del periódico "English Chronicle" y comienza a escribir en su tiempo libre.

En 1789 publica su primera novela, "Los castillos de Athlin y Dunbayne", de escasa popularidad pero que marcó las características que predominaría en el resto de la producción de Ann Radcliffe: joven inocente y heroica como figura principal, tétricos y misteriosos castillos y personajes oscuros con extraños pasados.

Entre 1790 y 1796 Ann Radcliffe escribió cuatro novelas, entre ellas "Los misterios de Udolfo" (1794) y "El idilio del bosque" (1791), las cuales alcanzaron enorme popularidad y la colocaron como máximo exponente de la novela histórica y primera escritora en abordar la narrativa gótica o de terror.

La muerte de sus padres y la enfermedad degenerativa que se apoderó de su marido la sumieron en una profunda depresión que la llevó a dejar la actividad literaria.

Ann Radcliffe fallece por insuficiencia respiratoria, probablemente derivada de una neumonía, publicándose póstumamente su obra "Gastón de Blondeville" (1826).

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