25. Día tras día miserable, las tropas entraban en combate "como un anciano con sabañones en un baño caliente".
26. Reinaba una sensación de arrojo irresponsable y de no adoptar la acción y la táctica apropiadas ante los ataques de los tanques hasta que fue demasiado tarde.
27. (...) Sin duda, los valientes y las virtuosas hacen acto de presencia a lo largo y ancho de la campaña norteafricana, pero también los cobardes, los corruptos y los necios.
28. Más tanques estadounidenses llegaron a la zona de combate después de haber dado tiempo a los artilleros alemanes para que repusieran las municiones y recargaran. El desastre fue completo...
29. Perdido el 40 por 100 del batallón, el 18 o de infantería reclutó reemplazos eligiendo nombres al azar de una lista general para evitar que los comandantes simplemente enviaran a sus peores elementos.
30. Las tropas también entraban en ese estado inmarcesible común en los ejércitos veteranos en la que los hombres no confían en nadie que esté en mejores condiciones que ellos.
31. Era un auténtico creyente en la causa aliada: "Si llega a ganar [el Eje] aprenderemos de verdad lo que es la esclavitud, los trabajos forzados y la pérdida de libertad individual".
32. La logística seguía siendo defectuosa y con un "montón de viejos camiones franceses" haciendo el transporte de suministros. En consecuencia, la ofensiva debía volver a detenerse al menos durante cuatro días.
33. Ninguna operación de la Segunda Guerra Mundial superó la invasión del norte de África en complejidad, audacia, riesgos o, como concluye la historia oficial de las fuerzas armadas norteamericanas, "el grado alcanzado de sorpresa estratégica".
34. (...) Allí es donde aparecieron la mayoría de los grandes capitanes de la segunda guerra mundial, hombres cuyos nombres aún resuenan generaciones después: Eisenhower, Patton, Bradley, Montgomery, Rommel y otros que merecen ser rescatados del olvido.
35. La liberación de Europa occidental es un tríptico y cada panel enlaza con los otros dos: primero, norte de África; segundo, Italia; y finalmente, la invasión de Normandía, los Países Bajos y Alemania.
36. En la radio de un camión resonaba el himno estadounidense. Claramente audible en la cima de la colina, un teniente inmune a la confianza predominante de sus superiores, murmuró: "Al valle de la muerte rodaron los seiscientos".
37. "Una de las primeras lecciones que se aprenden", observó más tarde, "es que por muy numerosa que sea la fuerza, cada batalla se compone de acciones minúsculas llevadas a cabo por individuos y pequeñas unidades".
38. (...) La estrategia aliada debía ser no sólo derrotar a Alemania primero, tal como habían acordado Roosevelt y Churchill hacía un año, sino imponer el peso abrumador de los recursos aliados en el teatro europeo.
39. Un soldado no combate para salvar a la humanidad ni para ninguna de esas tonterías. Combate para probar que su unidad es la mejor y que él tiene tantas agallas como cualquier otro compañero de su unidad.
40. El norte de África es donde la ironía y el escepticismo, las dos lentes gemelas de la conciencia moderna, empezaron a refractar las experiencias de innumerables simples soldados. "La última guerra fue una guerra para acabar con la guerra".
41. La indisciplina superó la capacidad de respuesta del sistema judicial militar. Sólo en Orán, centenares de soldados norteamericanos fueron arrestados por diversas infracciones en las dos semanas posteriores a la invasión, pero menos del 2 por 100 fueron juzgados.
42. El norte de África es donde empezó a notarse el tremendo peso del poderío industrial de Estados Unidos, donde la fuerza bruta emergió como la principal característica del arsenal aliado, aunque no, como sugieren algunos historiadores, como su único elemento redimible.
43. Había ancladas barcas de pesca con potentes motores junto a la ribera y redes puestas a secar sobre las bordas. Nidos de cigüeña, intrincadamente enredados y grandes como una cama regia, coronaban los postes eléctricos a lo largo del camino.
44. (...) Sostuvo que el poder ofensivo de Japón se había debilitado y que la derrota de Tokio era segura si Alemania se rendía; pero si se permitía que los alemanes derrotasen a los soviéticos, el Tercer Reich podía volverse impenetrable.
45. Los soldados norteamericanos que esa mañana sitiaban Orán de este a oeste no sabían más que lo percibido por sus cinco sentidos, menos las medias verdades, las mentiras y los honestos errores propagados por los rumores en cualquier campo de batalla.
46. Fischer y su 10.a división Panzer no tenían ninguna intención de detenerse. Presintiendo la fragilidad del comando de combate B, los alemanes atacaron en un frente de kilómetro y medio durante la fría y clara mañana del 6 de diciembre.
47. Las cartas finalmente llegaron a algunas tropas, muchos hacía más de dos meses que no recibían nada, y los paquetes de Navidad entrañaban una cierta incomprensión de la vida en el frente: albornoces, pantuflas y discos fonográficos eran especialmente populares.
48. Los fogonazos de los cañones iluminaban el lugar con una danzarina luz amarilla, y los proyectiles, elevándose a un ritmo de quinientos o seiscientos por minuto, explotaban pocos segundos después en la ladera de enfrente como la florescencia de un campo de tulipanes rojos.