24. Un personaje, señor, siempre puede preguntar a un hombre quién es. Porque un personaje tiene realmente una vida, con sus propios atributos, por los que siempre es "alguien". Mientras que un hombre -y no estoy hablando de usted ahora- un hombre cualquiera puede que no sea "nadie".
25. El director - ¡Todo lo que dice está bien! Pero ¿Qué quieren aquí? El padre - ¡Queremos vivir, señor! El director. (Irónico. ) - ¿Por toda la eternidad? El padre -No, señor. Por lo menos un momento, a través de ustedes. Un actor - ¡Qué ocurrencia! La primera actriz - ¡Quieren vivir en nosotros!
26. ¡Y qué escuela para el escritor! La imaginación se libera de los impedimentos vulgares, ¡Como si huyera por encima de las nubes! Pero la calle, con la gente que pasa, es el rumor de la vida; la vida de los demás, extraña, pero presente, que distrae, interrumpe, obstaculiza, contradice, deforma...
27. ¿Por qué -me dije- no presento este novísimo caso de un autor que se niega a dar vida a algunos de sus personajes, nacidos vivos en su fantasía, y el caso de estos personajes que, teniendo infusa ya en ellos la vida, no se resignan a permanecer excluidos del mundo del arte?
28. (...) Pero hay otros que, además de ese gusto, sienten una necesidad espiritual más profunda, por lo que no admiten personajes, vivencias, paisajes, que no estén embebidos, por decirlo así, de un sentido particular de la vida y no adquieran un valor universal. Son escritores de naturaleza más propiamente filosófica.
29. Llevamos todos por dentro un mundo de cosas, en cada uno el suyo propio. ¿Cómo es posible que nos entendamos, señor, si en las palabras que yo digo incluyo el sentido y el valor de las cosas tal como yo las considero, mientras quien lo escucha, las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, de acuerdo al mundo que lleva en su interior?
30. Una mujer, amando, puede desear llegar a ser madre; Pero el deseo solo, por intenso que sea, no bastará. Un buen día se encontrará con que es madre, sin saber exactamente lo que ha pasado. Así, un artista, viviendo, acoge en sí tantos gérmenes de vida, y jamás puede decir cómo y por qué, en un momento dado, uno de esos gérmenes vitales se le inserta en la fantasía para convertirse en una criatura viva en un plano de vida superior a la existencia cotidiana.