23. No sé cómo había gente dispuesta a trabajar para él. Cuando se mudaron a la avenida Central, lo primero que pidió a los operarios de mudanzas fue que instalaran su escritorio, y el primer lugar donde lo quiso no fue el despacho rodeado por paneles de vidrio sino el mismo centro de la planta de fabricación, de modo que pudiera vigilar a todo el mundo.
24. Es algo que sucede cuando muere la gente: la discusión desaparece con ellos, y personas tan llenas de defectos mientras respiraban que a veces eran casi insoportables ahora se muestran de la manera más encantadora, y lo que menos te gustaba anteayer se convierte, en la limusina detrás del coche fúnebre, en una causa no sólo de regocijo solidario sino incluso de admiración.
25. Tenía el carácter de un ser grande y unificado, fríamente acostumbrado a que le escuchen. Me asombró esa evolución, que el muchacho excéntrico se hubiera convertido en un hombre ferozmente seguro de sí mismo. Aquellos impulsos de antaño, tan difíciles de dominar, parecían haber entrado en cierta tosca armonía con la profunda inteligencia y la obstinación. El efecto no consistía solamente en dar la impresión de que era un hombre que lo dirigía todo y jamás habría hecho lo que le pedían, sino de alguien con quien uno podía contar para poner cosas en marcha.