Frases de Nadja

Nadja

8 frases de Nadja de André Breton... Novela autobiográfica que comienza con el encuentro inesperado entre el autor y una joven, quien ejerce sobre él una particular fascinación.

Frases de André Breton

Frases de Nadja André Breton

01. La belleza es convulsiva o no es nada en absoluto.


02. El asilo de alienados, bajo la protección de la ciencia y la justicia, es comparable al cuartel, a la prisión, a la cárcel.


03. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social; En nombre de esta individualidad que es propia del hombre, reclamamos la liberación de los forzados de la sensibilidad, puesto que las leyes no pueden encarcelar a todos los hombres que piensan y obran.


04. ¿No es cierto que sólo en la exacta medida en que sea consciente de esta diferenciación podré revelarme a mí mismo lo que, entre todos los demás, yo he venido a hacer en este mundo y cuál es ese mensaje único del que soy portador hasta el punto que de su suerte debo responder con mi cabeza?


05. Nantes: quizás la única ciudad de Francia, además de París, donde tengo la impresión de que puede sucederme algo que merece la pena, donde ciertas miradas se consumen por sí mismas con un ardor excesivo (el año pasado, sin ir más lejos, volví a comprobarlo, durante el tiempo necesario para atravesar Nantes en automóvil y ver a aquella mujer, una obrera, creo, acompañada por un hombre y que alzó su mirada: hubiera debido detenerme), donde para mí la cadencia de la vida es distinta a la de cualquier otro sitio, donde un espíritu aventurero, más allá de cualquier aventura posible, habita todavía en ciertos seres, Nantes, de donde aún pueden surgirme amigos, Nantes, donde amé un parque: el parque de Procé.


06. Me veo obligado a aceptar la idea de trabajo como necesidad material, y a este respecto no puedo sentirme más que ferviente partidario de su mejor, de su más justo reparto. Que me lo impongan las siniestras obligaciones de la vida sea; que se me pida que crea en él, que venere el mío o el de los demás, nunca. Prefiero, una vez más caminar a oscuras mejor que tomarme por el que camina iluminado De nada sirve estar vivo mientras se está trabajando. El acontecimiento con el que cada cual tiene derecho a esperar la revelación del sentido de su propia vida, ese acontecimiento con el que quizás yo todavía no he topado pero tras cuya pista me busco, no existe si es a costa del trabajo.


07. Sólo quiero recordar, al hilo de los días, algunas frases pronunciadas ante mi o escritas de un tirón ante mis ojos por ella, frases en las que mejor vuelvo a encontrar el tono de su voz y cuya resonancia se mantiene tan fuerte en mi interior: "con el final de mi aliento que es el comienzo del suyo". "Si usted lo quisiera, por usted yo no sería nada, o solo una huella". "La zarpa del león oprime el seno de la viña". "El rosa es mejor que el negro, pero ambos se armonizan". "Ante el misterio. Hombre de piedra, compréndeme". "Eres mi dueño. No soy más que un átomo que respira en la comisura de tus labios o que expira. Quiero palpar la serenidad con un dedo húmedo de lágrimas". " ¿Por qué esa balanza que oscilaba en la oscuridad de un agujero lleno de bolas de carbón? " "No entorpecer sus pensamientos con el peso de sus zapatos". "Lo sabía todo tanto he intentado leer en mis arroyos de lágrimas".


08. (...) Se queda mirando fijamente algo indefinido: "hay buenas personas". Más alterado de lo que quisiera mostrarme, ahora si me enojo: "pues no. Además tampoco se trata de eso. El hecho de que soporten el trabajo, con o sin las demás miserias, impide que esas personas sean interesantes. Si la rebeldía no es lo más fuerte que sienten, ¿Cómo podrían aumentar su dignidad solo con eso? En estos momentos, por lo demás, usted les ve, ellos ni siquiera la ven a usted. Por lo que a mí se refiere, yo odio, con todas mis fuerzas, esa esclavitud que pretenden que considere encomiable compadezco al hombre por estar condenado a ella, porque por lo general no puede evitarla, pero si me pongo de su parte no es por la dureza de su condena es y no podría ser más que por la energía de su protesta. Yo se que en el horno de la fábrica, o delante de una de esas máquinas inexorables que durante todo el día imponen la repetición del mismo gesto con intervalos de algunos segundos, o en cualquier otro lugar bajo las ordenes más inaceptables, o en una celda, o ante un pelotón de ejecución, todavía puede uno sentirse libre, pero no es el martirio que se padece lo que crea esa libertad. Admito que esa libertad sea un perpetuo liberarse de las cadenas: será preciso, por añadidura, para que ese desencadenarse sea posible, constantemente posible, que las cadenas no nos aplasten, como les ocurre a muchos de esos de los que usted me habla. Pero también es, y quizás mucho más desde el punto de vista humano, la mayor o menor pero, en cualquier caso, la maravillosa sucesión de pasos que le es dado al hombre hacer sin cadenas. Esos pasos, ¿Les considera usted capaces de darlos? ¿Tienen tiempo de darlos, al menos? ¿Tienen el valor de darlos? Buenas personas, decía usted, si, tan buenas como las que se dejaron matar en la guerra ¿Verdad? Digamos claro lo que son los héroes: un montón de desgraciados y algunos pobres imbéciles.

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