11 frases de Los fantasmas de Belfast (The twelve) de Stuart Neville... Un ex pistolero del IRA sufre de alucinaciones. Debe eliminar a sus antiguos compañeros para que los fantasmas desaparezcan, pero el agente secreto Campbell está tras él.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Stuart Neville son: fantasmas, crímenes, venganza, terrorismo, alcohólico, agente secreto, cacería humana, asesinato, misterio, delirio persecutorio.
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Frases de Los fantasmas de Belfast Stuart Neville
01. (...) Pero apenas eran capaces de organizar una ronda de cervezas...
02. La culpa es la emoción que más pesa sobre uno. Si no la eliminas, te corroe vivo.
03. Joder, ¿Qué quería que hiciera? Me estaba apuntando con una pistola... -¡Se suponía que le matarías!
04. Tenía el aspecto de un asesino puro y duro, del tipo que asesina más por deseo que por necesidad.
05. Uno no puede elegir dónde pertenece y dónde no. Pero ¿Y si el lugar al que no pertenece es el único que le queda?
06. (...) No dejaba de asombrarle que la gente votara a favor de unos delincuentes sabiendo lo que eran. Dudaba que existiera un electorado más cínico en el mundo.
07. Una presión excesiva destrozaría los trastes; una presión insuficiente produciría un acabado irregular, y la guitarra sería inservible. Era un problema de equilibrio y paciencia.
08. Utilizabas a gente como yo. Nos decías que no teníamos futuro. Decías que teníamos que luchar por él. Nos entregabas una pistola y nos enviabas a que asesinásemos por ti.
09. El odio es espantoso. Es una emoción estúpida e inútil. Puedes odiar a alguien con todas tus fuerzas, pero con eso no le perjudicas. La única perjudicada eres tú. Puedes pasarte la vida odiando, dejando que te corroa, y la persona que odias seguirá viviendo tan tranquila.
10. Siempre había considerado que matar era un trabajo. Una tarea que había que cumplir, sin mayores problemas o sentimentalismos. No se consideraba un artesano, sino un trabajador especializado. No era como esos asesinos que lo convertían en un arte. Requería tan sólo cierta dureza de alma, una brutalidad despreocupada, la voluntad de hacer lo que otros se negaban a hacer.
11. ¿Por qué has accedido a dar un paseo con alguien como yo? ¿Por qué me llevaste ayer a casa en tu coche? -No estoy segura -respondió Marie. Tras reflexionar unos instantes, prosiguió-: Oíste lo que dije junto al ataúd del tío Michael, pero no me juzgaste. Estoy muy acostumbrada a que la gente me juzgue. Las personas con las que trabajo saben de dónde provengo, con quién estoy emparentada, y me juzgan. Mi gente no puede olvidar lo que hice, como si enamorarse de un policía fuera un acto de traición, y ya viste cómo me miraron ayer y hoy. Vaya adonde vaya, la gente sabe quién soy, de dónde vengo, lo que hice, y me juzgan por ello. Supongo que ése es el motivo. Tú no me juzgaste.