Frases de Liberalismo

Liberalismo

25 frases de Liberalismo (Liberalismus) de Ludwig von Mises... Desde un punto de vista histórico, el liberalismo fue el primer movimiento político que quiso promover, no el bienestar de grupos específicos, sino el bienestar general.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Ludwig von Mises son: escuela austríaca, libre mercado, capitalismo, liberalismo, libertad, libertad financiera, filosofía política, ciencia económica, socialismo, medios de producción, división del trabajo, intervencionismo, responsabilidad social.

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Frases de Liberalismo Ludwig von Mises

01. El anticapitalismo sobrevive a base de ordeñar la vaca capitalista.


02. La victoria se consigue apelando a la inteligencia, nunca por la mera fuerza.


03. Las armas intelectuales son mucho más letales que las bayonetas y las salvas artilleras.


04. La represión constituye patente confesión de incapacidad para apelar a armas mejores; y decimos mejores por ser las únicas que, al final, se imponen.


05. La vida humana no supone felicidad perfecta. No vivimos, desde luego, en terrenal paraíso. Es erróneo, sin embargo, responsabilizar a las instituciones sociales de tan indudable realidad.


06. La actividad racional se diferencia de la irracional en que implica momentáneos sacrificios. No son éstos sino aparentes sacrificios, pues ampliamente quedan compensados por la favorable consecuencia posterior.


07. La división del trabajo distingue al hombre de los animales; convierte al débil ser humano, de menor fuerza que casi todas las bestias, en amo del mundo y creador de las maravillas de la tecnología.


08. La política económica, cualquiera que sea, con los medios que a su disposición tiene, puede enriquecer o empobrecer a las gentes; lo que, en cambio, no le cabe es ni darles la felicidad ni atender sus más íntimos deseos.


09. En una sociedad capitalista el control de los bienes de producción hállase siempre en manos de los que en cada momento mejor están empleándolos, debiendo el poseedor preocuparse constantemente de dar a aquéllos el destino de mayor productividad posible.


10. El individuo cívico contribuye con su laboriosidad tanto al bienestar propio como al ajeno, integrándose así pacíficamente en el orden social. El ladrón, en cambio, rehuye el trabajo honrado; lo que quiere es apropiarse del fruto de la labor ajena.


11. La propiedad privada de los medios de producción en modo alguno constituye privilegio que exclusivamente beneficiaría a los capitalistas; es, al contrario, específica institución que permite progresar a la sociedad y, por ende, beneficia a todos los componentes de la misma.


12. El hombre libre tiene que ser capaz de soportar el que sus semejantes actúen y vivan de modo distinto a como él lo haría. Es preciso que desterremos esa actual manía de llamar a los guardias en cuanto contemplamos algo que personalmente nos disgusta.


13. Si la organización prevalente impide al individuo promover el bienestar general, al tiempo que procura el propio, déjasele sin otra salida que la de luchar por enriquecerse a base de hundir a los demás en creciente pobreza, apelando a la violencia y la expoliación.


14. El recurrir a la fuerza bruta, es decir, a aquella violencia que no se halla respaldada por argumentos con los que la opinión pública comulgue, no hace más que aumentar los adeptos del contrario, en definitiva, El pensamiento, las ideas, buenas o malas, vencen siempre al puro salvajismo material.


15. Suele la gente pensar que el liberalismo se distingue de otras tendencias políticas en que procura beneficiar a determinada clase -la constituida por los poseedores, los capitalistas y los grandes empresarios- en perjuicio del resto de la población. El supuesto es erróneo. El liberalismo ha pugnado siempre por el bien de todos.


16. El liberalismo es una teoría que exclusivamente se interesa por la terrenal actuación del hombre. Procura, en última instancia, el progreso externo, el bienestar material de los humanos y, directamente, desde luego, no se ocupa de sus necesidades metafísicas, espirituales o internas. No promete al hombre felicidad y contento; simplemente la satisfacción de aquellos deseos que, a través del mundo externo, cabe atender.


17. Los partidos políticos, a los que, en general, podemos calificar de "grupos de presión", buscan exclusivamente el bienestar de específicos estamentos, a quienes prometen hacer felices (a costa del resto del país) gracias a la personal entrega y dedicación de sus carismáticos jefes. La verdad, por desgracia, es que los modernos partidos y sus respectivas ideologías surgieron como reacción contra el liberalismo, en defensa de intereses particulares.


18. La sociedad humana es una asociación de individuos deseosos de actuar conjuntamente, de cooperar entre sí. Frente a la aislada actividad individual, tal acción concertada, basada en el principio de la división del trabajo, posee la ventaja de generar una productividad mayor. Cuando los hombres, coordinadamente, laboran conforme a tal principio (permaneciendo igual todo lo demás) obtienen un producto, no igual a la suma de los diversos esfuerzos autosuficientes, sino considerablemente superior. En esto se basa la civilización humana.


19. Las argucias e infundios del político que, posiblemente de buena fe, apela a la demagogia, no sirven, al final, sino para dar amparo a quienes, en el fondo, laboran por la destrucción de la sociedad. El progreso social, el desarrollo e intensificación de los vínculos humanos no pueden ser impulsados mediante falacias ni engaños. Poderío terreno alguno, ni menos aún "estratégicas" habilidades o mañosas argucias inducirán a las gentes a aceptar un sistema cuya mecánica no comprenden y que, de momento, abiertamente rechazan.


20. El fascismo atrae a gentes horrorizadas por las infamias comunistas. Lo malo es que, a medida que se vayan borrando del recuerdo los crímenes bolcheviques, el socialismo volverá a ejercer su influjo sobre las masas cada vez en mayor grado. El fascismo combate al marxismo prohibiendo la difusión del ideario y aniquilando a quienes lo propagan. Pero eso es inefectivo; si, de verdad, en tal pugna, se quiere vencer, no hay más remedio que recurrir al mundo de las ideas; y, en tal terreno - notésmoslo bien- sólo hay una filosofía que pueda eficazmente desarticular el pensamiento marxista: la teoría del liberalismo.


21. El proceso productivo requiere no sólo esfuerzo laboral y recursos naturales, sino la concurrencia, además, de productos intermedios, o sea, factores naturales ya parcialmente transformados por trabajo humano previamente ejecutado. En el lenguaje económico distinguimos, por tanto, tres factores de producción: trabajo, tierra y capital. El concepto tierra comprende cuantas materias y energías la naturaleza pone a nuestra disposición en la corteza terráquea, incluidos naturalmente el subsuelo, el mar y el aire. Bienes de capital, en cambio, son productos intermedios elaborados por el esfuerzo humano a partir del elemento tierra con destino a ulteriores producciones, es decir, máquinas, herramientas, artículos manufacturados de toda clase, etc.


22. El liberalismo en nada se parece al anarquismo, ni, desde luego, comulga con sus principios. Sin un aparato de compulsión, evidentemente, peligraría la convivencia social; la amenaza de la fuerza, por desgracia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden alterar la cooperación pacífica de los seres humanos. El edificio social, en otro caso, queda a merced de cualquiera. Tiene que haber una institución investida de poder suficiente para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la salud, la libertad y la propiedad de los demás, pugnando contra la propia existencia de la convivencia social. Tal es la precisa misión que el liberalismo asigna al estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica.


23. Quien entienda que el beber o el drogarse resulta dañoso, libre es de proceder en consecuencia. La cuestión, por otro lado, no afecta tan sólo al alcohol y a las drogas. Si se admite el principio de que la mayoría puede imponer su sistema de vida a la minoría, no hay por qué detenerse. ¿Qué debemos hacer con el tabaco, el café, etcétera? ¿Y si el estado impusiera a todos los ciudadanos una dieta alimenticia correcta? Con los deportes, lo mismo; hay quienes se destrozaron con esfuerzos excesivos. Pocas gentes tienen continencia en los placeres sexuales; resulta difícil a muchos viejos comprender que les conviene la abstención o, al menos, una gran morigeración en ese terreno. ¿Hay que llamar también aquí al estado?


24. Atribuían los liberales al individuo medio capacidad intelectiva suficiente como para dilucidar correctamente los espinosos problemas que la cooperación social plantea; creían, consecuentemente, procedería aquél de modo razonable, en circunstancias normales. La claridad y autoevidencia de los razonamientos de los maestros liberales de tal manera habíanles deslumbrado que no concebían cómo podía haber nadie que de otro modo pensara. El error, sin embargo, en que incidían era doble; no es cierto, por un lado, que la mayoría goce de capacidad intelectual suficiente como para pensar lógicamente y, de otro, hay personas que, aun percatándose de la verdad, prefieren pequeña e inmediata ganancia personal a mayor y permanente bienestar general, aprovechando, en su dialéctica, que tal disfrute puedo hallarse brevemente desplazado en el tiempo.


25. Deléitase el crítico imaginando cuán maravilloso sería todo si pudiera él desarrollar su personal plan. En tales ensoñaciones, elimina al disidente, erigiéndose él, o persona que como él piense, en rector supremo del mundo. Ahora bien; sólo defiende la ley del más fuerte quien de mayor fuerza cree disponer; sólo aboga por la esclavitud quien jamás en el estado servil espera caer; sólo apoya la intolerancia religiosa quien piensa será su propia creencia la prevalente; sólo patrocina el gobierno oligárquico quien supone formará parte de la correspondiente oligarquía; y sólo admira la dictadura y el despotismo quien es lo suficientemente inmodesto como para abrigar la esperanza de que él podrá llegar a ser el déspota o dictador ilustrado de turno o, al menos, el déspota o el dictador del correspondiente dictador. Nadie, desde luego, desea ser el débil, el esclavizado, el sometido, el subprivilegiado o el ciudadano sin derechos. Por eso, el socialista, en su imaginaria construcción, invariablemente aparece como el supremo rector o, en todo caso, como el mentor de tal rector. No hay, consecuentemente, vida más digna de ser vivida, piensa siempre el partidario del socialismo en sus fantásticas lucubraciones.

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