Frases de Las pequeñas virtudes

Las pequeñas virtudes

24 frases de Las pequeñas virtudes (Le piccole virtu) de Natalia Ginzburg... Libro de Natalia Ginzburg.

Frases de Natalia Ginzburg

Frases de Las pequeñas virtudes Natalia Ginzburg

01. En relación con la educación de los hijos, pienso que se les debe enseñar, no las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia respecto al dinero; no la prudencia, sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber. Solemos hacer, sin embargo, lo contrario: nos apresuramos a enseñar el respeto por las pequeñas virtudes, basando en ellas todo nuestro sistema educativo. Elegimos, de este modo, el camino más cómodo; porque las pequeñas virtudes no encierran ningún peligro material, antes bien, resguardan de los golpes de la fortuna. Olvidamos enseñarles las grandes virtudes y, no obstante, las amamos, y queremos que nuestros hijos las tengan; pero confiamos en que broten espontáneamente de su ánimo, algún día futuro, considerándolas de naturaleza instintiva, mientras que las otras, las pequeñas, nos parecen el fruto de una reflexión y de un cálculo, y, por eso, pensamos que deben ser absolutamente enseñadas.


02. La educación no es más que una cierta relación que establecemos entre nosotros y nuestros hijos, un cierto clima en que florecen los sentimientos, los instintos, los pensamientos.


03. Italia es un país dispuesto a doblegarse a los peores gobiernos. Es un país donde todo funciona mal, como se sabe. Es un país donde reina el desorden, el cinismo, la incompetencia, la confusión. Y, sin embargo, por la calle, se siente circular la inteligencia, como una vívida sangre. Es una inteligencia que, evidentemente, no sirve para nada. No se emplea en beneficio de alguna institución que pueda mejorar un poco la condición humana. Pero calienta el corazón y lo consuela, aunque se trate de un engañoso y acaso insensato consuelo.


04. Hay en Inglaterra catedrales bellísimas. No encerradas entre casas y tiendas, sino abiertas a prados verdes. Hay bellísimos cementerios, sencillas piedras escritas esparcidas por la hierba entre una profunda paz, a los pies de las catedrales. No las defiende muro alguno, están allí, en perpetua intimidad con la vida y, sin embargo, inmersas en una paz suprema.


05. Y están, también, todas las cosas que se hacen para no tener que hablar: unos se pasan las veladas dormidos en una sala de proyecciones, con una mujer al lado a la que, de esta forma, no están obligados a hablarle; otros aprenden a jugar al bridge; otros hacen el amor, que se puede hacer también sin palabras. Suele decirse que estas cosas se hacen para engañar el tiempo: en realidad se hacen para engañar al silencio.


06. Hay una cierta monótona uniformidad en los destinos de los hombres. Nuestras existencias se desarrollan según leyes viejas e inmutables, según una cadencia propia uniforme y vieja. Los sueños no se realizan jamás, y apenas los vemos rotos, comprendemos de pronto que las mayores alegrías de nuestra vida están fuera de la realidad. Apenas los vemos rotos, nos oprime la nostalgia por el tiempo en que bullían dentro de nosotros. Nuestra suerte transcurre en este alternarse de esperanzas y nostalgias.


07. Mi amiga dice a veces que está harta de trabajar y que le gustaría mandarlo todo a freír espárragos. Quisiera encerrarse en una taberna para beberse todos sus ahorros, o bien meterse en la cama y no volver a pensar en nada y dejar que vengan a cortarle el gas y la luz, dejar que todo se vaya a la deriva poco a poco. Dice que lo hará cuando yo me marche. Porque nuestra vida en común durará poco: yo me marcharé pronto y volveré a casa de mi madre, con mis hijos, una casa en la que no me estará permitido llevar los zapatos rotos. Mi madre me cuidará, me impedirá usar alfileres en vez de botones y escribir hasta las tantas de la noche. Y yo, a mi vez, cuidaré a mis hijos, venciendo la tentación de mandarlo todo a freír espárragos. Volveré a ser grave y maternal, como siempre me ocurre cuando estoy con ellos, una persona distinta de esta de ahora, una persona a la que mi amiga no conoce en absoluto.


08. Hoy que el diálogo se ha hecho posible entre padres e hijos -posible aunque siempre difícil, siempre cargado de prevenciones recíprocas, de recíprocas timideces e inhibiciones-, es necesario que nos revelemos, en este diálogo, tal como somos: imperfectos, confiando en que ellos, nuestros hijos, no se nos parezcan, sean más fuertes y mejores que nosotros.


09. Y somos gente ya sin lágrimas. Lo que conmovía a nuestros padres ya no nos conmueve en absoluto.


10. Las personas del otro sexo caminan a nuestro lado, nos rozan al pasar por la calle, tienen quizá pensamientos y designios respecto a nosotros que jamás podremos saber; tienen en su mano nuestro destino, nuestra felicidad. Entre ellas está acaso la persona que nos va bien, que podría amarnos y a la que nosotros podríamos amar, la persona justa para nosotros; pero ¿Dónde está? , ¿Cómo reconocerla? , ¿Cómo hacernos reconocer entre la multitud de la ciudad?


11. Lamentamos con nuestro amigo que seamos del mismo sexo, porque nos habríamos casado de haber sido de sexo distinto para poder estar siempre juntos.


12. ¿Cómo podría amar una cosa que no soy capaz de recordar?


13. En ocasiones estaba muy triste; pero nosotros pensamos, durante mucho tiempo, que se curaría de esta tristeza, cuando se decidiera a hacerse adulto: porque la suya nos parecía una tristeza como de muchacho, la melancolía voluptuosa y distraída del muchacho que aún no pisa la tierra y se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños.


14. Las relaciones humanas deben descubrirse de nuevo, reinventarse, cada día. Debemos recordar siempre que toda clase de encuentro con el prójimo es una acción humana y, por consiguiente, es siempre mal o bien, verdad o mentira, caridad o pecado.


15. Y la historia de las relaciones humanas no está jamás acabada en nosotros; porque poco a poco, sucede que se nos van haciendo demasiado fáciles, demasiado naturales y espontáneas las relaciones humanas: tan espontáneas, tan sin esfuerzo que no son ya riqueza, ni descubrimiento, ni elección, son sólo costumbres y complacencia, embriaguez de naturalidad.


16. Somos ya tan adultos, que nuestros hijos adolescentes empiezan a mirarnos con ojos de piedra; sufrimos por ello, aun sabiendo perfectamente lo que es esa mirada, aun recordando perfectamente que nosotros hemos tenido una mirada idéntica.


17. Inglaterra es bella y melancólica. Yo no conozco, a decir verdad, muchos países; pero me ha surgido la sospecha de que Inglaterra es el país más melancólico del mundo.


18. Un timbrazo nocturno, para nosotros, no puede significar sino la palabra "policía". Y es inútil decirnos y repetirnos a nosotros mismos que tras la palabra "policía" acaso hay ahora amigos a los que podemos pedir protección y ayuda. En nosotros, esa palabra engendra siempre desconfianza y espanto.


19. Una vez que se ha sufrido, la experiencia del mal no se olvida ya.


20. Aquél que ha visto derrumbarse las casas, sabe demasiado claramente cuán perecederos son los jarrones con flores, los cuadros, las paredes blancas. Sabe demasiado bien de qué está hecha una casa.


21. No podemos mentir en los libros ni en ninguna de las cosas que hacemos. Y acaso sea éste el único bien que nos ha traído la guerra. No mentir y no tolerar que nos mientan los demás.


22. Mi oficio es escribir, y yo lo conozco bien y desde hace mucho tiempo. Confío en que no se me entenderá mal: no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio.


23. (...) Pero el ser felices o infelices nos lleva a escribir de una u otra forma. Cuando somos felices, nuestra fantasía tiene más fuerza; cuando somos infelices, actúa de modo más vivaz nuestra memoria.


24. (...) Es un oficio bastante difícil, ya lo veis, pero es el más bonito que existe en el mundo. Los días y las cosas de nuestra vida, los días y las cosas de la vida de los demás a que nosotros asistimos, lecturas, imágenes, pensamientos y conversaciones: se alimenta de todo esto y crece en nuestro interior. Es un oficio que se nutre también de cosas horribles, come lo mejor y lo peor de nuestra vida, a su sangre afluyen lo mismo nuestros sentimientos buenos que los malos. Se nutre de nosotros y crece en nosotros.

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