
5 frases de Lagartija sin cola de José Donoso... Derrotado y escondido en Barcelona, el protagonista de esta novela narra la historia de la fuga que emprendió en compañía de su prima Luisa, tras abandonar con escándalo el movimiento informalista.
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Frases de Lagartija sin cola José Donoso
01. Ningún exterior dejó huella en mi pintura. Durante los años en que me dediqué a ella quemé toda mi vitalidad en un esfuerzo de la imaginación, de rigor, de cálculo, de emoción frente al problema sumo de la pintura, eliminando de mis lienzos toda sugerencia de objeto y de paisaje. Era una pintura que bien podía haber hecho sin jamás salir de este piso ni conocer otra cosa que las aborrecidas comodidades proporcionadas por Luisa.
02. Envidia, dijeron, naturalmente, porque el nombre de Muñoz-Roa es el menos brillante de todo el grupo, el que menos atención ha recibido, cosa que, debo declararlo inmediatamente, era totalmente inexacta. Envidia. ¿Que me suicidé por envidia? ¿Que me retiré del ruedo, que colgué el hábito, que me castré, en realidad, por envidia, por miedo a la competencia? No lo creo. Luisa sabe que no es verdad. No he sentido envidia por nada ni por nadie en toda mi vida.
03. ¿Mostrarme el fino ensamblaje de su cuerpo, más poderoso y distinto al de un hombre o de una mujer por ser tan joven y perfecto, no era una artimaña para indicarme que yo, maduro y sedentario, no tenía derecho a tocarlo? ¿Pero... Si yo movía las manos bruscamente -cinco, tres centímetros- y él me las cercenaba?
04. ¿Lo hice bien? ¿He hecho algo bien en mi vida? Probablemente no. Probablemente lo único bueno que podría hacer sería, pensé entonces, quedarme para siempre mirando el río transcurrir en el anochecer, desde esta ventana, en este pueblo perdido en la sierra de Caballa, sin hacer nada para tratar de justificarme, al fin y al cabo la existencia es gratuita, es dada gratuitamente, y también, qué bien lo sabía yo, se puede quitar gratuitamente. Esto, vivir aquí, encerrarse aquí en forma total, prescindir de los placeres más codiciados de la civilización, del trato con amigos de la misma categoría, del cine, de las exposiciones, de las mujeres bellas y sofisticadas, era, de cierta manera, quitarse la vida gratuitamente, una forma de suicidio. ¿No sería en el fondo llevar hasta sus últimas consecuencias el semisuicidio de haber apostatado de la pintura? Si esa apostasía mía de la pintura tenía algún significado más allá del gesto, ¿No debía desaparecer, y no era, entonces, Dors el sitio ideal para desaparecer?
05. ¿Y si volviera -quizás- a sentir la capacidad de enamorarme? ¿De algo...De alguien? Luisa, con sus pies encaramados en la balaustrada, tenía el sillón apoyado con las dos patas traseras, y el libro alzado, y el perfil alzado contra lo que quedaba de claridad, muy poca, en el cielo. Amistad: algo, algo nos envolvía a los dos, éramos cómplices, éramos aliados, éramos socios: en fin, eso quedaba del amor, y no estaba mal, y uno no podía quejarse verdaderamente, pero eso, claro, no tenía nada que ver con el placer...Con esa sangre completamente oxigenada que uno, de pronto, porque sí, sentía latir y correr por las venas y alimentarme...La pintura...Alguien alguna vez: sí, alguien, pero era un hecho que no podía dudarse que la fidelidad, y el amor, por algo, por una ciudad, por ejemplo, que una pasión por algo durara muchísimo más que la pasión que uno puede sentir por alguien.