Frases del libro "La paciencia de la araña" de Andrea Camilleri

La paciencia de la araña

Disfruta de estas 12 frases de "La paciencia de la araña"... Convaleciente de las heridas recibidas en su último caso, nuestro policía se siente confuso... Pero el extraño secuestro de Susanna Mistretta le dará fuerzas y la resolución del caso pondrá a prueba sus verdaderos valores, sus temores y convicciones.

Índice

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en las frases y pensamientos de "La paciencia de la araña", de Andrea Camilleri son: ficción con policías, depresión, secuestro, mantenerse fiel a las convicciones, temor, enfermedad.

Frases de "La paciencia de la araña"

01. El verdadero problema no es el cómo sino el porqué.


02. Siempre ocurre lo mismo en los hospitales: te curan la apendicitis y te matan de una pulmonía.


03. En general los secuestradores tienen más que ganar con el silencio, pero éstos hacen todo lo posible por armar jaleo.


04. Si lo piensas bien, los detalles que nos parecen esenciales pierden más el perfil y se desenfocan cuanto más los examinamos.


05. Tanto los honrados como los que no lo son experimentan cierta inquietud, lo que sirve para descubrir grietas en la coraza defensiva de todos ellos.


06. Hay al tilífuno uno que dice que es la luna. Y yo, creyendo que era una broma, le he contestado que yo era el sol. Se ha cabreado.


07. Las personas honradas piensan siempre que han hecho algo malo, tal vez sin darse cuenta. Mientras que las que no lo son creen que han actuado siempre con honradez.


08. ¡Piensa un poco, hombre! Un secuestro de este tipo no lo prepara una sola persona, Nicolò, y cualquier cómplice que hubiera escogido le habría dicho que los Mistretta casi no tienen ni para comprar pan.


09. Su madre se estaba muriendo de una enfermedad incurable: el rechazo a la vida. Una especie de depresión mortal. Y cuando le pregunté el motivo de esa depresión, porque yo creo que siempre hay un motivo, me contestó con evasivas.


10. El chalet de dos plantas debía de haber sido muy bonito en otros tiempos, pero ahora mostraba demasiadas señales de desidia y abandono. Y las casas, cuando uno ya no tiene la cabeza para dedicarse a ellas, lo notan y parecen hundirse en una vejez prematura.


11. Bajo la tensada colcha no se veía ningún bulto de cuerpo humano, ni siquiera las dos puntas a modo de colinas de los pies. Y aquella especie de pelotita gris olvidada sobre la almohada era demasiado pequeña para ser una cabeza; quizá fuese una vieja y gruesa pera de lavativa que había perdido el color. Avanzó dos pasos y el horror lo paralizó.


12. Quise ver, aunque entonces no lo sabía, el lugar donde tu odio empezó a echar raíces, a crecer imparable mientras aumentaba en la estancia el olor de las medicinas, los excrementos, el sudor, la enfermedad, el vómito, el pus, la gangrena que había devastado el corazón de aquella cosa que yacía en la cama, el odio que has contagiado a quien tenías al lado...

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