8 frases de La hora de los caballeros (The gentlemen) de Don Winslow... Cuando una leyenda del Surf local es asesinado a la salida de un bar, Boone Daniels investiga al acusado de asesinato y descubre turbias conexiones.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Don Winslow son: detective privado, surf, asesinato, san diego, artes marciales, drogas, ficción con nazis, narcotraficantes.
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Frases de La hora de los caballeros Don Winslow
01. Pete es guapísima, inteligente, divertida e intrépida. Pero también es una abogada que da mucha importancia a su profesión, muy discutidora, tremendamente ambiciosa y no practica surf.
02. No tiene carrera de verdad, no tiene dinero de verdad (vale: no tiene dinero y punto) ni tiene una relación de verdad.
03. La Hora de los Caballeros, el segundo turno del horario diario de surf, reemplaza al Club del Amanecer, a medida que los hombres más jóvenes y más impetuosos de la sesión de las primeras horas de la mañana van a sus trabajos y dejas la playa a los veteranos mayores: jubilados, médicos, abogados y empresarios de éxito que no tienen que cumplir un horario de nueve a cinco.
04. Ya dispone de la cámara, que venía con el equipo básico inicial para detectives privados, junto con el cinismo, un manual de dichos ingeniosos y una banda sonora con saxofón.
05. La (triste) verdad es que un detective privado se pasa mucho más tiempo buscando papeles que sentado en su oficina bebiendo bourbon, con una rubia de piernas largas tendida sobre las rodillas, implorándole un castigo sexual por sus pecados, mientras en el fondo gime un saxo tenor.
06. El Gobierno quiere aplastar el crimen organizado. Es tronchante. ¡Si el crimen organizado es el propio Gobierno! La única diferencia entre ellos y nosotros es que ellos son más organizados.
07. Tiene la típica sonrisa de "me importa de un carajo" que lucen todos los mafiosos; se la deben de enseñar en la academia de la mafia.
08. Uno no podía delimitar un trozo de océano como si fuera un terreno de su propiedad. Lo que tenía de bueno el mar era que no estaba en venta: no podías comprarlo, poseerlo ni cercarlo, por más que los nuevos hoteles de lujo que estaban apareciendo en la orilla como si fueran lesiones cutáneas intentaran bloquear los caminos de acceso a la playa y mantenerlos "privados". El océano, en opinión de Boone, era el último bastión en el que aún imperaba la democracia pura: cualquiera -sea cual fuere su raza, su color, su credo, su posición económica o la falta de esta- podía compartirlo.