Frases de La feria de las vanidades - 2

27. Es frecuente ver a una mujer disimulando la estupidez de un marido imbécil o calmando los arrebatos de uno furibundo. Aceptamos este servilismo y lo agradecemos, y llamamos a tan amable traición fidelidad.


28. ¿Qué saben los hombres de los tormentos de las mujeres? Nos volveríamos locos si hubiéramos de soportar la centésima parte de las penas diarias que muchas de ellas llevan con resignación.


29. Y aun suponiendo que la hubiera conquistado, ¿Quién me dice que al día siguiente de mi triunfo no habría sufrido un desengaño? ¿Por qué llorar, por qué avergonzarme de la derrota?


30. Más fácil le resultó al joven George, que había manejado a su madre a su antojo, dirigir la voluntad de su pomposo y estúpido abuelo, cuya vanidad corría pareja con su ignorancia.


31. ¿Quién no ha observado la crueldad con que suelen tratarse las mujeres? ¿Ha sufrido nunca el hombre torturas comparables a las que deben soportar las pobres mujeres de las tiranas de su sexo? ¡Desgraciadas víctimas!


32. Si supiésemos cómo nos juzgan nuestros íntimos y los individuos de nuestra familia, probablemente desearíamos abandonar un mundo donde nos sería imposible vivir, por hallarnos constantemente bajo el peso de un terror intolerable.


33. El odio, la cólera, el deseo, podían dar a sus ojos un brillo pasajero, pero por lo general era la suya una mirada apagada, como hastiada de contemplar un mundo cuyos placeres y belleza habían dejado de interesarle.


34. (...) Las dejamos salir libremente, con sonrisas, con sortijas, con sombreros, que las cubran igual que velos. Pero su alma ha de ser para un solo hombre, a quien obedecen de buena gana, y consienten en permanecer en casa, igual que esclavas, para servirnos y afanarse por nosotros.


35. Al decir "la creme", ni me refiero a los más virtuosos ni a los menos virtuosos, ni a los más sabios ni a los más ignorantes, ni a los más ricos ni a los más ilustres, sino sencillamente a "la creme", es decir, a las personas que nadie pone en duda.


36. ¡Oh, corazón atribulado! ¡El árbol más hermoso de todo el bosque, con el tronco más derecho, las ramas más fuertes y el más tupido follaje, el que has elegido para hacer el nido y para gorjear, tal vez esté marcado y caiga con un crujido dentro de poco! ¡Qué anticuado es este símil entre los árboles y los hombres!


37. "Siempre hubo clases. Siempre hubo ricos y pobres", dice el opulento mientras saborea copas de buen vino sin acordarse de enviar al pobre Lázaro las migajas que caen de su mesa. Tiene razón, pero lo que no me explico es que la lotería de la vida conceda a unos ricas y lujosas telas, y a otros, andrajos y el calor de algún perro como único abrigo.


38. ¿Qué es preferible, hermano lector: morir rico y célebre o pobre y olvidado? ¿Poseer riquezas y verse obligado a dejarlas, o abandonar este mundo después de haber jugado y haber perdido? Debe de ser extraño ver llegar el día en que uno ha de decirse: Mañana poco me importará el éxito o el fracaso. Saldrá el sol y millones de hombres irán a su trabajo o a sus placeres como de ordinario; pero yo ya no formaré parte del bullicio.

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