Frases de La buena letra

La buena letra

7 frases de La buena letra de Rafael Chirbes... Libro de Rafael Chirbes.

Frases de Rafael Chirbes

Frases de La buena letra Rafael Chirbes

01. La buena letra es el disfraz de las mentiras.


02. El año pasado le regalé a tu mujer un juego de sábanas bordadas con los nombres de tu padre y mío. Le gustaban mucho y cada vez que venía por casa, me insistía para que se las diese: Hace un mes me dijo de pasada que se las dejó en un baúl del trastero del chalet, que se han enmohecido y echado a perder. Te parecerá una tontería, pero me pasé la tarde llorando. Miraba las fotos de tu padre y mías, y lloraba. Así toda la tarde, ante el cajón del aparador en el que guardo las fotografías.


03. ¿Y si juntáramos un poco de dinero y yo te llevase a París? ¿Te gustaría? Yo me echaba a reír y le decía que para qué París, si estábamos bien en casa... Entonces él encendía la luz de la habitación, se levantaba, buscaba la cajetilla de tabaco, prendía un cigarrillo y se ponía a fumar sentado en el borde de la cama. "¿Te das cuenta? ", me decía, "los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero. Tienes razón, Ana, ¿Qué coño íbamos a hacer tú y yo en París, si no sabemos ni dónde tenemos la mano derecha? ".


04. Cada noche me preguntaba si es que los demás no se daban cuenta de que la miseria no nos dejaba querernos... Una tarde, cogí a tu hermana y me la llevé al cine. Ni siquiera sabía qué película pasaban aquel día. Sólo quería vengarme de los otros. No me importó que las vecinas me viesen entrar... Por la noche, en casa, tu padre, que ya se había enterado, me besó, me acarició el pelo. Entonces sentí que aquella lucha desesperada por la supervivencia era la forma de amor que nos habían dejado.


05. Ahora sabía que la salvación era el calor que notaba cuando me acercaba a la cama de tu hermana, y también el silencio de tu padre viendo impasible cómo una desconocida empujaba a su mujer y a su hija. Esa era la salvación, el amor.


06. Nos habíamos convertido en mulos de noria. Empujábamos, ciegos y mudos, buscando sobrevivir, y, a pesar de que nos dábamos todo unos a otros, era como si sólo el egoísmo nos moviese. Ese egoísmo se llamaba miseria. La necesidad no dejaba ningún resquicio para los sentimientos. Lo veíamos a nuestro alrededor.


07. (...) Palabras que son de un vidrio tan delicado que si uno las usa una sola vez, se rompen y vierten su contenido y manchan.

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