31 frases de La brigada de Anne Capestan (Poulets grillés) de Sophie Hénaff... Mientras la joven policía Anne Capestan está suspendida por un episodio poco claro, su jefe la pone al frente de una brigada especial, sin nombre, sin coche y sin armas. ¿Podrán resolver dos extraños casos?.
Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Sophie Hénaff son: parodia, policías, ficción con policías, asesinato, crimen sin resolver, misterio, parís, detective.
Frases de Sophie Hénaff Libros de Sophie Hénaff
Frases de La brigada de Anne Capestan Sophie Hénaff
01. - ¿Y tú, tienes familia? -Sí. Un perro y un hijo. Pero el que más me llama por teléfono de los dos, aunque no lo parezca, es el perro.
02. La reunión se estaba convirtiendo en una sesión de desmotivación, tenía que intervenir. La comisaria paseó la mirada por los allí reunidos, sin fijarse en nadie en concreto, pero lo realmente excepcional fue que se dirigió a ellos sin sonreír: -En las películas de guerra, el que dice «la vamos a palmar» nunca ayuda a nadie. Así que vamos a dejarlo ahora mismo y a olvidarnos de una vez para siempre del «antes, antes». Antes de aterrizar aquí, ya éramos unos apestados. Todos nosotros. No merece la pena presumir de que éramos los reyes de los mares en el muelle de Les Orfevres, el castigo nos lo impusieron hace mucho tiempo.
03. (...) Parecía vivir parcamente. Tenía pinta de no atreverse a abrir el buzón.
04. En esta sociedad, cada vez que pagas algo estás votando. ¡A las urnas que les den, lo que cuenta es el carrito del súper!
05. Y luego, sencillamente, esperó, alargando el momento para dejarle vía libre a la paranoia que, con absoluta certeza, acabaría disparándose. Torrez causaba ese efecto. En su presencia, los polis actuaban como si padecieran aracnofobia y estuvieran dentro de una cesta de migalas. Los más temerarios apenas conseguían no salir corriendo. A veces, algún cabeza loca se las daba de torero y se acercaba, con el cuerpo alerta. Una mirada y se marchaba. Los locos juegan con la muerte, pero no con el mal fario. El mal fario te garantiza lo peor: enfermedad, ruina, accidentes, para ti y para tus seres queridos, a fuego lento y sin ninguna gloria. El mal fario gangrena lo que menos te esperas.
06. Aquel tipo tenía una impasibilidad hierática, que a veces quebraba un arranque de arrogancia.
07. La mandaban al aparcadero. Así de fácil. Al vertedero, más bien. Una unidad de repudiados, la morralla vergonzante del departamento, todos juntos en un contenedor de desechos. Y ella era la guinda del pastel que hundía al camello, la jefa.
08. Se enfrentó a su hamburguesa con queso con cara de explorador aventurero. Estaba descubriendo el territorio virgen de la comida rápida y le hincó el diente valientemente al bollo de pan. De la parte de atrás de la hamburguesa salió disparado un chorro de kétchup. Cual surfista en equilibrio precario, una rodaja de pepinillo se deslizó por la salsa para aterrizar en la corbata, ya manchada, del capitán.
09. - ¿Se llama Piloto por Senna o por los aviones? -Por ninguno, se llama Piloto como los episodios piloto. El primero de una serie. Dax, sorprendido, dejó de masticar: - ¿Quieres tener varios perros? -No, serie. Una serie televisiva.
10. En estos tiempos en que el ADN y las pruebas científicas lo son todo, (...) seguía apostando por las pruebas testimoniales de toda la vida: la confesión pormenorizada. Detalles que cotejar, algunos remordimientos, el alivio que suelta la lengua y, por fin, la última palabra del relato. Los hombros del sospechoso se relajan, el culpable firma la paz recobrada y el madero puede saborear como un melómano el sonido del bolígrafo sobre el papel.
11. A grandes rasgos, la policía de Ile-de-France va a estar muy cerca de resolver el cien por cien de los casos, y usted, el cero por ciento. Solo una unidad de incompetentes en toda la zona. Como ya le digo, se trata de acotar.
12. (...) No creía en los gafes, pero le tenía miedo a la perseverancia de los pesimistas.
13. En todos los equipos hay un genio de la informática, pero en el nuestro no. Nosotros tenemos un gilipollas de la informática.
14. Voy a resumirle el asunto: estamos haciendo limpieza en la policía para pulimentar las estadísticas. A los borrachos, los tarados, los depres, los vagos y otros cuantos, a todos los que son un estorbo para nuestros servicios, pero que no podemos echar, los vamos a juntar en una brigada para luego dejarla olvidada en un rincón. Y estará bajo su mando.
15. Iba a casarse con ella, su pasión, su isla. Le costaba creérselo. Cada vez que se acordaba, sentía una vaharada de calor que siempre lo sorprendía.
16. La dicha le atenazaba el pecho, una dicha tan vibrante que rayaba en la tristeza, como una nostalgia de efecto inmediato.
17. Nunca hacía ningún comentario, sobre nada. Siempre tenía aquella expresión amable pero sin concesiones, de los que te deja cara a cara con tus responsabilidades. No había forma de alterarlo.
18. La lluvia martilleaba en el entoldado y los transeúntes iban por la acera deprisa, algunos se habían refugiado en la puerta cochera que había enfrente del bar y miraban al cielo para que no se les pasara algún claro efímero. Una violenta ráfaga de viento se coló en la calle, poniendo los paraguas del revés y arrastrando prospectos. El agua de los charcos temblaba y el redoble de un trueno anunció la inminencia del diluvio.
19. Las bromas que al principio parecían inocentes empezaban a levantar ampollas: tendemos a perdonar menos a quienes envidiamos.
20. Primero mataba con las manos, siguiendo un impulso salvaje a flor de piel, y luego sentaba al cadáver y le devolvía cierta dignidad. Asfixiaba pero luego peinaba. Ese hombre pasaba de la rabia al remordimiento en cuestión de segundos. Albergaba demasiadas emociones en un cuerpo excesivamente estanco.
21. En las inmediaciones de la fuente de Les Innocents, los chicos berreaban y las chicas chillaban. La fauna adolescente se repartía el barrio de Les Halles en aquellos últimos días del veranillo de San Miguel.
22. Observaba la vida con el mismo entusiasmo que una foca entre las olas.
23. -Me toca tomar el relevo durante dos horas. Él está haciendo un descanso. - ¿Os estáis relevando? ¿Hacéis descansos para comer durante una huelga de hambre? - inquirió el policía con tono malévolo. -Exactamente -confirmó Évrard mientras Dax asentía con los labios apretados. - ¿Os creéis que somos gilipollas?
24. - ¿Te haces idea de lo que significa ser gay en la policía? -Para empezar, eres el único que dice "gay". Lebreton sonrió ante semejante obviedad. -Sí, eso de entrada.
25. Como la brigada tenía las mismas posibilidades de conseguir una comisión rogatoria que un sapo de ganar un Nobel, había que sortear los permisos administrativos. En teoría, Dax parecía el hombre indicado. Pero, al acercarse, Capestan vio que el teniente estaba dibujando a Bart Simpson en la pizarra que acababa de montar Lewitz y le entraron ciertas dudas. Cuando Dax pegó el chicle en la nariz del personaje, ya estaba resignada. A pesar de todo, lo intentó.
26. Pasar las vacaciones en Las Vegas no lo arregla todo, pero para el inglés algo ayuda.
27. La brillantísima comisaria Capestan, estrella de su generación, campeona de todas las categorías de ascensos fulgurantes, había disparado una bala de más. Desde entonces, había comparecido ante la comisión disciplinaria y le habían caído varias amonestaciones y seis meses de suspensión de empleo. Y luego, silencio de radio, hasta el telefonazo de Buron. Su mentor, y ahora mandamás en el 36 del muelle de Les Orfevres, por fin había roto su mutismo. Había citado a Capestan. Un 9 de agosto. Le pegaba mucho. Era una forma sutil de indicarle que no estaba de vacaciones sino suspendida de empleo.
28. ¿De qué servía alcanzar el éxito sin nadie al lado para alardear de ello? Su vida se parecía cada vez más a un anuncio contra el aislamiento.
29. No le disgustaba trabajar con Capestan. La alumna modélica que desbarra, la dulzura Kalashnikov. Un bomboncito para los guiones, la chica esta. Normalmente, a Rosière no le gustaban las típicas burguesas, pero aquella tenía gancho, reconozcámoslo. Y, por si fuera poco, no era una plasta. Poseía una autoridad natural, una auténtica fuerza de voluntad, pero ni mucho menos era de esas que te pisan la yugular.
30. Tenía un don inconsciente: era amable sin ser blanda, firme sin ser dura, tenía una autoridad empática.
31. De no ser tan impulsiva, podría haberse convertido en una negociadora de altos vuelos, pero no sabía resistirse a las provocaciones. En las investigaciones, en los interrogatorios, y hasta en las partidas de dardos, nunca actuaba a la defensiva, sino siempre al ataque.