Frases de La balada del café triste

La balada del café triste

19 frases de La balada del café triste (The ballad of the sad café) de Carson McCullers... Bajo el título de uno de ellos, el que da nombre al libro, se agrupan varios de los relatos más significativos de la singular y sutil narrativa de Carson McCullers.

Los principales temas, lugares o acontecimientos históricos que destacan en el libro de Carson McCullers son: relaciones personales, soledad, melancolía, vida en pareja, aventuras amorosas.

Frases de Carson McCullers

Frases de La balada del café triste Carson McCullers

01. El amor es una experiencia común a dos personas. Pero el hecho de ser una experiencia común no quiere decir que sea una experiencia similar para las dos partes afectadas.


02. El amado teme y odia al amante, y con razón: pues el amante está siempre queriendo desnudar a su amado. El amante fuerza la relación con el amado, aunque esta experiencia no le cause más que dolor.


03. Cuando se ha vivido alguna vez con otra persona, es un tormento tener que vivir solos. El silencio de una habitación donde arde el fuego, cuando de pronto se para el tictac del reloj; las sombras obsesionantes de una casa vacía...


04. Existe un tipo de personas que tienen algo que las distingue de los mortales corrientes; son personas que poseen ese instinto que solamente suele darse en los niños muy pequeños, el instinto de establecer un contacto inmediato y vital entre ellos y el resto del mundo.


05. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor arrebatado, extravagante y bello como los lirios venenosos de las ciénagas. Un hombre bueno puede despertar una pasión violenta y baja, y en algún corazón puede nacer un cariño tierno y sencillo hacia un loco furioso. Es sólo el amante quien determina la valía y la cualidad de todo amor.


06. El corazón herido de un niño se encoge a veces de tal forma que se queda para siempre duro y áspero como el hueso de un melocotón. O, al contrario, es un corazón que se ulcera y se hincha hasta volverse una carga penosa dentro del cuerpo, y cualquier roce lo oprime y lo hiere.


07. El pueblo de por sí ya es melancólico. No tiene gran cosa, aparte de la fábrica de hilaturas de algodón, las casas de dos habitaciones donde viven los obreros, varios melocotoneros, una iglesia con dos vidrieras de colores, y una miserable calle Mayor que no medirá más de cien metros...


08. A la gente, cuando no es completamente tonta o está muy enferma, no se la puede coger y convertir de la noche a la mañana en algo más provechoso. Así que la única utilidad que miss Amelia veía en la gente era poder sacarle el dinero.


09. Con mucha frecuencia, el amado no es más que un estímulo para el amor acumulado durante años en el corazón del amante. No hay amante que no se dé cuenta de esto, con mayor o menor claridad; en el fondo, sabe que su amor es un amor solitario. Conoce entonces una soledad nueva y extraña, y este conocimiento le hace sufrir. No le queda más que una salida, alojar su amor en su corazón del mejor modo posible; tiene que crearse un nuevo mundo interior, un mundo intenso, extraño y suficiente.


10. Siempre había un montón de gente esperando junto a un molino; pero en las casas no tenían casi nunca carne suficiente, ni vestidos, ni tocino. La vida llegaba a convertirse en una larga y turbia rebatiña, sólo para conseguir lo necesario para mantenerse vivos. Lo más desconcertante es que todas las cosas útiles tienen un precio y se compran sólo con dinero, y que así es como está organizado el mundo. Sin tener que pararse a pensar, ya sabe uno cuál es el precio de una bala de algodón o de un cuartillo de melaza. Pero a la vida de un hombre no se le ha puesto precio: nos la dan de balde y nos la quitan sin pagárnosla. ¿Qué valor puede tener? Si se pone uno a considerar, hay momentos en que parece que la vida tiene muy poco valor, o que no tiene ninguno. Cuántas veces, después de haber estado uno sudando, y esforzándose, y las cosas no se le arreglan, se le mete a uno en el fondo del alma el sentimiento de que no vale gran cosa.


11. Sí, el pueblo es lúgubre. En las tardes de agosto la calle está vacía, blanca de polvo, y allá arriba el cielo es brillante como cristal. Nada se mueve. No se oyen voces de niños, sólo el zumbido del molino. Los melocotoneros parece que se tuercen más cada verano, y sus hojas son de un gris apagado y de una levedad enfermiza. La casa de miss Amelia se inclina tanto hacia la derecha que ya es sólo cuestión de tiempo el que se caiga del todo, y la gente tiene cuidado de no pasar por el patio. En el pueblo no se puede comprar buen licor; la destilería más cercana está a ocho millas, y el licor de allí es tan malo que a quienes lo beben les salen en el hígado unas verrugas como puños y caen en peligrosos ensueños interiores. No hay absolutamente nada que hacer en el pueblo: dar la vuelta a la alberca, quedarse dando patadas a un tronco podrido, pensar qué puede uno hacer con la rueda de carro vieja que está a un lado del camino, junto a la iglesia. El alma se pone enferma de aburrimiento.


12. Ya es cosa sabida que si se escribe un mensaje con zumo de limón en una hoja de papel, no queda rastro de la escritura; pero si se expone el papel al fuego, las letras se vuelven de un color castaño y se puede leer lo escrito. Imaginad que el whisky es el fuego y que el mensaje está oculto en el alma de un hombre; entonces se comprenderá el valor del licor de miss Amelia. Muchas cosas que han pasado sin que se supiera, pensamientos relegados a las profundidades del alma, salen de pronto a la luz y se hacen patentes. Un hilandero que no ha estado pensando toda la semana más que en los telares, la comida, la cama, y otra vez los telares, al llegar el domingo bebe de aquel whisky y tropieza con un lirio silvestre. Y toma el lirio en su mano, se queda contemplando la delicada corola de oro, y de pronto se siente invadido por una ternura tan viva como un dolor. Y un tejedor levanta de pronto la mirada y por primera vez descubre el cielo radiante de una noche de enero, y se siente sobrecogido de temor al pensar en su propia pequeñez. Ésas son las cosas que ocurren cuando un hombre ha bebido el licor de miss Amelia. Podrá sufrir, podrá consumirse de gozo; pero la verdad ha salido a la luz: ha calentado su alma y ha podido ver el mensaje que estaba oculto en ella.


13. Las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor.


14. Pero a la vida de un hombre no se le ha puesto precio: nos la dan de balde y nos la quitan sin pagárnosla.


15. La gente no se siente nunca tan a sus anchas ni tan libre de cuidados como cuando entrevé la posibilidad de alguna conmoción o calamidad.


16. Es una música que ensancha el corazón, que estremece de éxtasis y temor a quien la escucha.


17. Le gustaba ver trabajar a los demás, como les pasa a todos los vagos de nacimiento.


18. No hay una paz comparable a la quietud de las primeras noches frías del año.


19. En el pueblo se decía que si (...) tropezaba con una piedra en la carretera, miraba inmediatamente a su alrededor para ver a quién podría demandar.

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