Frases de Hambre - 2

27. ¡Todo podía suceder! ¡Sería un triunfo! Tenía tal confianza en mí mismo que era capaz de acabar mi drama aquella misma noche, y antes de ocho días, haría doblar las rodillas a la joven... Con todos sus encantos, sí, con todos sus encantos...


28. (...) Finalmente me metí el dedo índice en la boca y empecé a chuparlo. Algo comenzó a moverse en mi cerebro, un pensamiento que se iba abriendo camino allí dentro, un invento completamente loco: ¿Y si lo mordiera? Y sin pensarlo ni un instante cerré los ojos y apreté los dientes.


29. Me había dormido echado en el banco y era el agente quien me despertaba. Me devolvían implacablemente a la vida y a la miseria. Mi primer sentimiento fue una estúpida extrañeza al encontrarme fuera de la hermosa estrella, pero pronto dejó lugar a un amargo descorazonamiento. Estaba a punto de llorar de pena por estar aún en la vida.


30. ¡No, no volvería aquella noche al bosque, pasara lo que pasase! No tenía fuerzas, ¡Y el camino era tan infinitamente largo! Procuré acomodarme lo mejor posible, decidido a pernoctar en donde estaba. Si llegase a hacer demasiado frío, podría pasearme un poco por el lado de la iglesia; ¡No tenía intención de dar más paseos! Me recosté contra la pila de planchas, bien acurrucado. El ruido disminuía a mi alrededor, las tiendas se cerraban, los pasos de los peatones eran cada vez menos frecuentes, y poco a poco se hizo la oscuridad en todas las ventanas...


31. Has empleado la fuerza contra mí, ¿Acaso no sabes que nunca me doblego ante la adversidad? ¿No deberías saber eso? ¿Estabas dormido cuando creaste mi corazón? Mi vida entera y cada gota de mi sangre se alegran de insultarte y de escupir sobre tu gracia. A partir de este momento renunciaré a todo lo que has hecho y a todo lo que eres, maldeciré a mi pensamiento si vuelve a pensar en Ti, y me arrancaré los labios si vuelven a mencionar tu nombre. Si existes te digo la última palabra en la vida y en la muerte: adiós. Y luego me callo, te doy la espalda, y me marcho...


32. (...) No sentía ningún dolor; El hambre me había embotado la sensibilidad; Por el contrario, me sentía deliciosamente vacío, sin ningún contacto con lo que me rodeaba, y feliz por no ser visto de nadie. Extendí las piernas sobre el banco y me volví hacia atrás; Así podía sentir mejor todo el bienestar de la separación. No había ni una nube en mi alma, ninguna sensación de malestar y, tan lejos como podía llegar mi pensamiento, no envidiaba nada, no tenía ni un deseo insatisfecho. Estaba tumbado con los ojos abiertos, en un estado singular; Estaba ausente de mí mismo, me sentía deliciosamente lejano.

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