Frases de El último tren a la zona verde

El último tren a la zona verde

20 frases de El último tren a la zona verde (The last train to zona verde) de Paul Theroux... Libro de Paul Theroux.

Frases de Paul Theroux

Frases de El último tren a la zona verde Paul Theroux

01. Había sido tan complicado, tan difícil llegar aquí, todo tan lleno de traspiés e incertidumbres, ya desde la frontera, donde yo era el único extranjero distinguible, un polo de atracción para pesados y charlatanes. Yo era una figura visible y solitaria, y, después de dos días dando tumbos, había llegado a aquella ciudad provinciana, una especie de victoria si se valoraba la experiencia de atravesar la miseria y, en apariencia, hacer realidad la fantasía de haber abierto un camino nuevo por mí mismo.


02. Siempre hay una forma de seguir adelante si no hay prisa.


03. Odio la doma de animales, sobre todo los animales grandes que están tan a gusto en la naturaleza. Aborrezco los números de circo con animales engañados, tigres domesticados o leones que rugen de impotencia mientras dan zarpazos al aire y se tambalean sobre pequeños taburetes. Soy enemigo de los zoos y de todo lo relacionado con encerrar odio la doma de animales, sobre todo los animales grandes que están tan a gusto en la naturaleza. Aborrezco los números de circo con animales engañados, tigres domesticados o leones que rugen de impotencia mientras dan zarpazos al aire y se tambalean sobre pequeños taburetes. Soy enemigo de los zoos y de todo lo relacionado con encerrar o contener animales.


04. En un viaje, el tiempo es un factor importante, uno de los más cruciales.


05. El sufrimiento no tiene valor, pero hay que sufrir para saberlo.


06. Nunca me ha parecido fácil viajar, pero la dificultad hacía que fuera más satisfactorio porque en ese sentido se parecía al acto de escribir: tantear en la oscuridad, vagar hacia lo desconocido, llegar a comprender la condición de extraño.


07. (...) Cuanto más viajaba, más crecía mi instinto hogareño. Con la edad, los consuelos del hogar asumen más significado.


08. El tiempo tiene para mí ahora mucho más significado que antes. En estos momentos soy muy consciente del tiempo despilfarrado y oigo el tictac del reloj con más insistencia. Detesto la idea del viaje como déja vu. ¡Quiero ver algo nuevo, algo diferente, algo cambiado, algo maravilloso, algo extraño!


09. Cuando se pasan largos periodos viajando, tiene que haber algo de revelación; si no, es más despilfarro.


10. Leer sobre un lugar lejano puede ser un placer en sí mismo, y uno puede agradecer el hecho de estar leyendo el relato de un mal viaje sin tener la nariz llena de polvo ni el sol en la cabeza. Pero leer puede ser también un poderoso estímulo para viajar. Y eso me ocurrió a mí desde el principio. La lectura y la inquietud -la insatisfacción en casa, la amargura de estar encerrado y cierta idea de que el mundo real estaba en otro sitio- me hicieron viajero. Si Internet fuera todo lo que se dice que es, todos nos quedaríamos en casa y seríamos brillantes, profundos e ingeniosos. Pero, con tanta información contradictoria, hay más razones que nunca para viajar: ver más de cerca, aprender más, distinguir lo auténtico de lo falso; comprobar, oler, tocar, saborear, oír y, a veces -cosa importante -, sufrir las consecuencias de esa curiosidad.


11. Caminé una hora y luego volví por una ruta distinta y me dispuse a esperar a que pasara el fin de semana. Una vez más, uno de esos interludios vacíos en el viaje, un retraso sofocante y poco fructífero, en el que no hay nada más que una sensación creciente de soledad e incertidumbre, un ensombrecimiento de las perspectivas, la condición de extranjero con todas las sospechas que eso despierta.


12. Surge algo restrictivo y claustrofóbico cuando el viajero se ve limitado a las ruinas de alcantarillas y los callejones urbanos sin salida. Yo me había hecho viajero para tener libertad de movimientos, y, en algunos de mis viajes más difíciles, me había sentido liberado por el espacio y la luz. Pocas veces he viajado por ciudades. En general las evito, todas las ciudades, no solo en África, sino en Asia y Latinoamérica también. Odio la ciudad por naturaleza, porque la vida urbana me parece desagradable, oculta y difícil de penetrar. Para mí, hasta las ciudades más maravillosas son lugares de soledad y encierro, en los que las personas se desconocen entre sí.


13. ¿Por qué iba a querer recorrer la miseria y el caos solo para escribir sobre esa misma fealdad y esa miseria? El infortunio no es exclusivo de África. La barriada marginal y sórdida en Luanda no solo es idéntica a la de Ciudad del Cabo, Johannesburgo y Nairobi; todas ellas se parecen enormemente, en su desesperación, a sus homólogas de otras partes del mundo. Un campamento ilegal en California reproduce en cada detalle un campamento ilegal en África, y a un escritor de viajes le merece la pena examinarlo precisamente por eso. Pero yo no soy ese escritor, no estoy tan entregado a las incomodidades ni tengo el corazón tan noble.


14. El habitante de la ciudad, para prosperar, debe tener talento para soportar los horrores, los acosadores, los malos olores, la música ruidosa, la mala educación, las astucias de los taxistas, la ausencia de árboles, los rostros amenazadores, el ruido, el chillido de las voces -en muchos casos, gritos-, los retumbos y los gemidos incesantes -el zumbido nocturno también, junto con las luces correspondientes-, la cercanía física -en especial la de las muchedumbres-, la falta de espacio, la experiencia diaria de chocar con otras personas - que es una violación constante de tu espacio y tu cuerpo-, el roce contra desconocidos, que es casi un tocamiento, lo que en nueva york se conoce con el nombre coloquial de "frote del metro".


15. Es imposible recorrer África por tierra en transporte público - como hice de El Cairo a Ciudad del Cabo y ahora de Ciudad del Cabo a Luanda- sin incluir las ciudades, horribles lugares en los que no hay nada que aprender salvo lo que ya sabías por los peores vecindarios de tu propio país. Un remedio para la repulsión que se siente al viajar así es el del aforista francés Nicolas Chamfort, que escribió: "Trágate un sapo por la mañana y no te toparás con nada más repugnante durante el resto del día".


16. Tener que pelear para subir a un autobús sucio es indigno y tedioso para cualquiera.


17. El jefe de Estado asesino, autodesignado, megalómano, con la moral de una mosca de la fruta, que lleva decenios en el poder, acompañado de su mujer, vanidosa, alocada y aficionada a las compras, sus parásitos y su escuadrón de matones, representan una característica escandalosa de la vida africana que no tiene visos de desaparecer.


18. (...) Pero tenía más razones, igual de apremiantes. La principal era el deseo de huir físicamente de las personas que me hacían perder el tiempo con frivolidades.


19. Muchos viajeros, en realidad, son soñadores. Los turistas son soñadores tímidos, los otros -los que corren riesgos- son soñadores más audaces.


20. Mi viajero ideal es la persona que se adentra a la manera tradicional y esforzada en lo desconocido, y en esa convicción se basan mis viajes. Quiero ver las cosas tal como son, verme a mí mismo tal como soy.

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