25. Y siento que a mis hijos no les puede pasar nada si están conmigo. Es decir, yo sé que antes me haría matar, sin dudarlo un instante por defender a mis hijos.
26. No es la muerte la que se lleva a los que amamos. Al contrario, los guarda y los fija en su juventud adorable. No es la muerte la que disuelve el amor, es la vida la que disuelve el amor.
27. La cronología de la infancia no está hecha de líneas sino de sobresaltos. La memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está lleno de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos.
28. Los padres no quieren igual a todos los hijos, aunque lo disimulen, sino que en general quieren más, precisamente, a los hijos que más los quieren a ellos, es decir, en el fondo, a quienes más los necesitan.
29. Mientras la felicidad nos parece algo natural y merecido, las tragedias nos parecen algo enviado desde fuera, como una venganza o un castigo decretado por potencias malignas a causa de oscuras culpas, o por dioses justicieros o ángeles que ejecutan sentencias ineluctables.
30. No quiero imaginar el momento doloroso en que también las personas que más quiero, hijos, mujer, amigos, parientes, dejarán de existir, que será el momento, también, en que yo dejaré de vivir, como recuerdo vivido de alguien, definitivamente.
31. Hay un único motivo por el que vale la pena perseguir algún dinero: para poder conservar y defender a toda costa la independencia mental, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos.
32. Hay una verdad trivial, pues no hay duda ni incertidumbre al decirla, que sin embargo es importante tener siempre presente: todos nos vamos a morir, el desenlace de todas las vidas es el mismo. Sabemos que nos vamos a morir, simplemente por el hecho de que estamos vivos.
33. Creer o no creer no es sólo una decisión racional. La fe o la falta de fe no dependen de nuestra voluntad, ni de ninguna misteriosa gracia recibida de lo alto, sino de un aprendizaje temprano, en uno u otro sentido, que es casi imposible de desaprender.
34. La felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, por dulzón, y en últimas por dañino para vivir el presente: la nostalgia.