Frases de El muñeco de nieve - 2

21. No se trataba de que trabajaras mucho, Harry, es que estabas poseído. Eres tu trabajo, y lo que te hace funcionar no es el amor o el sentido de la responsabilidad. O de la solidaridad. O el deseo de venganza. Ni siquiera son ambiciones personales. Es la ira.


22. Esta generación de adultos se ha convertido en los sirvientes y secretarias de sus hijos.


23. Estaba al lado de una de las ventanas de la casa. Se oía ruido dentro. Partió dos ramas de un manzano y las introdujo en los costados del muñeco. Buscó piedrecillas delante de la escalera, trepó otra vez por el muñeco y le dibujó con ellas los ojos y la sonrisa.


24. Somos capaces de entender que alguien suelte una bomba atómica sobre una ciudad llena de civiles inocentes, pero no que otros se dediquen a acuchillar prostitutas portadoras de enfermedades y de decadencia moral en los barrios bajos de Londres. Por eso lo primero recibe el nombre de realismo y lo segundo, el de locura.


25. -Apuesto a que tú estás bastante orgulloso de tu talento para investigar. - ¿Te refieres al gen del cazador de ratas? ¿A esa capacidad innata de conseguir que encierren a personas con enfermedades mentales, problemas con las drogas, un intelecto muy por debajo de la media y una infancia mucho más horrible que la media?


26. (...) Allí se dedicaba a mirar las caras de los demás para detectar su dolor, su talón de aquiles, sus pesadillas, sus motivos y sus razones para traicionarse, mientras él oía aquellas mentiras tediosas y trataba de encontrar sentido a lo que hacía: encerrar a personas que llevaban mucho tiempo encerradas en sí mismas.


27. -Lo de siempre, supongo. Nadie es capaz de dejar a una persona con la que le va bien en la cama. Pueden intentarlo, pero siempre vuelven. En ese terreno somos muy simples, ¿No? - ¿Y qué pasa con los hombres que la dejaron y no volvieron? -Los hombres son diferentes. Con el tiempo, a algunos les entra miedo de no poder cumplir.


28. En ese momento, la luna salió de detrás de las nubes. Jonas vio la dentadura negra. Y los ojos. Inspiró aire como por un acto reflejo y dio unos pasos hacia atrás. Se apreciaba un brillo tenue en los ojos de piedra. No miraban solo a la fachada de la casa, miraban hacia arriba. Hacia él. Jonas echó las cortinas y se metió en la cama.


29. Fue el día que llegó la nieve. A las once de la mañana empezaron a caer los copos densamente y sin previo aviso desde un cielo incoloro, y como un ejército espacial conquistaron los campos, los jardines y los prados de Romerike.


30. Una señora muy profesional. Lista, entregada, diligente. Pero desequilibrada no, más bien todo lo contrario. Más bien un poco hermética y rara. Pero no es la única. Sí, la verdad, creo que vosotros dos podéis ser un equipo perfecto.

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