18 frases de El hombre que susurraba al oído de los caballos (The horse whisperer) de Nicholas Evans... Un accidente trunca brutalmente la idílica relación entre una niña y su caballo. Un hombre muy especial, de quien se dice que puede comunicarse con los caballos, será su gran ayuda.
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Frases de El hombre que susurraba al oído de los caballos Nicholas Evans
01. La muerte estuvo presente al principio y volvería a estarlo al final.
02. El silencio que colmaba la casa también era distinto, expectante, como la pausa entre tomar aire y pronunciar una palabra.
03. Tal vez le daba rabia ver sus lágrimas porque tenía envidia de ellas.
04. Y advertía que el silencio, cual monstruo paciente, iba estrechando a su hija entre sus brazos.
05. Supongo que lo eterno no es más que eso... Una larga sucesión de ahoras. Imagino que lo único que se puede hacer es tratar de vivir un ahora cada vez sin preocuparse demasiado por el último ahora o el siguiente.
06. El motivo de mi llamada es que tengo entendido que usted ayuda a personas que tienen problemas con caballos... Le han informado mal... De hecho es al revés. Yo ayudo a caballos que tienen problemas con personas.
07. Los tres -madre, hija, caballo- estaban inseparablemente unidos por el dolor. Si podía ayudar al caballo aunque sólo fuera un poco, tal vez los ayudase a todos.
08. Si uno mira lo suficiente y lo hace bien, acaba por ver cómo son las cosas.
09. Donde hay dolor hay sentimiento, y donde hay sentimiento hay esperanza.
10. Y pensó, sin llegar a decirlo, que el amor era una mercancía peligrosa y que la exacta graduación de lo que uno daba y tomaba era demasiado precisa para los simples humanos.
11. El presente era, sencillamente, una estela de ahoras sucesivos y que lo mejor era vivir plenamente cada uno de ellos a su debido tiempo.
12. Qué perversamente mentirosos nos hace el amor... Qué oscuros y sinuosos caminos nos hace recorrer.
13. Esto es lo único que existe; no hay otro momento ni otro lugar ni otro ser más que el ahora, el aquí, él y nosotros.
14. -Ha podido elegir entre luchar contra la vida o aceptarla. -No ha podido elegir. -Te digo que sí. Le resultaba muy duro, pero podría haber seguido, insistir en volverse cada vez más infeliz. Pero en lugar de eso ha escogido ir hasta el borde del abismo y mirar. Ha visto lo que había más allá y ha elegido aceptarlo.
15. Sentía como si en el corazón tuviese unas manos que le arrancaban la vida poco a poco.
16. América fue el primer lugar donde los caballos vagaban libremente. Un millón de años antes de la aparición del hombre, pacían ya en las vastas llanuras cubiertas de hierba robusta y visitaban otros continentes cruzando puentes de roca que pronto quedaron cortados al retirarse los hielos. Su primera relación con el hombre fue la de la presa con el cazador, pues mucho antes de considerar el caballo un medio para cazar otros animales, el hombre lo mataba para comer su carne.
17. Desde la era neolítica, cuando se le colocó el primer ronzal a un caballo, ha habido hombres que así lo comprendieron. Podían escrutar el alma del bruto y aliviar las heridas que encontraban en ella. A menudo se los tenía por brujos, y tal vez lo fueran. Algunos forjaban su magia con huesos de sapos cogidos de arroyos en noches de luna llena. Otros, se decía, eran capaces con una mirada de anclar en la tierra los cascos de un tiro que estaba arando. Había gitanos y comediantes, chamanes y charlatanes. Y los que realmente poseían ese don solían guardarlo celosamente, pues se decía que quien podía hacer salir a un demonio, también podía obligarlo a entrar. Quien conseguía apaciguar un caballo posiblemente terminaría ardiendo en la plaza del pueblo mientras el dueño del animal, que al principio se había mostrado agradecido, bailaba alrededor de la hoguera. Debido a los secretos que pronunciaban en voz baja a oídos aguzados e inquietos, estos hombres eran conocidos como "susurradores".
18. Sólo se avergonzaba de no sentir vergüenza alguna.