Frases de El coro de los maestros carniceros

El coro de los maestros carniceros

14 frases de El coro de los maestros carniceros (The master butchers singing club) de Louise Erdrich... Historia del carnicero Fidelis Waldwogel, quien al acabar la guerra abandona Alemania para poner rumbo a América con su esposa Eva y una maleta llena de las famosas salchichas ahumadas. ¿Qué pasará cuando conozca a Delphine Watzka?.

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Frases de El coro de los maestros carniceros Louise Erdrich

01. Para matar el tiempo en aquel hermoso lugar, comenzó a cantar, y pronto otras voces se unieron a la suya; las canciones sustituyeron a las palabras y convirtieron el canto en un acontecimiento de cada noche con el fin de romper la monotonía.


02. Nuestras canciones recorren la Tierra. Nos cantamos unos a otros. Jamás se pierde una sola nota y ninguna canción es realmente original. Todas provienen del mismo lugar y se remontan a un tiempo en el que sólo las piedras aullaban.


03. Siempre le había gustado leer...Pero ahora se había vuelto una lectora compulsiva. Desde que había descubierto el fondo de libros en el sótano de su lugar de trabajo, permanecía enganchada a una sucesión de personajes y acontecimientos. Leyó a Edith Wharton, a Hemingway, a Dos Passos, a George Eliot y, para confortarse, a Jane Austen. El placer de este estilo de vida -de ratón de biblioteca, podría decir, una vida dedicada a la lectura- había convertido su aislamiento en algo enriquecedor e incluso subversivo. Habitaba un personaje reconfortante o aterrador tras otro. Leyó a E. M. Foster, a las hermanas Brontë y a John Steinbeck. El hecho de dejar a su padre drogado sobre la cama junto al hornillo de la cocina, de no tener hijos ni marido y de ser pobre revestía menos importancia en cuanto leía un libro. Sus frustraciones se diluían entre las páginas. Vivía con una energía inventada.


04. Cuando los pueblos pequeños descubren que no pueden hacer daño a los habitantes más extravagantes, cuando los excéntricos hacen gala de resistencia, éstos acaban por ser aceptados e incluso queridos.


05. ¿Por qué justo ahora, que se había vuelto sobrio y considerado y vivía como un hombre decente, se metía en el peor lío de toda su vida?


06. Los malos olores la ponían furiosa, eran una afrenta personal.


07. (...) Había empezado a entender cómo el cuidado de una mujer era capaz de dar sentido al ciego caos de un hombre.


08. En el interior del marco en miniatura aparecía el retrato coloreado a mano de una mujer con aspecto voluntarioso y a la vez frágil; su boca dibujaba una línea sensible, hundida en la comisura de los labios por la sensualidad y la perspicacia.


09. La nieve es una bendición cuando suaviza los contornos del mundo, cuando cae como un manto que contiene bolsas de aire caliente. Pero esta nieve era todo lo contrario; subrayaba el perfil de las cosas y daba al pueblo un aspecto mezquino, desprovisto de todo y simplemente tedioso, como si se tratara de un error escrito sobre la tierra y sólo medio borrado.


10. Cuando llegaba al final de una novela, y la soltaba y abandonaba ese universo de mala gana, se consideraba a sí misma a veces como un personaje en el libro de su propia vida.


11. Una vida tranquila sin sustos ni sobresaltos. Sin dilaciones tampoco. El tipo de vida que no se sabe, cuando se está viviendo, que es una vida feliz.


12. Los hombres son artilugios extraños e imperfectos, y, luchemos por amarlos o por no amarlos, eso da lo mismo.


13. (...) Estaba lívido con el calor de la fiebre; sus labios eran de un intenso color ciruela magullada. Tenía las sienes blancas y la respiración entrecortada.


14. Echaba de menos a Clarisse del mismo modo que echaría en falta una pierna o un brazo: siempre y en cada cosa que hacía.

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