Frases de Después del invierno

Después del invierno

15 frases de Después del invierno de Guadalupe Nettel... Libro de Guadalupe Nettel.

Frases de Guadalupe Nettel

Frases de Después del invierno Guadalupe Nettel

01. Prefería mantenerme el mayor tiempo posible en esa zona de incertidumbre en la que caben todas las posibilidades, a obtener una respuesta rotunda y negativa.


02. ¿De qué estrellas caímos para encontrarnos aquí?


03. Carecer de un motivo para vivir no justifica que un hombre se abandone.


04. Vivir en el presente me resultaba ya una proeza, pensar en el futuro bastaba para que me sintiera asfixiada.


05. La quiero de una manera que no me deja alternativa: o asumo ese amor o la pierdo y me quedo por el resto de mis días reinventándola con otros nombres, otros rostros, otras latitudes, cambiando misterio por "sabiduría".


06. Seres imperfectos viviendo en un mundo imperfecto, estamos condenados a encontrar solo migajas de felicidad.


07. Esperar a alguien, al menos de esa manera, equivale a cancelar la existencia de uno mismo, a hipotecarla por un tiempo condicional, a cambiarla por un absurdo subjuntivo. Obsesionarse con alguien que ha decidido no estar es regalar minutos, horas y días enteros de nuestra vida a quien ni los ha pedido ni quiere tenerlos; es condenar esos mismos minutos, horas y días a la dimensión del tiempo perdido, de lo inservible; es desaprovechar la infinidad de posibilidades que ese tiempo nos ofrece y canjearla por la peor de las opciones: la frustración, el sufrimiento.


08. (...) Parecía cumplir la función de confidente para aquellos chicos que, a diferencia de él, sí contaban con una vida interesante.


09. ¿Qué diablos esperaba de la vida? La pregunta empezó a deslizarse como una sombra amenazante y a minar el frágil equilibrio de mis días. Me acosaba por las mañanas justo a la hora de despertar, estropeando cualquier comienzo. Aparecía de nuevo en el desayuno o más tarde, cuando me daba una ducha para aclararme las ideas. Se presentaba también en el autobús camino del instituto o al abrir la puerta del salón de clases. De haber tenido una respuesta convincente, quizás habría concentrado mis esfuerzos en busca de aquel objetivo. Pero no tenía ningún indicio, ni siquiera una intuición. La verdad, ahora lo veo claro, es que no esperaba nada.


10. Uno piensa que los lazos que nos atan a los otros son eternos e inamovibles, sobre todo el afecto. Sin embargo, la gente cambia mucho según el lugar y las circunstancias.


11. Habrá quienes prefieran vivir en la ignorancia con tal de seguir maravillados el mayor tiempo posible. Sin embargo, tarde o temprano, la verdad acaba por descubrirse.


12. "¿Y si nuestra existencia fuera una suerte de molde, un molde como el de un escultor o un herrero?", me pregunté. Si cada experiencia que tenemos mientras estamos vivos, cada emoción, cada pensamiento fueran equivalentes a un disco que se graba una sola vez y después se escucha pasiva y repetidamente sin posibilidades de modificar nada, ¿Desperdiciaríamos el tiempo de la forma en que lo hacemos, atormentándonos con ideas y pensamientos dolorosos para que se repitieran toda la eternidad? Estuve un buen rato dándole vueltas a esta idea para acabar concluyendo que sí. Lo más probable era que, aun sabiéndolo, no dejáramos de hacerlo. Me temo que se trata de una inercia, me dije, un comportamiento incontrolable como el de los insectos que consideramos tan idiotas -y a la vez resultan extrañamente familiares- cuando los vemos ejecutar rutinas repetitivas, no digamos acercarse a una vela o estrellarse contra los vidrios, una imagen que, por cierto, aparece con sospechosa frecuencia en la literatura. Pero en el caso contrario, suponiendo que, informados del carácter definitivo de nuestro tiempo de vida, pudiéramos elegir cómo queremos que transcurra la eternidad, ¿Qué elegiríamos hacer, pensar o decir? ¿Cómo sería nuestro último juicio? No encontré ninguna respuesta.


13. En el reverso, (...) había escrito esta frase de Oscar Wilde, uno de sus muertos favoritos: "No hay nada que censurar. Todo lo que se comprende está bien".


14. En las promesas se cree o no. Las promesas se cumplen o no. Pero con las evidencias no hay quien pueda. Las evidencias nos liberan de la necesidad de conjurar con promesas la incertidumbre. Toda evidencia se sostiene a sí misma en la redondez de lo que se revela.


15. París nos recibió con frío pero sin esa lluvia persistente que lo caracteriza. Cuando subíamos por el boulevard Haussmann dentro del taxi que contratamos en el aeropuerto, mientras reconocía con embeleso sus fachadas agrietadas, sus puentes y sus monumentos fastuosos, comprendí que, a semejanza de Ruth, París es una cincuentona temperamental y con mucha clase.

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