Frases de Demasiada felicidad - 2

24. Los olmos llegan a medir treinta metros en el bosque. En los lugares abiertos se extienden y son tan anchos como altos, pero en el bosque se disparan hacia arriba, las ramas de la copa se desvían radicalmente hasta parecer cuernos de ciervo.


25. Me parece tan ridículo que se pretenda que una persona quede atrapada en un traje... O sea, el traje de ingeniero, de médico, de geólogo, y luego crece la piel por encima de la ropa, o sea, que esa persona ya no se lo puede quitar.


26. En todos los años que pasé en la ciudad no conocí a ningún divorciado, de modo que podía darse por supuesto que había otras parejas que llevaban vidas separadas en la misma casa, otros hombres y mujeres que habían aceptado el hecho de que existían diferencias insalvables, una palabra o un acto imperdonable, una barrera indestructible.


27. Durante mucho tiempo te desprendes del pasado con facilidad y de una forma que parece automática y adecuada. Las escenas del pasado, más que desvanecerse, dejan de tener importancia. Y entonces se produce una brusca vuelta atrás, lo que está acabado y bien acabado resurge de repente, requiere tu atención, incluso que hagas algo al respecto, aunque salte a la vista que no se puede hacer nada.


28. Otra cosa que hacía yo era construir casas de hojas. Recogía con el rastrillo hojas secas del arce del columpio, las cargaba en brazadas y las tiraba al suelo y las distribuía formando la planta de una casa. Aquí el salón, ahí la cocina, allí un montón blando para la cama del dormitorio, y así todo lo demás. Yo no me había inventado ese pasatiempo; en el patio de las chicas se trazaban casas de hojas más extensas, e incluso se amueblaban un poco, en todos los recreos, hasta que el conserje acababa por recoger y quemar las hojas.


29. Sofía durmió un rato. Cuando se despertó volvía a estar locuaz, pero no mencionó a ningún marido. Habló de su novela y del libro de recuerdos de su juventud en Palibino. Dijo que ahora podía hacer algo mejor y se puso a describir la idea que tenía para un nuevo relato. Se embrolló y se echó a reír porque no lo explicaba con claridad. Había un movimiento hacia delante y hacia atrás, dijo, había un pulso en la vida. Tenía la esperanza de que en esa novela descubriría qué pasaba. Algo oculto. Inventado, pero no. ¿Qué quería decir con aquellas palabras? Se rió. Desbordaba de ideas de una amplitud y una importancia completamente nuevas, dijo, pero al mismo tiempo tan evidentes y naturales que no podía evitar reírse.

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