Frases de Basil

Basil

3 frases de Basil de William Wilkie Collins... Intensa historia de amor secreto entre clases sociales, de pasiones desenfrenadas, hondas traiciones y venganzas, con un final digno de Conan Doyle, cuyo desenlace se da entre remolinos y acantilados.

Frases de William Wilkie Collins

Frases de Basil William Wilkie Collins

01. A lo lejos, en la penumbra que reina al fondo, está una figura solitaria, siempre doliente, siempre inmóvil. Tiene silueta de mujer, aunque gastada, debilitada. Tiene rostro de mujer, sólo que fantasmal, impertérrito, cuyos ojos miran sin ver, cuyos labios no se mueven, cuyas mejillas jamás colorea la sangre; es un rostro que la frescura de la salud y la felicidad nunca más visitarán. ¡Qué desconsolada, qué admonitoria figura de sorda congoja y de paciente dolor para adornar el fondo de una imagen en la que priman el amor, la belleza y la juventud!


02. Todo lo bueno que en este mundo podamos hacer, con nuestros afectos, con nuestras facultades, se eleva al mundo eterno que está más allá, muy por encima de nosotros, como canto de alabanza que entona la Humanidad a Dios. Entre los miles, miles de tonos que en todo momento se suman para henchir la música de ese cántico, están los que suenan con más potencia y con más grandeza aquí, y están los tonos que transitan con más dulzura y con más pureza hacia el Trono Imperecedero, los que se mezclan en perfectísima armonía con el himno que canta el coro de los ángeles. Hágase esa pregunta en lo más profundo de su corazón y responda, entonces: ¿No es posible, acaso, que la vida más oscura, una vida incluso como la mía, se dignifique gracias a una aspiración duradera dedicada a un noble propósito?


03. Son pocos los hombres que no pasan en secreto por algunos momentos de intenso sentimiento, momentos en que, en medio de las desdichadas trivialidades e hipocresías de la sociedad moderna, se les presenta mentalmente la imagen de una mujer pura, inocente, generosa, sincera; una mujer cuyas emociones sigan siendo cálidas, capaces de causar impresión, y cuyos afectos y cuya simpatía puedan aún traslucir en sus actos y así dar color a sus pensamientos; una mujer en la cual podamos depositar una fe y una confianza tan plenas como si aún fuéramos niños, a la cual desesperamos de hallar cerca de las endurecedoras influencias de este mundo, a la cual a duras penas nos aventuramos a buscar, salvo en aquellos lugares solitarios y alejados, en el campo, en pequeños y recónditos altares rurales, al margen de la sociedad, entre bosques y cultivos, en cerros desiertos y lejanos. Así era en el caso de mi hermana. Por donde quiera que fuese, aun sin tener la inclinación natural ni la ambición de brillar, eclipsaba a otras mujeres que la aventajaban por belleza, por formación, por lucimiento en las costumbres y en la conversación, pues conquistaba sin otra arma que el puro encanto femenino de cuanto decía y de cuanto hacía.

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