01. El sencillo sueño de aquel muchacho no era más que el de poseer algún día un barco con motor y dedicarse al negocio del cabotaje con su hermano menor. "El rumor del oleaje" (1956)
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02. Lo único que cuenta de veras en un hombre es su empuje. Si tiene empuje es un hombre auténtico, y ésa es la clase de hombres que necesitamos aquí, en Utajima. La familia y el dinero son secundarios. "El rumor del oleaje" (1956)
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03. (...) Contemplaba el mar de color añil y sentía bullir en su interior la energía necesaria para realizar la dura tarea que no tardaría en hacerle sudar. "El rumor del oleaje" (1956)
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04. Y el agua salada que les golpeaba la cara incluso les impedía mantener los ojos abiertos. Era muy sorprendente, pero los silbidos del viento y el estrépito del mar conferían a la noche que los envolvía una extraña serenidad en medio del frenesí. "El rumor del oleaje" (1956)
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05. Era muy difícil para ellos concebir, por la pura fuerza de la imaginación, cosas como los tranvías, los edificios altos, las películas, el metro. "El rumor del oleaje" (1956)
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06. En un faro no puede existir mayor placer que el de recibir visitas. "El rumor del oleaje" (1956)
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07. En su vida cotidiana, las mujeres de la isla se exponían con toda naturalidad a los peligros y la muerte que acechan en el mar, pero cuando se trataba de excursiones a las ciudades gigantescas que ellas ni siquiera habían visto, las madres tenían la sensación de que sus hijos emprendían grandes aventuras que desafiaban a la muerte. "El rumor del oleaje" (1956)
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08. Sin duda nadie recorrería una gran distancia para visitar un faro aislado en cuyo interior anidase la mala voluntad, o por lo menos tales sentimientos desaparecerían al encontrarse con la hospitalidad sin reservas que con toda certeza recibiría. A decir verdad, sucedía exactamente lo que el farero solía decir: "Las malas intenciones no pueden viajar tan lejos como las buenas". "El rumor del oleaje" (1956)
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09. Mientras mi cuerpo permanecía embotado, mi espíritu se divertía manipulando todos mis recuerdos. Reaparecían palabras en la superficie de mi memoria, y volvían a sumergirse; era como si los alcanzara con los dedos de mi espíritu y luego desapareciesen de nuevo. "El pabellón de oro" (1956)
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10. Cuestión de técnica, nada más que eso. La Belleza era una cuestión de técnica. "El pabellón de oro" (1956)
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11. Mi único orgullo venía de la imposibilidad de hacerme comprender. "El pabellón de oro" (1956)
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12. Frente al deseo, me hice como el viento: invisible, pero viéndolo todo, yendo hasta el fondo a través de delicados contacto, cubriéndolo todo con una caricia uniforme, insinuándose para acabar guardando su más íntimo secreto... "El pabellón de oro" (1956)