Frases de Yoko Ogawa - Página 2

01. (...) No están enfermos. Tienen su propio universo. Un universo precioso que ha sido preparado únicamente para ellos, decorado con paisajes, plantas, instrumentos musicales, alimentos, tiempo y memoria -dijo, conservando la sonrisa en el rabillo de los ojos. No comprendí del todo sus palabras, pero su voz era tan dulce que asentí vehementemente como si lo hubiera hecho. Poseía una dulzura almibarada, como yo nunca había oído. "Amores al margen" (1991)

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02. Todos los matemáticos de la Grecia antigua pensaban que era innecesario calcular la nada. Como no existe la nada, tampoco es posible expresarla con números. Pero hubo personas que dieron la vuelta a esa lógica tan razonable. (...) Él fue capaz de expresar la nada con un número. Hizo existir la no existencia. ¿No te parece maravilloso? "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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03. Por la mañana me despertó un sonido extraño. No se trataba de un sonido habitual de la vida diaria, era algo mucho más extraño. Estuve escuchándolo un ratito en la cama, y luego intenté compararlo a todo tipo de ruidos que yo conocía. Y acabé suponiendo que se trata de una flauta travesera, no de metal sino de madera, como las que se usan la música de corte Gagaku. "Amores al margen" (1991)

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04. Si se quisiera explicar con tan solo unas palabras quién era Mina, se podría decir que era una niña asmática a quien le gustaban los libros y que se desplazaba a lomos de un hipopótamo. Pero si se quisiera demostrar que se trataba efectivamente de Mina y no de cualquier otra persona, sería preciso añadir que era una niña que sabía encender con gracia las cerillas. "La niña que iba en hipopótamo a la escuela" (2006)

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05. Mira qué maravillosa sucesión de números. La suma de los divisores del 220 es igual a 284. Y la de los divisores del 284, igual a 220. Son números amigos. Son una combinación muy infrecuente, sabes. Fermat o Descartes sólo lograron descubrir un par cada uno de ellos. ¿No te parece hermoso? ¡Que la fecha de tu cumpleaños y el número grabado en mi reloj de pulsera estén unidos por un lazo tan maravilloso! "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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06. Otra cosa extraña de las lecciones del profesor era que él utilizaba sin ningún problema la frase "no se sabe". No era una vergüenza el no saber, sino sólo una señal que podía llevar hacia una nueva verdad. Para él, enseñar el hecho de que existe una posible verdad, que estuviera más allá, una verdad intacta, era tan importante como enseñar un teorema ya demostrado. "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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07. El encanto de los números primos consistía quizás en la imposibilidad de explicar en qué orden aparecen. Cada uno se dispersa a su antojo, cumpliendo la condición de no tener más divisores que 1 y sí mismo. Aunque no cabe duda de que cuanto más grandes son, más difícil resulta encontrarlos, y es imposible predecir su aparición siguiendo ninguna regla; y esta fantasía voluptuosa mantenía prisionero al profesor, que perseguía la belleza perfecta. "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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08. El profesor no sólo esperaba de nosotros una respuesta correcta. Se alegraba cuando, por no saber contestar, acabábamos soltando como último recurso un disparate, en lugar de permanecer obstinadamente callados. Y aun se congratulaba más si la respuesta suscitaba nuevas preguntas que fueran más allá del problema inicial. Tenía una concepción original sobre el "error correcto", de manera que era capaz de darnos de nuevo confianza precisamente cuando más apurados nos veíamos, sin poder encontrar la solución correcta. "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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09. Resolver un problema del que tenemos garantía de que existe solución, es como ir de excursión por el monte, con un guía, hacia una cumbre que ya avistamos. La verdad última de las matemáticas está escondida al final del camino, entre los arbustos, sin que nadie sepa dónde. Además, ese lugar no tiene por qué ser la cima. Puede estar entre las rocas de un despeñadero o en el fondo de un valle. "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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10. La habitación estaba muy desordenada y llena de cosas desperdigadas, pero, a pesar de todo, resultaba confortable. (...) Quizá era porque allí dominaba una calma que yo jamás había experimentado. No es que simplemente no hubiera ruido, sino que unas capas de silencio llenaban el corazón del profesor cuando vagaba por el bosque de los números, indiferente a los cabellos caídos y al moho que todo lo invadía. Era un silencio transparente, como un lago escondido en el fondo de un bosque. "La fórmula preferida del profesor" (2003)

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11. No lo sé muy bien, porque hasta ahora no he tenido una relación con alguien a quien pudiera haber llamado mi enamorado. Sólo estoy segura del sentimiento y de la situación por los que no logro dejarlo. Si deseo estar cerca de él, no es por facilidad, estoy ligada a él de una manera mucho más esencial y radical. -Ah. No entiendo las cosas difíciles, pero en todo caso, es por sus zapatos. Los zapatos y él están ligados. Lo único que puedo decir es que, si no se quita de inmediato estos zapatos, jamás podrá escapar. Estos zapatos nunca le traerán libertad. "El anillo anular" (1994)

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12. No es un conocido nuestro. No lo hemos visto jamás. Pero el señor Kawabata era un escritor ¿No es cierto? Alguien que escribe libros. Incluso aquí tenemos libros del señor Kawabata. No lo conocemos pero tenemos un vínculo con él. El señor Kawabata ha escrito libros que están aquí. Estos libros todo el mundo los lee. Éste es el motivo por el cual estamos tristes. (...) En una librería de una ciudad en la que él no puso jamás los pies, alguien que no le conoce abre uno de sus libros. Morir cuando te ha ocurrido algo tan maravilloso...Me pregunto qué le habrá pasado por la cabeza. "La niña que iba en hipopótamo a la escuela" (2006)

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Yoko Ogawa

Yoko Ogawa
  • 30 de marzo de 1962
  • Okayama, Japón

Escritora, novelista y ensayista japonesa, autora de "El anillo anular" (1994), "El embarazo de mi hermana" (1991), "La fórmula preferida del profesor" (2003) y "La niña que iba en hipopótamo a la escuela" (2006).

Sobre Yoko Ogawa

Yoko Ogawa nace en Okayama, donde transcurre su infancia y adolescencia.

Finalizados sus estudios secundarios, se traslada a Tokio e ingresa en la Universidad de Waseda, una de las mejores y más prestigiosas universidades privadas de Japón.

En 1986 inicia su carrera como escritora, obteniendo el Premio Kaien con su primer novela, "Desintegración de la mariposa" (1989).

En 1991 Yoko Ogawa publica "Amores al margen" y "El embarazo de mi hermana", obteniendo fama internacional.

Tras libros como "El anillo anular" (1994), "Hotel Iris" (1996) y "Perfume de hielo" (1998), aparecen dos de sus mejores obras, "La fórmula preferida del profesor" (2003) y "La niña que iba en hipopótamo a la escuela" (2006).

Yoko Ogawa vive junto a su familia en la ciudad histórica de Kurashiki, localizada al oeste de la prefectura de Okayama.

Entre las numerosas distinciones que recibe, destacan el Premio Kaien 1988 por "Desintegración de la mariposa", el Premio Akutagawa 1990 por "El embarazo de mi hermana", el Premio Yomiuri 2004 por "La fórmula preferida del profesor" y el Premio Tanizaki 2006 por "La niña que iba en hipopótamo a la escuela".

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