01. En sus cartas a Sand, Flaubert mantiene un credo que había formulado de este modo en una carta dirigida a otra amiga en 1857: "La vida es tan espantosa que el único medio para poderla soportar es evitarla. Y se la evita viviendo en el Arte, en la búsqueda incesante de lo Verdadero que proporciona lo bello".
02. (...) La alternativa que se ofrecía a la población era adoptar la nueva fe con entusiasmo o someterse a ella por miedo al sufrimiento. La presión era tal que nadie podía superarla. Pero las reacciones fueron distintas: unos se negaron (y aceptaron morir), mientras que otros se sometieron (y aceptaron matar).
03. Si queremos comprender los desastres pasados, condición previa indispensable para cualquier intento de impedir que se repitan, lo que debemos hacer es acudir a quienes cometieron esos actos: ¿Por qué hicieron esas cosas? ¿Cuál es el mecanismo que engendra el horror? ¿Cómo puede convertirse un hombre corriente en un verdugo de masas?
04. El ideal de producir el paraíso terrenal puede parecer magnífico, porque se desea que todo sea perfecto y todos vivan en la felicidad, pero en realidad es un ideal mortal. Lo aprendimos a la fuerza. Comprendimos que el ideal democrático, que es mucho menos excitante que la perfección del paraíso, es digno de respeto y hay que defenderlo.
05. Las guerras civiles no son nunca un simple enfrentamiento entre dos partes de la población, sino que consagran la desaparición de cualquier orden legal común, encarnado hoy en el Estado, y convierten en lícitas, por tanto, todas las manifestaciones de la fuerza bruta: saqueos, violaciones, torturas, venganzas personales, asesinatos gratuitos.
06. La modernidad tiene defectos: en democracia no vivimos obligatoriamente felices, pero descubrimos con las amargas experiencias totalitarias que el remedio de imponer por la fuerza estas soluciones es un remedio peor que el mal. La democracia no trae soluciones, pero el nazismo, el comunismo y las dictaduras son aún peores que el mal del que nos querían curar.
07. La democracia no ofrece la plenitud a sus ciudadanos. Tener buena seguridad social no lo hace a uno feliz. Tener una jubilación decente no hace que uno se sienta realizado. La democracia es eso: asegurar la jubilación, una buena cobertura médica, buenas condiciones de trabajo, etcétera. Pero ¿Y una vez que se obtuvo eso? Era un medio y no un objetivo en la vida.
08. La democracia se basa en la idea de igualdad de derechos de todos sus miembros, pero sabemos que, en cualquier país, la igualdad ante la ley no es verdaderamente respetada, ni la igualdad entre los hombres y las mujeres ni la igualdad entre la gente de color diferente, etcétera. Son desigualdades sociales, cosas contra las cuales es indispensable luchar todos los días.
09. Una buena sociedad es la que sabe aprovechar los compromisos entre intereses contradictorios. Si renunciamos a esa visión del paraíso terrestre, que era la que estaba detrás de la política totalitaria, porque soñaba con construir el paraíso terrestre, aunque se renunciara a esa visión, sería indispensable que fuéramos conscientes de los peligros que socavan nuestra existencia.
10. Barbarie y civilización son dos categorías de origen particular pero cuya aplicación puede ser universal. Sin embargo, ser civilizado no significa que se tengan estudios superiores, sino que se sabe reconocer la plena humanidad de los otros, aunque sean diferentes. No son bárbaros quienes no tienen buena educación o han leído poco, sino quienes niegan la plena humanidad de los demás.
11. En la última década se ha desarrollado una ideología nueva que rompe con eso. Pretendemos que el único rol del Estado es desmantelar todas las legislaciones que protegen a los trabajadores para darles lo que se les antoja a los reyes de la economía. El poder no tiene límite. Sin embargo, una de las fórmulas de la democracia la dio Montesquieu: ningún poder ilimitado puede ser legítimo.
12. En varias cárceles especiales, como la que dirigía Duch, se torturaba a los "sospechosos" para que revelasen los nombres de sus "cómplices" y luego se les ejecutaba de forma sistemática. Las "confesiones" extraídas a las víctimas permitían mantener la ficción de las conspiraciones, que debían servir para explicar los fallos económicos y justificar la dictadura, convertida en un fin en sí misma.