Frases de Robert Musil (página 2 de 2)
23. No me interesa la explicación real de los acontecimientos reales. Tengo una pésima memoria. Por lo demás, los hechos son siempre intercambiables. Me interesa el momento imaginativo, quiero decir: lo fantasmal de los acontecimientos.
24. Un hombre que quiere la verdad se hace científico; un hombre que quiere dar libre juego a su subjetividad se hace, posiblemente, escritor; pero, ¿Qué debe hacer un hombre que quiera algo de intermedio entre los dos? "El hombre sin atributos" (1942)
25. Porque sólo los locos, los desequilibrados y los maniáticos pueden resistir largo tiempo al fuego del entusiasmo; el hombre sano debe contentarse con declarar que, sin una chispa de este misterioso fuego, la vida no vale la pena vivirse. "El hombre sin atributos" (1942)
26. Se había acostumbrado a depositar esperanzas en descubrimientos misteriosos y extraordinarios, y por eso se había metido por los callejones estrechos y retorcidos de la sensualidad. No por una perversión, sino movido por una situación espiritual todavía desprovista de meta. "Las tribulaciones del estudiante Törless" (1906)
27. Torless se apegó a sus nuevos amigos, porque se sentía dominado por su violencia y brutalidad y, como era orgulloso, intentó, en ocasiones, hasta competir con ellos, pero cada vez que lo hizo se quedó a mitad de camino y debió sufrir no pocas bromas. "Las tribulaciones del estudiante Törless" (1906)
28. En el campo -seguía pensando-, los dioses se acercan a los hombres, uno es algo y vive su vida; no obstante, en la ciudad, donde tienen lugar miles de acontecimientos más, nadie es ya capaz de relacionarse con ellos: así comienza la célebre abstracción de la vida. "El hombre sin atributos" (1942)
29. El egoísmo es la propiedad más segura de la vida humana. Gracias a él han conseguido el político, el soldado y el rey ordenar tu mundo con astucia y coacción. Ésa es la melodía de la humanidad; Tú y yo tenemos que reconocerlo. Desterrar la coacción supondría debilitar el orden. "El hombre sin atributos" (1942)
30. Pretendía, al parecer, que su delito fuera considerado como crimen político, y a veces daba la impresión de no luchar para sí, sino para la organización jurídica. La táctica que el juez oponía era la de costumbre: ver en todas las acciones del asesino esfuerzos torpes y astutos para eximirse de responsabilidad. "El hombre sin atributos" (1942)
31. Un elevado conocimiento está sólo a medias en el círculo luminoso del intelecto; la otra mitad tiene sus raíces en el oscuro suelo de lo más recóndito; de suerte que un gran conocimiento es ante todo un estado de ánimo y sólo en su punta más exterior está el pensamiento, como una flor. "Las tribulaciones del estudiante Törless" (1906)
32. (...) Como alma noble, no conocía la ley de la causa, según la cual el hombre se conduce en la vida privada de distinto modo que en su vida profesional. No sabía que los políticos, después de haberse llamado mutuamente en la sala de juntas canallas e impostores, se reúnen amigablemente a desayunar en el bar. "El hombre sin atributos" (1942)
33. Anhelaba sentir por fin algo concreto en su interior; necesidades definidas que establecieran una clara distinción entre el bien y el mal, entre lo útil y lo inútil; anhelaba una capacidad de elección aun cuando pudiera equivocarse; es decir, prefería en cualquier caso equivocarse a ir por el mundo sólo con la sensibilidad a flor de piel. "Las tribulaciones del estudiante Törless" (1906)
34. Quizá esto no aparezca tan claro al escribir, pues entonces siempre se alcanza algún resultado debido al talento y a la práctica, lo cual deja muy atrás su procedencia; pero en la lectura se revela inequívoco. Hoy día casi nadie lee; todos se sirven del escritor únicamente para descargar en él, de un modo perverso, los propios excedentes bajo forma de aceptación o repudio. "El hombre sin atributos" (1942)
35. La realidad es la que despierta las posibilidades; nada sería tan absurdo como negarlo. No obstante, en el total o en el promedio permanecerán siempre las mismas posibilidades y se repetirán hasta que venga uno al que las cosas reales no le interesen más que las imaginarias. Éste es el que da a las nuevas posibilidades su sentido y su fin y el que las inspira. "El hombre sin atributos" (1942)
36. (...) De esta clase eran muchas veces sus respuestas. Cuando ella hablaba sobre la belleza, él saltaba con el tejido adiposo de la piel. Si ella hacía consideraciones acerca del amor, él las hacía sobre la pirámide de la edad (... ). Le molestaban, como una grosería, las réplicas materialistas de Ulrich de las que ella no entendía nada, y era debido a que su primo las tomaba de la cultura de la precisión y de la aritmética. "El hombre sin atributos" (1942)
37. Su convicción de que diariamente, antes de la noche, estaba a punto de realizar un grande y fulminante descubrimiento, le daba un aire de reservada superioridad. No eran soñadores sus ojos, sino tranquilos y duros. La costumbre de leer libros en los que ninguna palabra podía quitarse de su lugar sin que se perdiera su recóndito significado, su manera de pesar cuidadosa y atentamente cada oración según su sentido directo y su doble sentido, habían forjado su temperamento. "Las tribulaciones del estudiante Törless" (1906)
38. Si ejecución de sueños ancestrales es poder volar con los pájaros y navegar con los peces, penetrar como la broca en los cuerpos de montañas gigantes, enviar mensajes a velocidades divinas, divisar lo invisible y percibir lo remoto , oír hablar a los muertos, anegarse en salutíferos sueños milagrosos, ver con ojos vivos el aspecto que tendremos veinte años después de muertos, descubrir en noches resplandecientes mil cosas de encima y de abajo de este mundo que antes nadie conocía; si luz, calor, fuerza, placer, comodidad son los sueños primordiales del hombre, en tal caso las investigaciones actuales no solamente son ciencia, sino también una magia, un rito de poderosísima fuerza sentimental e intelectual que induce a Dios a doblar el uno sobre el otro los pliegues de su manto, una religión cuya dogmática está regida y basada en la dura y valiente lógica de la matemática, aguda y desbocada como la hoja de un cuchillo. "El hombre sin atributos" (1942)