01. Los hombres se atan al cuello un pañuelo celeste o rojo, con lo cual se ahorran juiciosamente la molestia de inventar un programa.
02. Es que el amor abre el entendimiento, revela lo invisible, y el seudo amante ignora que ante el amor la muerte es pequeña y transitoria.
03. Sobre la humanidad se cierne un sueño confuso y grandioso. El horizonte está cargado de tinieblas, y en nuestro corazón sonríe la aurora.
04. Quiero la idea que avanza hacia lo desconocido sin mirar atrás; la idea clavada en las entrañas del misterio, en el fondo del agujero donde sólo cabe una mano.
05. No somos pecadores, no somos culpables; la mayor y la más estúpida de las culpas sería castigarnos o castigar al prójimo. No somos reos ni jueces; somos obreros.
06. Mientras el dolor no os abrase las entrañas, mientras un día de hambre y abandono –siquiera un día- no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis.
07. Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.
08. Por eso lo más fuerte del hombre es una idea que no se dobla, y lo más formidable de una nación es la pureza de su genio, y el austero afán de conservarlo idéntico a sí mismo.
09. No habléis de las locuras del amor. ¡No! El amor es lúcido y sereno. El amor no mata. Lo bello, lo fuerte, no conduce jamás al asesinato. Los fuertes mueren tal vez, pero no matan.
10. La vida es ternura. Por eso no la comprendemos ni la comprenderemos jamás. La piedra no comprende a la brisa Medimos las órbitas de los astros, y nos quedamos atónitos ante una flor.
11. Cuanto más inaccesible aparezca el ideal, tanto mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos enseguida al lejano término. Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos.
12. La aparición de la fuerza inclina a la desconfianza. Si deseas convencerme, suelta el palo, y si alzas el palo, sobran los discursos. Con las armas no se afirma la realidad: se la viola.