01. No hay en nosotros un cuerpo que se alimente independientemente del alma. Todo cuanto el cuerpo ha admitido y ha comenzado a transformar es preciso que a su vez el alma lo sublime.
02. El Amor...Por su ubicuidad, su fogosidad y el espectro innumerable de sus formas, esta extraña potencia ha intrigado y fascinado desde siempre a los maestros del pensamiento humano.
03. Llegará el día en que después de aprovechar el espacio, los vientos, las mareas y la gravedad; aprovecharemos la energía del amor. Y ese día, por segunda vez en la historia del mundo, habremos descubierto el fuego.
04. ¿No es evidente que, por trascendentes y creadores que sean, el amor y el celo de Dios no podrían caer más que sobre un corazón humano, es decir, sobre un objeto preparado (lejana o próximamente) por todos los jugos de la Tierra?
05. Somos semejantes a esos soldados que caen en el curso del ataque del que saldrá la paz. Dios no es vencido una primera vez por nuestra derrota, porque si bien parece que sucumbimos individualmente, el mundo, en el que revivimos, triunfa a través de nuestros muertos.
06. Tú has visto con frecuencia por la noche cómo ciertas estrellas cambian su luz: tan pronto son perlas de sangre como destellos aterciopelados violáceos. Y has visto también cómo el arco iris se desplaza sobre una burbuja transparente...Así, en un tornasol inexpresable, brillaban, sobre la fisonomía inmutable de Jesús, la luz y los colores de toda nuestra belleza.
07. (...) La salud y la integridad de la Iglesia dependen de la exactitud con que sus miembros realizan, cada uno en su lugar, las funciones que se escalonan entre el deber de dedicarse a las ocupaciones que se consideran más profanas de este mundo y las vocaciones que tienden a la más austera de las penitencias o a la más sublime de las contemplaciones. Todos estos papeles son necesarios. Como un árbol recio, la Iglesia necesita raíces nerviosamente ancladas en la Tierra y una fronda serenamente expuesta a pleno Sol.
08. Todo no me gusta por igual; pero no todo es definitivo, y fuera de ella no veo nada más conforme a las tendencias y las esperanzas que yo siento. Suponiendo que esta forma religiosa esté aún más lejos de la verdad de lo que pensamos, no es menos cierto que constituye la aproximación más acabada a esa verdad, y que para llegar más arriba, es preciso superarla creciendo con ella, no salir de ella para buscar solo el camino. Si hay un ser que es el centro de convergencia de todo, ese ser está, de alguna manera, comprometido con el éxito moral de la Iglesia, y es imposible que nos reproche que le hayamos sometido nuestras preferencias personales en muchos puntos oscuros en los que nuestra lealtad intelectual no estaba implicada.