01. La labor directora consiste en captar dónde desea llegar el actor y qué le impide alcanzar sus objetivos. Ningún director impone una manera de actuar.
02. La música sirve de veneno y de antídoto. Al mismo tiempo que agudiza los sentidos nos protege de la ira y la frustración a la que nos someten los medios de comunicación.
03. Una palabra no comienza como palabra, sino que es un producto final que se inicia como impulso, estimulado por la actitud y conducta que dictan la necesidad de expresión.
04. ¿Cómo hace uno real el teatro? Es tan fácil caer en la tragedia o en la comedia... Lo verdaderamente importante es estar en el filo mismo de la navaja de la cuerda floja...
05. En el teatro lo nuevo corre el riesgo de convertirse rápidamente en cliché. Ha pasado con el sexo, con los desnudos y podría ser el caso de las pantallas y las proyecciones.
06. En el teatro la imaginación llena el espacio. En el cine la pantalla representa la totalidad y exige que todo lo que aparece en ese marco tenga una conexión lógica y coherente.
07. El teatro y también el cine nos permite vivir las experiencias maravillosas y horribles que nunca hemos encontrado y que muy probablemente nunca encontraremos en nuestra vida real.
08. Lo que hace único a Shakespeare es que cada montaje debe buscar su propia manera, pero sus palabras no pertenecen al pasado: son las fuentes que han de crear y habitar esas nuevas formas.
09. Un verdadero artista está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para conseguir un momento de creatividad. El artista mediocre prefiere no arriesgar, no correr riesgos, y por esa razón es convencional.
10. La forma siempre es temporal, y ésa es la esencia de la muerte. La muerte no es una tragedia, sino el reconocimiento de que la forma, en su naturaleza misma, desde la más minúscula partícula, es pasajera.
11. La función del director consiste en ayudar al grupo a evolucionar hacia esa situación ideal. El director está allí para atacar y ceder, provocar y retirarse, hasta que comience a aflorar la invisible materia.
12. El vacío en el teatro permite que la imaginación llene los espacios. Paradójicamente, cuantos menos elementos le demos, la imaginación va a estar más contenta, porque es un músculo que disfruta jugando juegos.