01. No tenemos derecho de juzgarlo. Estamos todos llenos de defectos, y no es por nuestros méritos por lo que el Señor ha tenido piedad de nosotros. No tenemos derecho a condenar a un hombre porque no tiene Dios.
02. Sólo Barrabás seguía colgado, con vida aún. Cuando sintió llegar la muerte, a la que siempre había tenido tanto miedo, dijo en las tinieblas, como si a ellas hablase: -A ti encomiendo mi espíritu. Y entregó su alma.
03. Pero continuó creyendo que había algo muy extraño en aquel hombre y que no se parecía a nadie. No llegaba a comprender que se trataba de un preso y que había sido condenado a muerte, exactamente como él. No comprendía nada.
04. El amor es algo que muere. Y cuando muere se pudre, pero puede servir de humus para un nuevo amor. De modo que aquel amor ya muerto continúa viviendo una vida secreta en el nuevo amor, y así nos hallamos con que el amor es inmortal.
05. Sin embargo, a veces me he preguntado a mí misma si no era un dios que está sentado aquí, a mi lado, con su eterna sonrisa; un dios que desde aquí mira su templo, su Delfos, todo el mundo de los hombres y no hace más que reírse de todo.
06. Existe una gran diferencia entre los enanos y los niños. Por lo general se cree que son iguales porque son del mismo tamaño, pero no hay tal cosa. A menudo se obliga a los enanos a jugar con los niños sin pensar que un enano es lo contrario de un niño, puesto que ha nacido viejo. Que yo sepa, los niños enanos no juegan nunca.
07. El fuego que arde en el interior de la tierra es como el calor del alma que, como ella, proviene del sol, el sagrado sol cuyo culto celebrábase antaño, el sol del que emanan todas las almas, fuente de toda vida y de la luz que ilumina a todos los astros del universo. Porque nuestro mundo es sólo una de las innumerables estrellas que pueblan los universos.
08. Recordó luego el día en que había encontrado al Hijo de Dios y la bondadosa actitud de éste para con ella. Nadie, jamás, le había demostrado tanta bondad. Hubiera podido rogarle que la curara de su enfermedad crónica; pero ella no había querido. Lo hubiera hecho muy fácilmente; pero ella no había querido. Él ayudaba a los que necesitaban ayuda; cumplía grandes obras.
09. Has ayudado al príncipe de este mundo -dijo-, al hombre a quien perteneces según tu placa de esclavo y no al Señor, cuyo nombre está tachado arriba. Sin saberlo, has servido a tu verdadero dueño. Nuestro Señor es Amor -prosiguió lentamente, y tomando la placa que colgaba en medio del vello gris del pecho de Barrabás miró tristemente el nombre tachado de su Señor y Maestro.
10. Los poetas cantan sobre todo al amor, y en eso tienen razón, porque nada como el amor necesita ser transformado en otra cosa que lo que realmente es. Las damas, entonces, se ponen melancólicas y sus pechos se hinchan de suspiros, y los hombres adoptan un aire ausente y soñador, porque todos saben lo que realmente es el amor y por eso convienen en que un poema que lo disfrace tiene que ser una bella poesía.
11. ¿Qué es el juego? Una actividad sin sentido, nada más. Una curiosa manera de entretenerse tomando las cosas no por lo que son sino por lo que a uno se le ocurre que son, por lo que uno finge creer que son. Los astrólogos juegan con los astros, el príncipe juega con sus construcciones, sus iglesias, sus crucifixiones y sus campanarios, Angélica con sus muñecas. Todos juegan, todos fingen algo. Sólo yo me niego a fingir. Sólo yo.
12. Todos los hombres encuentran que la vida es demasiado complicada. Sus formas de vida lo son, ciertamente, pero la vida, en sí misma, no sólo no es complicada, sino que, al contrario, se distingue por su gran simplicidad. Por desgracia no lo entienden así, ni comprenden que mejor sería dejarla tranquila en vez de tratar de utilizarla para mil propósitos extravagantes. De todos modos, sienten que el solo hecho de vivir ya es algo maravilloso.