Frases de Miguel Hernández - Página 5

01. En este campo estuvo el mar. Alguna vez volverá. Si alguna vez una gota roza este campo, este campo siente el recuerdo del mar. Alguna vez volverá. "Cancionero y romancero de ausencias" (1938)

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02. Nadie me salvará de este naufragio si no es tu amor, la tabla que procuro, si no es tu voz, el norte que pretendo. "El rayo que no cesa" (1936)

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03. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. "El rayo que no cesa" (1936)

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04. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. "El rayo que no cesa" (1936)

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05. La juventud siempre empuja la juventud siempre vence, y la salvación de España de su juventud depende. La muerte junto al fusil, antes que se nos destierre, antes que se nos escupa, antes que se nos afrente y antes que entre las cenizas que de nuestro pueblo queden, arrastrados sin remedio gritemos amargamente: ¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte! "Viento del pueblo" (1937)

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06. Cereal geometría de la tierra, la celeste substancia, oculta su presencia en una sombra blanca. ¿Cómo tienes?, bajeza de la espiga, Mi No Sé Qué en tu sitio... Enigma, enigma: ¡Enigma! Descubierto, escondido. "El rayo que no cesa" (1936)

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07. ¡Ay!, ¡Ama!, campesino, ¡Adámate! De amor por tus labores. El encanto del campo está seguro para ti, en ti, por ti, de ti lo espero. En nombre de la espiga, te conjuro: ¡Siembra el pan! Con esmero. Día vendrá un cercano venidero en que revalorices la esperanza, buscando la alianza del cielo y no la guerra. ¡Tierra! De promisión y de bonanza volverá a ser la tierra. "El rayo que no cesa" (1936)

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08. Alto soy de mirar a las palmeras, rudo de convivir con las montañas... Yo me vi bajo y blando en las aceras de una ciudad espléndida de arañas. Difíciles barrancos de escaleras, calladas cataratas de ascensores, ¡Qué impresión de vacío!, ocupaban el puesto de mis flores, los aires de mis aires y mi río. "El rayo que no cesa" (1936)

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09. Tu corazón, una naranja helada con un dentro sin luz de dulce miera y una porosa vista de oro: un fuera venturas prometiendo a la mirada. "El rayo que no cesa" (1936)

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10. Hombres veo que de hombres sólo tienen, sólo gastan el parecer y el cigarro, el pantalón y la barba. En el corazón son liebres, gallinas en las entrañas, galgos de rápido vientre, que en épocas de paz ladran y en épocas de cañones desaparecen del mapa. "Viento del pueblo" (1937)

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11. Quiero decirte, amor, con sólo esto, que cuando tú me das a la olvidanza, reconcomido de desesperanza ¡Cuánta pena me cuestas y me cuesto! Mi verdadero gesto es desgraciado cuando la soledad me lo desnuda, y desgraciado va de polo a polo. Y no sabes, amor, que si tú el lado mejor conoces de mi vida cruda, yo nada más soy yo cuando estoy solo. "El rayo que no cesa" (1936)

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12. Naciones de la tierra, patrias del mar, hermanos del mundo y de la nada: habitantes perdidos y lejanos más que del corazón, de la mirada. Aquí tengo una voz enardecida, aquí tengo un vida combatida y airada, aquí tengo un rumor, aquí tengo una vida. "Viento del pueblo" (1937)

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Influencias

Autores relacionados

Blas de Otero Joan Manuel Serrat Jorge Guillén Luis Cernuda Pedro Salinas

Miguel Hernández


Escritor, poeta y dramaturgo español, autor de "El rayo que no cesa" (1936), "Viento del pueblo" (1937), "El labrador de más aire" (1937) y "El hombre acecha" (1939).

Sobre Miguel Hernández

Miguel Hernández nació en el seno de una familia humilde de Orihuela, Levante español, dedicada al pastoreo.

Su niñez y adolescencia transcurren por la aireada y luminosa sierra oriolana, ayudando a su padre en la crianza y cuidado de cabras.

Entre 1915 y 1916, Miguel Hernández estudia en el centro de enseñanza "Nuestra Señora de Monserrate", luego asiste a la Escuela del Ave María.

En 1925 abandona sus estudios ante una crisis económica que atraviesa la familia, ayudando a su padre a tiempo completo.

En este contexto, Miguel Hernández aprovechó sus horas de pastoreo para seguir estudiando de manera autodidacta, convirtiéndose en un lector apasionado.

En 1930 comienza a publicar poemas en el semanario "El Pueblo de Orihuela" y en el diario "El Día de Alicante".

Un año más tarde realiza su primer viaje a Madrid con un puñado de poemas y la abnegada ayuda económica de sus amigos oriolanos, pero debe volverse al poco tiempo.

Nuevamente en su ciudad natal, Miguel Hernández continúa sus intensas lecturas y sigue escribiendo poesía, mientras sus amigos le preparan algunas actuaciones en público.

En la primavera de 1934 realiza su segundo viaje a Madrid, obteniendo rápidamente empleo como colaborador en las Misiones Pedagógicas y más tarde secretario y redactor de la enciclopedia "Los toros".

Miguel Hernández colabora además con la "Revista de Occidente" y entabla amistad con Vicente Aleixandre y Pablo Neruda.

Su poesía por entonces se hace más social y manifiesta a las claras un compromiso político con los más pobres y desheredados.

En diciembre de 1935 muere su fraternal amigo de toda la vida, Ramón Sijé, y Miguel Hernández le dedica su extraordinaria Elegía.

El estallido de la Guerra Civil Española (1936-1939) hace que se aliste en el Quinto Regimiento del bando republicano, donde va pasando por diversos frentes: Boadilla del Monte, Pozuelo, Alcalá.

En marzo de 1937, Miguel Hernández contrae matrimonio en Orihuela con el amor de su vida, Josefina Manresa, volviendo al frente rápidamente.

En 1939, ante la desbandada general del frente republicano, intenta cruzar la frontera portuguesa y es devuelto a las autoridades españolas.

Comienza así la peregrinación de Miguel Hernández por diversas cárceles, hasta ser trasladado al penal de Torrijos (Toledo), de donde, gracias a las gestiones que realiza Pablo Neruda, sale en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939.

Se traslada entonces a su pueblo natal, donde es encarcelado nuevamente en el seminario de San Miguel, convertido en prisión.

En 1942 se le declara una "tuberculosis pulmonar aguda" y la vida de Miguel Hernández se va consumiendo inexorablemente hasta fallecer a los treinta y un años de edad.

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