Frases de Mary Shelley - Página 5

01. Ahora cada vida era una piedra preciosa, cada aliento humano encerraba mucho más valor que la más hermosa de las joyas talladas, y la disminución de almas que se producía día a día, hora a hora, sumía los corazones en la más profunda tristeza. "El último hombre" (1826)

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02. La invención, debe admitirse humildemente, no consiste en crear desde el vació, sino desde el caos (...). La invención consiste en la capacidad de atrapar las posibilidades de un tema y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que sugiere.

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03. La naturaleza, nuestra madre, nuestra amiga, volvía hacia nosotros su rostro amenazante. Nos demostraba sencillamente que, aunque nos permitía asignarle leyes y someter sus poderes aparentes, ella, moviendo apenas un dedo, podía hacernos temblar. "El último hombre" (1826)

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04. Nuestros barcos eran, ciertamente, juguete de los vientos y las olas, del mismo modo que Gulliver lo era de los gigantes brobdinagianos, pero nosotros, en nuestra estable morada, quedábamos a salvo de las heridas de aquella naturaleza en erupción. "El último hombre" (1826)

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05. Ese verano fue testigo de la extinción de nuestras esperanzas, el buque de la sociedad naufragó, y la destartalada balsa encargada de llevar a los pocos supervivientes por el mar de la desgracia se desarmaba y recibía los embates de las tempestades. "El último hombre" (1826)

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06. Cada vez sentía mayor desprecio por las tesis de la moderna filosofía natural. Qué distinto sería si los científicos se dedicaran a la búsqueda de los secretos de la inmortalidad y del poder; aquellas metas, aunque sin valor real, estaban llenas de grandeza.

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07. La noche negra lo confundía todo y apenas discerníamos las crestas de las olas asesinas, excepto cuando los relámpagos creaban un breve mediodía y se bebían la tiniebla, mostrándonos el peligro que nos acechaba, antes de devolvernos a una oscuridad duplicada. "El último hombre" (1826)

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08. La idea había tomado posesión de mi mente de tal manera que el miedo recorría todo mi cuerpo como un escalofrío y traté de cambiar las fantasmales imágenes de mi fantasía por la realidad que me circundaba. (...) Al día siguiente anuncié que había pensado una historia.

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09. Había nacido para ser feliz. Durante mi juventud nunca me había afligido la tristeza, y si en algún momento me sentía abatido, contemplar las maravillas de la naturaleza o estudiar lo que de sublime y excelente ha hecho el hombre siempre conseguía interesarme y animarme. "Frankenstein" (1818)

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10. Su desbordante y entusiasta imaginación se veía matizada por la gran sensibilidad de su espíritu. Su corazón rezumaba afecto, y su amistad era de esa naturaleza fiel y maravillosa que la gente de mundo se empeña en hacernos creer que sólo existe en el reino de lo imaginario. "Frankenstein" (1818)

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11. ¡Gozosa, gozosa tierra! , digna morada de los dioses y que aún ayer aparecía insana, húmeda y desolada. Este resurgimiento de la naturaleza me elevó el espíritu; el pasado se me borró de la memoria, el presente era tranquilo y el futuro me daba esperanza y promesas de alegría. "Frankenstein" (1818)

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12. Poco a poco hice un descubrimiento de aún mayor importancia. Me di cuenta de que aquellos seres tenían un modo de comunicarse sus experiencias y sentimientos por medio de sonidos articulados. Observé que las palabras que utilizaban producían en los rostros de los oyentes alegría o dolor, sonrisas o tristeza. "Frankenstein" (1818)

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Lord Byron

Mary Shelley

Mary Shelley
  • 30 de agosto de 1797
  • Londres, Gran Londres, Inglaterra
  • 1 de febrero de 1851
  • Londres, Gran Londres, Inglaterra

Escritora, novelista, ensayista y dramaturga inglesa, autora de "Frankenstein" (1818), "El último hombre" (1826), "Perkin Warbeck" (1830) y "Matilda" (1850).

Sobre Mary Shelley

Única hija del filósofo político William Godwin y la filósofa feminista Mary Wollstonecraft, Mary Shelley quedo huérfana de madre, siendo criada por su padre y su hermanastra.

Mary creció y se educó en un ambiente intelectual y progresista que marcó fuertemente su personalidad.

En 1814 conoció al joven poeta Percy Bysshe Shelley, un seguidor político de su padre y dos meses más tarde huyeron a Francia.

Tiempo más tarde, cuando se suicida la esposa de Percy Bysshe, en diciembre de 1816, la pareja se casa.

El matrimonio que duró 8 años, se trasladó a distintos países, frecuentando a los intelectuales de cada uno de ellos.

En 1818 publicó la primera y más famosa de sus obras, la novela "Frankenstein", que se convirtió en un éxito de crítica y público.

Los tres primeros hijos de Mary Shelley murieron, sólo sobrevivió su cuarto hijo, Percy Florence, nacido en 1819.

Tres años más tarde, en 1822, su esposo se ahogó al hundirse el velero en el que navegaba, durante una tormenta en la Bahía de La Spezia (Italia).

Mary Shelley regresó a Inglaterra y se dedicó a criar a su hijo y a su carrera profesional, además de difundir la obra de su difunto esposo.

En 1926 publica "El último hombre", considerada la mejor de sus obras.

La obra de Mary Shelley se centró en el papel de la familia en la sociedad y el rol de la mujer dentro de esa familia, alentando los valores morales y la compasión, comprensión y generosidad.

Durante la última década de su vida transitó diversas enfermedades, hasta que un tumor cerebral acabó con su vida a los 53 años.

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