05. No había huellas de pasos en el día en que por acaso lo descubrí: piedras y malezas iban cubriendo todo. El camino agonizaba, moría solito...Yo vi...¡Porque son los pasos los que hacen los caminos!
Poeta, traductor y periodista brasileño cuya obra transita entre la cotidianidad intimista, el estoicismo y el deslumbramiento surrealista.
Sobre Mario Quintana
Mario Quintana nació en el seno de una familia de clase media, siendo el cuarto hijo de padres farmacéuticos de descendencia francesa.
En 1913, con siete años, los padres le enseñan a leer y hablar francés en forma rudimentaria y un año después entra en la escuela primaria.
En 1919, Mario Quintana ingresa en el Colegio Militar de Porto Alegre (Rio Grande do Sul), y comienza a escribir sus primeros textos, que publica en revistas estudiantiles.
Abandona el colegio militar en 1924 por problemas de salud y trabaja un tiempo en una libraría, para luego trasladarse a Alegrete y trabajar en la farmacia familiar.
En 1926 muere la madre y un año después el padre, al tiempo que la revista "Para Todos" de Río de Janeiro publica uno de sus poemas.
En 1929, Mario Quintana comenzó a trabajar para el periódico "O Estado", escribiendo en una sección de literatura extranjera y un año después varios diarios y revistas publican sus poemas.
El Ayuntamiento de la capital de Rio Grande do Sul (Porto Alegre), le concede en 1967 el título de "Ciudadano de Honor" y un año después distinguido en Alegrete.
Durante la década de 1970, Mario Quintana es objeto de homenajes excepcionales, recibiendo por parte del gobierno la "medalha do Negrinho do Pastoreio", la mayor distinción del estado.
En 1980 recibe de la Academia Brasileña de las Letras el "Premio Machado de Asís", por el conjunto de su obra.
En 1981, Mario Quintana recibió el Premio Jabuti de Literatura a la personalidad literaria del año y un año después el título Doctor Honoris Causa, otorgado por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
De la vasta obra de Mario Quintana se destaca su faceta de creador de aforismos, que no respondían totalmente a lo que debería ser un proverbio, una máxima o aforismo, sino que eran una mezcla de sentencias irónicas, pensamientos y greguerías, a los que llamó "quintanares".