01. (...) No quería vivir más, porque entre todos habíamos derribado los soportes que habían sostenido su existencia y el aura mítica que la envolvía. Ella era nuestro ejemplo vivo, la protectora de todos, generosa, pródiga con su delantal almidonado con la faltriquera siempre rebosante de caramelos, con su bolsillo del que asomaban como palomas pañuelos blancos de lienzo; Era la reina de la nieve, la seguridad, las primeras cerezas del verano, la primera castaña que caía madura del árbol en otoño, las dulces calabazas al horno en invierno y el brote verde primaveral en el seto del jardín. Era pura, invulnerable, siempre daba lo mejor de sí; Era ella misma y todos nosotros, o más bien era como nos hubiera gustado ser a nosotros. "La puerta" (1987)
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02. En el fondo, (...) no dejaba de ser una buena persona, generosa y desinteresada, y, aunque negara la existencia de Dios de palabra, lo honraba con sus actos. Poseía una bondad natural y espontánea; en cambio, a mí me habían educado para respetar ciertas normas éticas que me esforzaba en cumplir, imponiéndome de alguna manera a mis propias inclinaciones. Con su sola actitud y sin necesidad de palabras, un día (...) me haría ver que lo que yo creía fe en mí no era más que una forma de budismo, de respeto a la tradición, y que mi moral no era más que una disciplina obligatoria, consecuencia del adoctrinamiento que había recibido en casa y en la escuela, y en el que me había ejercitado por propia voluntad. "La puerta" (1987)
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03. Cuando volvía a Budapest nunca se daba la vuelta, ya que la ponía nerviosa que los dos ancianos la siguieran con la mirada hasta que desaparecía por el pasaje Budenz; temía que se resfriaran o se emocionaran demasiado, pero nunca logró quitarles la costumbre de quedarse allí fuera, hiciera el tiempo que hiciese, agitando manos y pañuelos mientras aún atisbaban un trocito de ella o del taxi. "La balada de Iza" (1963)
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04. Sintió que la desconocida la estaba calibrando, dudando de si dirigirle la palabra o no. Casi temblaba de felicidad: por fin alguien quería hablar con ella. "La balada de Iza" (1963)
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05. No sin una inmensa tristeza, debía reconocer que la presencia constante de su anciana madre la irritaba. "La balada de Iza" (1963)
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06. Nunca pudo comprarse un libro, porque no le alcanzaba con lo que cobraba, pero sí periódicos. Costaban unos céntimos y también servían para aprender, sobre todo, de política. "La balada de Iza" (1963)
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07. La noche era suave, demasiado suave para una noche de otoño, y en el jardín los árboles susurraban como al paso de grandes alas algodonosas. "La balada de Iza" (1963)
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08. No conocía la zona, y sentía que en otra ocasión podría haber disfrutado de su belleza, pero ahora solo sabía que el austero paisaje le resultaba conmovedor. "La balada de Iza" (1963)
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09. Si queremos, también tenemos que saber matar. "La puerta" (1987)
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10. Todos estamos solos, queramos o no, irremediablemente, aun cuando compartamos la vida con otro. "La puerta" (1987)
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11. Al que quiere irse, hemos de dejar que se vaya. ¿Para qué iba a retenerla? "La puerta" (1987)
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12. Para mantener el equilibrio, lo más indicado sería sumirnos los dos en un estado crónico de agonía o, lo que sería lo mismo, tirarnos a un río y, a punto de ahogarnos, pedirle auxilio; De ese modo, al poder acudir a salvarnos, viviría nuestra relación con la satisfacción y el sosiego necesarios para su economía afectiva. "La puerta" (1987)