Louis Ferdinand Céline
65. La muerte no le decía nada...Había nacido durante la guerra, época de muerte fácil. Yo sabía bien cómo se muere. Lo había aprendido. Hace sufrir atrozmente. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
66. Palabras hay escondidas, entre las otras, como guijarros. No se reconocen en especial y después van, sin embargo, y te hacen temblar la vida entera, en su fuerza y en su debilidad... "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
67. Cuando has conseguido algunas facilidades para subsistir, aunque sea miserablemente, en determinado lugar, con ayuda de ciertos paripés, no te queda más remedio que perseverar o resignarte a cascar como un cobaya. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
68. Para la conversación era un poco pesado, porque las palabras le salían con dificultad. No dejaba de encontrarlas, las palabras, pero no le salían, se le quedaban en la boca, haciendo ruidos. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
69. Lo esencial no es saber si tienes o no razón. Eso no tiene importancia, en realidad...Lo que hace falta es conseguir que el mundo deje de ocuparse de uno...El resto es vicio. "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
70. Estás como enfermo por tu deseo de saber siempre más...Eso es todo...En fin, debe de ser ése tu camino...Por ahí, solo...El viajero solitario es el que llega más lejos... "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
71. Desde que le daban esos ataques...Cada vez más agotadores... ¡Era un tormento infernal! Ya no salía de la pesadilla... Y no sabía lo que decía.. No reconocía a las personas "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
72. Sólo quería vivir al aire libre... Desconfiaba de los lugares cerrados. Cuando tenía de verdad mucha hambre, venía a casa. Pasaba por la noche. Señal de que había tenido demasiados fracasos. "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
73. Por los olores es como acaban las personas, los países y las cosas. Todas las aventuras se van por la nariz. Cerré los ojos, porque, la verdad, ya no podía abrirlos. Entonces el acre olor de África, noche tras noche, se esfumó. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
74. ¡Ésa ha sido la meta de toda mi vida! ¡Todo por la educación de las masas! ¡Aquí no nos dirigimos a ninguna pasión malsana! ¡Ni a instintos sádicos! ¡A las perversiones emotivas! .. ¡Me dirijo a la inteligencia! ¡Sólo a la inteligencia! "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
75. Mis sentimientos hacia ellos seguían siendo los mismos. Pese a todo, sentía como un deseo de intentar comprender su brutalidad, pero más ganas aún tenía de marcharme, unas ganas enormes, absolutas: de repente todo aquello me parecía consecuencia de un error tremendo. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
76. Por lúgubre que fuese el hospital, aun así era el único lugar de la colonia donde podías sentirte un poco olvidado, al abrigo de los hombres de fuera, de los jefes. Vacaciones de esclavo; lo esencial, en una palabra, y la única dicha a mi alcance. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
77. (...) Para eso sirve, y para eso sólo, un hombre, una mueca, que tarda toda una vida en fabricarse y ni siquiera llega siempre a terminarla, de tan pesada y complicada que es, la mueca que habría de poner para expresar toda su alma de verdad sin perderse nada. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
78. El sabio auténtico tarda veinte buenos años, por término medio, en realizar el gran descubrimiento, el que consiste en convencerse de que el delirio de unos no hace, ni mucho menos, la felicidad de los otros y de que a cada cual, aquí abajo, incomodan las manías del vecino. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
79. Le habría gustado ser fuerte, acomodado y respetado. En la oficina de la Coccinelle lo trataban a patadas. El amor propio lo torturaba y la monotonía también. Sólo contaba con su bachillerato, su mostacho y sus escrúpulos. Con mi nacimiento, además, se hundían en la miseria. "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
80. Yo no quiero cambiar más. Tengo muchas cosas de que quejarme, pero estoy unido a ellas, soy un desastre y me adoro tanto como apesta el Sena. Quien cambie el farol curvado de la esquina junto al número 12 me dará un buen disgusto. Somos temporales, no hay duda, pero ya hemos temporizado de lo lindo. "Muerte a crédito" (1936), Louis Ferdinand Céline
81. Con las palabras todas las precauciones son pocas; parecen mosquitas muertas, las palabras, no parecen peligros, desde luego, vientecillos más bien, ruiditos vocales, ni chicha ni limonada, y fáciles de recoger, en cuanto llegan a través del oído, por el enorme hastío, gris y difuso, del cerebro. No desconfiamos de las palabras y llega la desgracia. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
82. Cuando se pasa por el barrio de los ricos, al principio no se notan grandes diferencias con los demás, salvo que en él las calles están un poco más limpias y se acabó. Para ir a hacer una excursión hasta el interior mismo de esa gente, de esas cosas, hay que confiar en el azar o en la intimidad. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
83. Los ricos de París viven juntos; sus barrios, en bloque, forman un pedazo del pastel urbano, cuya punta va a tocar el Louvre, mientras que el reborde redondeado se detiene en los árboles entre el puente d'Auteuil y la puerta de Ternes. Ya veis. Es el pedazo mejor de la ciudad. Todo el resto no es sino esfuerzo y estiércol. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
84. Cuando no se tiene ocasión de verse con frecuencia, no se puede regañar y eso ya es una gran ventaja. Como la vida no es sino un delirio atestado de mentiras, cuanto más lejos estás más mentiras puedes añadir y más contento estás entonces, es lógico y normal. La verdad no hay quien la trague. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline
85. Rechazo la guerra por entero y todo lo que entraña...Yo no la deploro...Ni me resigno...Ni lloriqueo por ella...La rechazo de plano, con todos los hombres que encierra, no quiero tener nada que ver con ellos, con ella. Aunque sean noventa y cinco millones y yo sólo uno, ellos son los que se equivocan, (...), y yo quien tiene razón, porque yo soy el único que sabe lo que quiere: no quiero morir nunca. "Viaje al fin de la noche" (1932), Louis Ferdinand Céline