Frases de Katherine Mansfield - Página 3

01. A pesar de todo, querida -dijo inesperadamente-, ¡Lo mejor es la libertad! -Y soltó una risita dulce, gruesa, que parecía un ronroneo-. ¡Lo mejor es la libertad! -replicó. "Fiesta en el jardín" (1922)

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02. (...) Su último descubrimiento era dormir. -Es maravilloso. No hay más que cerrar los ojos y..., ya está. Es lo más delicioso del mundo. "Fiesta en el jardín" (1922)

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03. Es algo terrible estar solo, sí que lo es, claro que sí, pero no bajes tu máscara hasta que tengas otra máscara preparada debajo, todo lo terrible que quieras, pero máscara.

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04. El jardinero andaba atareado desde muy temprano, segando el césped y rastrillándolo bien, hasta dejar la hierba y los oscuros y llanos rosetones en los que crecían las margaritas que parecían recién bruñidos. Y uno tenía también la sensación de que las rosas habían comprendido que eran las únicas flores que realmente impresionan a la gente que acude a un garden party; las únicas flores que todo el mundo reconoce sin miedo a una equivocación. "Fiesta en el jardín" (1922)

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05. (...) Y tan increíblemente apuesto que parecía una escultura o una ilustración impecable de alguna novela americana, y no un hombre de carne y hueso. "Fiesta en el jardín" (1922)

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06. Aún no había salido el sol y toda la bahía de Crescent estaba oculta bajo la neblina blancuzca del mar. Las colinas cubiertas de maleza, en la parte de atrás, quedaban difuminadas. No se podía ver dónde terminaban y dónde empezaban los campos y los bungalows. La arenosa carretera había desaparecido y con ella los campos y bungalows del otro lado; a sus espaldas no se veían las blancas dunas cubiertas de matojos rojizos; no había nada que sirviese para distinguir lo que era la playa y dónde empezaba el mar. Había caído un fuerte rocío. La hierba era azulada. Gruesas gotas colgaban de la maleza, sin acabar de caer: el toi-toi, esponjoso y plateado, colgaba fláccido de sus largos tallos, y las caléndulas y claveles de los jardines de los bungalows se doblaban hacia el suelo rezumando humedad. "Fiesta en el jardín" (1922)

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07. A medida que la mañana fue avanzando fueron llegando distintos grupos de gente que aparecían por las colinas arenosas y bajaban a bañarse a la playa. Se daba por sobrentendido que a partir de las once las mujeres y niños de la colonia veraniega se convertían en los amos de la playa. En primer lugar las mujeres se desvestían, se ponían los trajes de baño y se cubrían la cabeza con horrorosos gorritos de baño; luego desabrochaban a los niños. La playa quedaba sembrada de pequeños montoncitos de vestidos y zapatos; los grandes sombreros veraniegos, sujetos con piedras para impedir que el viento se los llevase, parecían enormes pechinas. Era curioso, pero incluso el mar parecía adoptar un sonido distinto cuando todas aquellas figuras saltarinas y risueñas se adentraban en las olas. "Fiesta en el jardín" (1922)

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08. La marea había bajado; la playa estaba desierta; el mar aún tibio batía perezosamente. El sol caía implacable, ardiente e impetuoso sobre la fina arena, caldeando los guijarros veteados de grises y azules y negros y blancos. Evaporó las gotitas de agua depositadas en el cuenco de las conchas; y amarilleó las sonrosadas cuscutas que serpenteaban por los montículos arenosos. Nada parecía moverse excepto las pequeñas pulgas de mar. ¡Pit, pit, pit! Nunca estaban quietas. Más allá, sobre las rocas cubiertas de algas que, durante la marea baja, semejaban animales velludos que hubiesen bajado a saciar su sed a la orilla, el sol parecía relucir como un doblón de plata oculto en cada agujerito de la roca. Bailaban y se estremecían, y olas insignificantes bañaban las porosas orillas. "Fiesta en el jardín" (1922)

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09. Grandes salpicaduras de lluvia cayeron contra los cristales, y se oía el murmullo de los sauces, "y no es que no te quiera". "Fiesta en el jardín" (1922)

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10. Nunca he conocido a nadie que me agrade tanto como tú. Nunca me había sentido feliz con nadie. Pero estoy segura de que no es lo que la gente y los libros describen cuando hablan de amor. "Fiesta en el jardín" (1922)

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11. El agua estaba bastante caliente. Y era de un azul maravilloso, transparente, salpicado de plata, aunque la arena del fondo parecía dorada; cuando se movían los pies se levantaba una nubecilla de polvo dorado. "Fiesta en el jardín" (1922)

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12. La gente que regresaba a sus casas cruzó apresuradamente junto a él, los tranvías tintinearon, traquetearon las carretas, y los grandes coches de alquiler se deslizaban por las calles con la indiferencia desafiante y temeraria que encontramos en los sueños... "Fiesta en el jardín" (1922)

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Katherine Mansfield

Katherine Mansfield
  • 14 de octubre de 1888
  • Wellington, Nueva Zelanda
  • 9 de enero de 1923
  • Fontainebleau, París, Francia

Escritora y cuentista neozelandesa, autora de "En una pensión alemana" (1911), "Felicidad y otros cuentos" (1921), "Fiesta en el jardín" (1922) y "El nido de la paloma y otros cuentos" (1923).

Sobre Katherine Mansfield

Katherine Mansfield nace en una familia socialmente prominente, hija del banquero Harold Beauchamp, que llega a ser presidente del Banco de Nueva Zelanda.

Siendo muy joven contrajo una enfermedad venérea que padeció durante mucho tiempo y finalmente terminó con su vida, a los treinta y dos años.

Katherine Mansfield representa la transgresión del orden establecido en una época de rígidas reglas, las cuales consideró inútiles y superficiales.

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