01. La responsabilidad pertenece a la estructura misma de nuestra vida. El hombre se siente, desde luego, quiera o no, responsable de lo que hace, porque para hacerlo ha tenido que elegirlo, decidirse a ello, y sólo ha podido ejecutar esto justificándoselo a sí mismo. La responsabilidad no es, pues, consecutiva de un acto humano, sino constitutiva; Como todo hacer necesita justificarse, es ya, desde su mismo origen, justificado o injustificado; En suma, justo o injusto. (...) La vida humana es, en su propia sustancia, moral.
02. No se olvide que el método que usa nuestro pensamiento para llegar a una teoría general de la vida humana es el análisis de la vida concreta -la mía, la de cada uno-, para descubrir en ellas las condiciones -sine quibus non-, sin las cuales no es posible. Los requisitos así hallados son universales porque son necesarios. Si al analizar mi vida descubro en ella ciertas condiciones necesarias, puedo inferir que en las vidas de los demás sucede lo mismo, porque de otro modo no serían vidas humanas.
03. Había tenido siempre una profunda fe en la inmortalidad y, más aún, en la resurrección –en la resurrección de la carne, como dice maravillosamente el Credo de los apóstoles-. Pero la muerte de Lolita [Dolores Franco Manera, su esposa] me hizo sentir una violenta conmoción, introdujo en mí la amenaza de la duda. (...) La sola sospecha de que las cosas no fueran como esperaba, que Lolita pudiera "no existir", y por tanto no hubiera de encontrarla nunca más, me aterraba.
04. Como vemos, hay dilataciones o contracciones y estrechamientos de la vida. Creo que hay que tomar posesión íntegra de lo que nos da nuestra condición (... ). El hombre es una realidad utópica, que es y no es, que es lo todavía no es y tal vez no pueda ser. Consiste en ser una realidad proyectiva, futuriza, deseante, nunca lograda, nunca conclusa, en suma, utópica (... ). Nuestra vida consiste en el esfuerzo por lograr parcelas, islas de felicidad, anticipaciones de la felicidad plena. Y ese intento de buscar la felicidad la felicidad nutre de ilusión, la cual, es ya una forma de felicidad.
05. [Sobre su relación con José Ortega y Gasset] Si es cierto que lo seguí con devoción, ni una vez lo escuché con beatería –palabra que siempre nos enseñó a despreciar-; nunca fue nadie atendido con más atención y entusiasmo; pero tampoco más inquisitivamente, con más espíritu crítico, de modo –si se me entiende bien- más implacable. Ortega tenía que ganar mi estimación y mi adhesión en cada tesis enunciada. El entusiasmo de la víspera no servía al día siguiente: tenía que hacer sus pruebas ante duras, juveniles mentes inexorables.
06. Hay que intentar, si se quiere comprender una filosofía, situarse dentro de ella, de tal manera que al exponerla nos parezca justificada. No es menester – sería un profundo error- tratar de mostrar la deficiencia o falsedad de una doctrina sin tratar primero de entenderla. Hay que hacer un intento de justificarla, de presentarla desde dentro, no para después salirse de ella y refutarla –palabra antipática si las hay-, sino más bien para seguir dentro de ella y, al intentar tomarla en serio y pensarla a fondo, ver si efectivamente nos lleva a alguna parte o si tropezamos con alguna dificultad que nos obliga a ir más allá.