01. ¡No pretendas ahora que ría! ¡Tú no sabes en qué hondos recuerdos estoy abstraída!
02. Amémonos. La noche clara, aromosa y mística tiene no sé qué suave dulzura cabalística. Somos grandes y solos sobre el haz de los campos y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos, con estremecimientos breves como destellos de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.
03. Que no sienten vergüenza del sexo sin celajes y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.
04. Tu beso fue en mis labios de un dulzor refrescante. Sensación de agua viva y moras negras me dio tu boca amante.
05. Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento.
06. ¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos. Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, es por el esfuerzo de reírme tanto...
07. Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca y se vuelva mustia la corola fresca. Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves que la enredadera crecerá ciprés?
08. Espera, no te duermas. Esta noche somos acaso la raíz suprema de donde debe germinar mañana el tronco bello de una raza nueva.
09. ¡Oh, déjame que guste el dulzor del momento fugitivo e inquieto! ¡Oh, deja que la rosa desnuda de mi boca se te oprima a los labios!
10. Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado una pequeña llama de dulzura infinita para tus largas noches de amante desolado.
11. ¿Me amarás? Murmuraste. Lenta y grave vibró en mis labios la promesa suave de la dulce, la amable moabita. Y fue como un ¡amén! En ese instante el toque de oración que alzó vibrante la rítmica campana de la ermita.