Frases de Ignacio Manuel Altamirano - Página 3

01. Contra el salteador, el cuatrero y el ratero hay la acción criminal. Contra el ladrón literario no hay nada y, además, el robado costea el precio de la magnesia para pagar la bilis que produce el despojo.

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02. El pueblo de México, cansado ya de los abusos del clero y de las traiciones de los conservadores, se reunió en una gran multitud frente al palacio nacional, y por aclamación multitudinaria y por orden del gobierno de la república designo a Ignacio Ramírez para ejecutar y aplicar las leyes de reforma.

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03. La fidelidad y la gratitud son dos flores raras que se encuentran difícilmente. Sólo Dios se encarga de su cultivo; los jardineros no logran generalmente producir más que una falsificación de ellas. A veces se les confunde, por lo cual es preciso conocerlas bien. En esto se lleva el peligro que con las setas, cuando no se distingue cuales son las buenas y cuales las venenosas.

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04. El escritor público, en cambio de sus triunfos, tiene mil pequeñas penas. El ignorante pretencioso, ese escarabajo de la literatura, lo mancha con su inmunda sátira, el patán no lo entiende, la dama sólo torna sus artículos para hacer moldes o para guardar especias, el mandarín le jura odio eterno, el corchete lo ve como cosa suya, la cárcel o el destierro lo amenazan, los tontos le roban sus pensamientos y esto es lo peor.

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05. Nadie tiene más mal corazón que las viejas devotas. Y es que con rezar, creen que desquitan todo el mal que hacen. Miradlas: destrozan una reputación, odian a la juventud, [y a la belleza, dudan de la virtud] arrastran a las mujeres a la prostitución por sólo el placer de manchar la pureza y tras de cada exclamación religiosa lanzan una blasfemia o una calumnia. En su corazón no se anida más que el fanatismo. La caridad, la indulgencia y el amor son sentimientos desconocidos para ellas.

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Guillermo Prieto Justo Sierra Méndez

Ignacio Manuel Altamirano

Ignacio Manuel Altamirano
  • 13 de noviembre de 1834
  • Tixtla, Guerrero, México
  • 13 de febrero de 1893
  • San Remo, Imperia, Italia

Escritor, periodista, historiador, maestro, político, abogado y diplomático mexicano considerado el padre de la literatura mexicana y la figura literaria más relevante de su tiempo.

Sobre Ignacio Manuel Altamirano

Ignacio Manuel Altamirano nace en el seno de una familia de raza indígena, de padre Francisco Altamirano y madre Gertrudis Basilio, ambos indios puros que tomaron el apellido de un español que bautizó a sus ancestros.

En 1848 su padre es nombrado alcalde de Tixtla y un año después gana una beca para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde conoce a quien sería una de las grandes influencias de su vida, el intelectual mulato y librepensador Ignacio Ramírez.

Finalizada su educación inicial, estudió leyes en el Colegio de San Juan de Letrán al tiempo que trabajaba como docente enseñando francés en una escuela particular.

En 1854 Ignacio Manuel Altamirano interrumpió sus estudios para adherirse a la revolución de Ayutla, que pretendía derrocar al dictador Santa Anna y tiempo después participó en la Guerra de Reforma (1857), que inició la división ideológica del siglo XIX, entre conservadores y liberales.

Finalizado el periodo de conflictos militares, se dedicó a la docencia, trabajando como maestro en la Escuela Nacional Preparatoria, en la de Escuela Superior de Comercio y Administración y en la Escuela Nacional de Maestros.

Junto a Gonzalo Esteva fundó la revista literaria "El Renacimiento" (1859) y con Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez el "Correo de México" (1867), además de "El Federalista" (1871), "La Tribuna" (1880) y "La República" (1880).

Se desempeñó como diputado en el Congreso de la Unión en tres períodos, además de ser procurador General de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento.

Ignacio Manuel Altamirano también trabajó en el servicio diplomático mexicano, desempeñándose como cónsul en Barcelona (España) y París (Francia).

Hallándose en Europa por comisión de Porfirio Díaz, falleció en una misión diplomática en San Remo (Italia).

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