Frases de Helen Keller - Página 2

01. La literatura es mi utopía. No hay barrera de sentidos que me pueda quitar este placer. Los libros me hablan sin impedimentos de ninguna clase.

+ Frases de Utopía


02. No inclines nunca la cabeza, tenla siempre erguida. Mira al mundo directamente a la cara.

+ Frases de Cabeza


03. La felicidad es el final perfecto y fruto de la obediencia a las leyes de la vida.

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04. Aprovecha al máximo cada sentido, disfruta de todas las facetas del placer y de la belleza que el mundo te revela.

+ Frases de Sentido


05. Debemos vivir cada día con una suavidad, un vigor y una agudeza del reconocimiento que, a menudo, se pierden cuando el tiempo se dilata ante nosotros en un panorama constante de más días y meses y años por venir.

+ Frases de Vigor


06. Cada optimista se mueve junto con el progreso y los acelera, mientras que cada pesimista mantiene al mundo en un punto muerto.

+ Frases de Optimista


07. Mantenga su rostro al sol y no verá la sombra. Es lo que hacen los girasoles.

+ Frases de Girasoles


08. Las mejores y más bellas cosas en el mundo no pueden verse, ni siquiera tocarse. Ellas deben sentirse con el corazón.

+ Frases de Corazón


09. No soy la única, pero aún así soy alguien. No puedo hacer todo, pero aún así puedo hacer algo; y justo porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo que sí puedo.

+ Frases de Renunciar


10. La Biblia para mí una profunda y reconfortante sensación de que "las cosas son que se pueden ver son temporales y las cosas invisibles son eternas".

+ Frases de Biblia


11. Una vida feliz no consiste en la ausencia, sino en el dominio de las dificultades.

+ Frases de Dominio


12. Todo llega a esto: la forma más fácil de ser feliz es hacer el bien.

+ Frases de Ser feliz

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Helen Keller

Helen Keller
  • 27 de junio de 1880
  • Tucumbia, Alabama, Estados Unidos
  • 1 de junio de 1968
  • Easton, Connecticut, Estados Unidos

Autora, activista y oradora estadounidense sorda y ciega.

Sobre Helen Keller

Helen Keller nace en el seno de una familia de clase media, de padre editor de prensa.

En 1882 estuvo a punto de morir por una fuerte fiebre, que la apartó del mundo y la dejó ciega y sorda.

Luego de sufrir varias crisis, la familia decidió contratar a una profesora personal.

La persona elegida fue Anne Sullivan, una persona abandonada de niña, ciega desde los cinco años hasta su adolescencia, cuando mediante operaciones pudo recuperar la visión y la alumna más inteligente de su clase, graduada con honores.

Con mucha paciencia y cariño, Anne Sullivan logró enseñarle a Helen Keller a comunicarse, aprendiendo rápidamente el lenguaje manual de los sordomudos y el alfabeto Braille, una lengua de signos en la que cada letra es signada en contacto con la mano de la persona sordo ciega de manera que pueda sentir la forma del signo y su significado.

Pronto aprendió a leer y escribir en braille y a pensar y hablar usando el método "Tadoma": tocando los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones, y deletreando los caracteres alfabéticos en la palma de la mano.

En 1888, Helen Keller concurrió al Instituto Perkins para Sordos en Boston (Massachusetts), donde Anne Sullivan continuó enseñándole con material y textos de la escuela y en 1894 se trasladó a Nueva York para continuar sus estudios en la Escuela Wright - Humason para Ciegos.

Helen Keller se graduó con título de honor de la Radcliffe College en 1904 y comenzó a interesarse por la situación social y la desigualdad entre las personas.

Actuando como miembro activo del partido socialista, luchó por los derechos de los trabajadores y de las personas con capacidades diferentes, además de dar numerosas conferencias y recibiendo distinciones.

En 1932, Helen Keller es nombrada Vicepresidente del "Royal Institute for the Blind in the United Kingdon" (Real Instituto para Ciegos en el Reino Unido).

Durante la Degunda Guerra Mundial (1939-1945), visitó a los soldados internados en hospitales militares, dándoles contención y ánimo.

El 14 de septiembre de 1964, el Presidente Lyndon Johnson reconoció la labor de Helen Keller otorgándole la Medalla Presidencial de Libertad, el mayor honor estadounidense para ciudadanos.

Dueña de una voluntad inquebrantable, gran inteligencia, sensibilidad y carisma, Helen Keller dejó un mensaje positivo y alentador para todas las personas, siempre recordando a Anne Sullivan, quien desde el primer día confió en ella y la alentó a desarrollarse.

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