01. Un hombre, al menos, es libre; puede entregarse a las pasiones, recorrer países, superar obstáculos, gustar las dichas más exóticas. Pero a una mujer todo esto le está continuamente vedado. Inerte y flexible a un mismo tiempo, tiene en contra suya las molicies de la carne, junto con los rigores de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra y alguna conveniencia social que refrena. "Madame Bovary" (1856)
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02. Creía ella que el amor tenía que llegar de súbito, entre grandes destellos y fulgores, como huracán de los cielos que se desencadena sobre la vida, la trastorna, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón entero. Ignoraba que, en las azoteas de las casas, la lluvia acaba por formar lagos cuando los canalones se obstruyen, y así hubiera permanecido segura de su virtud, de no haber descubierto súbitamente una grieta en la pared. "Madame Bovary" (1856)
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03. ¿No le indigna acaso esta conjura del mundo? ¿Existe algún sentimiento que no condene? Los instintos más nobles, las simpatías más puras tienen que soportar el verse perseguidas, calumniadas, y cuando, por fin, dos pobres almas se encuentran, todo se halla perfectamente organizado para que no puedan unirse. Ellas, a pesar de todo, lo seguirán intentando, agitarán sus alas, se llamarán. Pero no importa, tarde o temprano, pasados seis meses o diez años, lograrán unirse y amarse, porque el destino así lo exige y ellas nacieron predestinadas la una para la otra. "Madame Bovary" (1856)
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04. La melancolía no es mas que una recordación inconsciente.
05. Porque unos labios libertinos o venales le hubieran susurrado frases por el estilo, ahora apenas era capaz de apreciar el candor de las de emma; Habría que erradicar, pensaba, los discursos exagerados que, a fin de cuentas, sólo sirven para encubrir afectos mediocres; Como si la plenitud del alma no se desbordara a veces en metáforas de lo más vanas, ya que nadie puede dar nunca la exacta medida de sus necesidades, conceptos o dolores, siendo como es la palabra humana semejante a un caldero cascado a cuyos sones hacemos bailar a los osos cuando pretendíamos conmover a las estrellas. "Madame Bovary" (1856)
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06. Fue así como los apetitos de la carne, la codicia del dinero y las melancolías de la pasión vinieron a confundirse en un mismo sufrimiento; y en vez de desviar su imaginación de él, aún más se aferraba a su recuerdo, excitándose en el dolor y buscando cuantas ocasiones se presentaban para padecerlo. Un plato mal servido o una puerta entreabierta la exasperaban, se lamentaba de los vestidos de terciopelo que no tenía, de la dicha que le faltaba, de sus sueños demasiado elevados, de su casa demasiado exigua. "Madame Bovary" (1856)
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07. Cumplía con sus tareas cotidianas como un caballo de noria que da vueltas y vueltas con los ojos vendados sin tener idea de la tarea que está desempeñando... "Madame Bovary" (1856)
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08. Del mismo modo en que solemos mirar un reloj parado como si aúm andase, también le miramos la cara a una mujer bella como si aún nos amase.
09. ¡No tengo necesidad de ir a una iglesia a besar bandejas de plata y a engordar con mi bolsillo a un hatajo de farsantes que se alimentan mejor que nosotros! Porque a ese dios se le puede honrar de igual modo en un bosque, en el campo, y hasta contemplando la bóveda celeste, como hacían los antiguos. "Madame Bovary" (1856)
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10. Consideró incómodo todo pudor. La trató sin miramientos. Hizo de ella un ser sumiso y corrupto. Era una especie de sumisión idiota basada en una admiración incondicional por él, y que al mismo tiempo suponía una fuente de voluptuosidad para ella, una especie de beatitud que la enajenaba; De ese modo, su alma se hundía en la embriaguez y se dejaba anegar en ella, encogida, como el duque de clarence en su tonel de malvasía. "Madame Bovary" (1856)
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11. ¡Cómo añoraba los inefables sentimientos de amor que por aquel entonces trataba de imaginarse por medio de los libros! "Madame Bovary" (1856)
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12. (...) Pretendía saber lo que se entendía exactamente en la vida por las palabras dicha, pasión y embriaguez que le habían parecido tan bellas en los libros. "Madame Bovary" (1856)